A lo largo de la historia, se ha criticado fuertemente el tratamiento que ofrecía la psiquiatría para algunos tipos de trastornos y alteraciones mentales. Concretamente, la terapia electroconvulsiva o por “electroshock”, es de las que goza de peor fama entre la sociedad.
No obstante, con el paso del tiempo esta técnica ha sido perfeccionada y en la actualidad la terapia electroconvulsiva se lleva a cabo de manera segura y eficaz. A lo largo de este artículo hablaremos de sus características, sus resultados y sus posibles riesgos.
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¿Qué es la terapia electroconvulsiva?
La terapia electroconvulsiva (TEC), también conocida como terapia como electroconvulsoterapia, consiste en un tratamiento psiquiátrico, cuyos inicios se remontan a los años 30 y que se ideó con el objetivo de aliviar los síntomas de ciertos trastornos y desórdenes mentales.
Para ello, la terapia electroconvulsiva se sirve de unos dispositivos transmisores de energía eléctrica que envían una serie de impulsos eléctricos desde el exterior hasta el cerebro del paciente. Este impulso provoca una pequeña convulsión cerebral cuya duración puede abarcar desde 30 segundos hasta dos minutos completos.
Aunque tradicionalmente se ha considerado la terapia por electrochoque como un método inhumano y que supone la tortura del paciente, en la actualidad esta técnica ha avanzado bastante. Además, al paciente se le administra una anestesia general, por lo que el paciente se mantiene dormido durante la sesión y no llega a ser consciente, ni a sentir ningún dolor.
En este tipo de terapia, existen tres variables esenciales que regulan su aplicación:
- La localización o colocación de los electrodos.
- La duración del impulso.
- La propiedades electro físicas de la estimulación.
No obstante, a pesar de los avances, esta técnica continúa conllevando algunos riesgos para la salud del paciente, por lo que no se suele recurrir a ella más que en aquellos casos en los que el paciente no responde de manera satisfactoria a la terapia con psicofármacos.
En la actualidad, se estima que aproximadamente un millón de personas de la población mundial reciben terapia electroconvulsiva. Esta es una cifra relativamente baja teniendo en cuenta el número de población total que posee algún diagnóstico psiquiátrico. Asimismo, la principal crítica es que, además de los riesgos asociados, los efectos de la terapia electroconvulsiva son bastante limitados en el tiempo, por lo que tras la intervención el paciente debe de continuar con la medicación.
¿Para qué patologías se aplica?
La terapia electroconvulsiva se aplica como tratamiento de segunda línea en ciertos trastornos psicológicos como la depresión, la manía y otras enfermedades mentales en las que los medicamentos no resultan eficaces, cuando el cuadro clínico es tan grave o peligroso que no se espera que la terapia con fármacos ejerza ningún efecto o en pacientes embarazadas con un alto riesgo de daño para el feto.
Se ha demostrado que este tipo de intervención resulta eficaz en el tratamiento de los siguientes trastornos, ocasionando una rápida y considerable disminución de la sintomatología más grave. Suele usarse en los siguientes casos.
1. Depresión grave
La TEC resulta peculiarmente eficaz en aquellos casos de trastorno depresivo grave, sobre todo si este se caracteriza por presentar síntomas psicóticos como desconexión de la realidad o si se manifiestan pensamientos suicidas.
2. Depresión resistente
En este caso se utiliza cuando los síntomas de la depresión grave se mantienen en el tiempo independientemente de los tratamientos farmacológicos administrados.
3. Manía grave
Dentro del trastorno bipolar, se puede recurrir a la terapia electroconvulsiva cuando el paciente se encuentra en el estado de euforia intensa propio de esta alteración. Este estado suele acompañarse de conductas impulsivas, consumo de drogas y psicosis.
4. Catatonia
La catatonia se distingue por la pérdida del movimiento o la manifestación de movimientos acelerados y anómalos. Aunque en muchas ocasiones es causada por una enfermedad orgánica, suele estar relacionada con esquizofrenia y otras alteraciones psiquiátricas de tipo psicótico.
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5. Demencia
La terapia electroconvulsiva puede ser habitual en pacientes con demencia que presentan altos niveles de nerviosismo y agresividad. Los cuales resultan resistentes al tratamiento y disminuyen la calidad de vida del paciente.
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¿Cuál es el procedimiento a seguir?
Antes de iniciar una terapia con electrochoque el paciente debe someterse a una evaluación exhaustiva que incluye la historia clínica del paciente, una examen físico, evaluación psiquiátrica y pruebas físicas entre las que se encuentran análisis sanguíneos, electrocardiograma y un informe del anestesista.
La finalidad de estas pruebas es asegurarse de que la terapia electroconvulsiva resulta segura para el paciente, asegurándose así los mínimos riesgos o efectos secundarios posibles.
Una vez establecidos los parámetros o variables que se citan al inicio del artículo, se procede a la realización de la sesión de tratamiento. Antes que nada, se procede a administrar la anestesia general y a colocar las vías intravenosas que proveerán al paciente de líquidos y medicamentos anticonvulsivantes.
A continuación, se colocan unas almohadillas con los electrodos a uno o dos lados de la cabeza, según si la corriente debe administrarse de manera unilateral o bilateral. La sesión suele tener una duración de entre 5 y 10 minutos sin tener en cuenta el tiempo que la persona necesita para prepararse, así como para recuperarse del tratamiento.
Cuando esta finaliza, el paciente es trasladado a una sala de recuperación en la que se observa y monitorea al paciente por si manifestara alguna reacción adversa. Es habitual experimentar sensación de confusión o desorientación al despertar.
Finalmente, no es necesario el internamiento del paciente, sino que en muchos casos se puede realizar de manera ambulatoria.
¿Qué resultados ofrece?
Aunque todavía no se sabe con exactitud cómo la terapia electroconvulsiva ocasiona los cambios cerebrales que ayudan en la recuperación del paciente, este suele mostrar una mejoría significativa a partir de la sexta sesión de TEC, aunque una remisión absoluta puede comportar mucho más tiempo o incluso ser imposible en algunos casos.
Debido a que la mejoría de los síntomas suele ser temporal, en muchas ocasiones el paciente debe continuar con el tratamiento farmacológico o, incluso, requerir de un tratamiento electroconvulsivo continuo.
¿Cuáles son los riesgos?
Si bien los efectos secundarios o riesgos de la terapia electroconvulsiva han disminuido mucho desde su creación, todavía podemos encontrar algunas consecuencias no deseadas que pueden resultar molestas o angustiosas para la persona.
Entre estos efectos secundarios encontramos:
- Amnesia retrógrada o pérdidas de memoria de lo que ocurrió momentos antes del tratamiento o durante las semanas del tratamiento.
- Sensación de confusión pasajera.
- Cefaleas.
- Hipotensión o hipertensión.
- Taquicardias o problemas cardíacos.
- Dolor muscular.
- Náuseas.