A lo largo de la historia de la psicología, las terapias han ido evolucionando desde una perspectiva predominantemente filosófica a un enfoque mucho más empírico desarrollándose así las terapias conductuales (terapias de primera generación) o cognitivo-conductuales (segunda generación).
Sin embargo, esta tendencia va a la baja; siendo las terapias contextuales, o terapias de tercera generación, cada vez más comunes en la práctica clínica. Los diferentes tipos de terapia contextual se basan en la corriente filosófica del Contextualismo Funcional, cuya base se asienta en los resultados de la investigación en el laboratorio; y posee aplicaciones en cualquier ámbito de la vida humana.
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¿Qué es la Terapia Contextual?
Como ya se ha señalado, las terapias contextuales reciben su nombre del Contextualismo Funcional. Desde esta perspectiva, se estudia a la persona y su conducta dentro de su contexto y no de forma aislada.
Además, estas terapias confieren una importancia especial a la conducta verbal del paciente y los valores que este posee. Es decir, lo que el paciente se dice a sí mismo y a los demás influye directamente en su conducta y su funcionamiento diario.
Tipos de Terapia Contextual
A pesar de no ser la únicas, existen cuatro modelos de terapias contextuales que destacan sobre las demás. Pero todas con un objetivo común: aliviar el mitigar del paciente a través de la elaboración de patrones de conducta mucho más eficaces, extensos y elásticos.
1. Mindfulness
El Mindfulness se ha constituido ya como una terapia de referencia dentro de los modelos contextuales. Aunque no exista una palabra concreta para hacer referencia al Mindfulness, la traducción más ajustada sería la de Atención Plena o Plena Conciencia, entre otras.
Aunque por regla general, pensamos que tenemos el control de nuestra atención y de nuestros pensamientos, la realidad es es que estamos atendiendo constantemente a pensamientos intrusivos sobre el pasado o el futuro, o registrando solamente una pequeña parte de lo que nos sucede en el presente.
Esta práctica permite explorar lo que está sucediendo mientras está sucediendo. Aceptando la experiencia tal cual es, tanto si es positiva como si es negativa y aceptando que forma parte de nuestro paso por la vida. Así se evita el sufrimiento provocado por intentar lograr que aquello desagradable desaparezca.
Aunque el Mindfulness se enlaza con muchos aspectos de una psicología más tradicional, como la exposición y la autorregulación, este ofrece un grado de innovación dentro su propia técnica:
Centrarse en el momento presente
Se trata de que el paciente focalice su atención y sienta las cosas tal y como suceden, sin ejercer ningún tipo de control sobre ellas. El beneficio de esta técnica radica en la posibilidad de vivir un momento de forma completa.
Aceptación radical
A diferencia del proceder habitual en psicología, la aceptación radical pretende que el paciente se centre en sus vivencias sin realizar ningún tipo de valoración y aceptándose como naturales.
Elección de las experiencias
A pesar de que parezca que el mindfulness predique vivir las experiencias personales de forma pasiva, esto no es así. Las personas eligen de forma activa en qué objetivos y experiencias de su vida implicarse.
Control
La aceptación de nuestras vivencias supone una renuncia al control directo de estas. Se busca que la persona experimente sus sentimientos y emociones tal y como suceden. No se trata de controlar el malestar, el miedo, la tristeza, etc., sino de experimentarlos como tal. Este punto se opone a los procedimientos tradicionales de la psicología que persiguen la eliminación de pensamientos negativos, o el control de la ansiedad.
Estas técnicas permiten a la persona aprender a relacionarse de forma directa con todo aquello que esté ocurriendo en su vida en el momento presente, tomando conciencia de su realidad y trabajando conscientemente los desafíos que la vida le plantea, tales como el estrés, el dolor, la enfermedad, etc.
2. Terapia Dialéctico Conductual (TDC)
La terapia dialéctico conductual se centra en el aprendizaje de habilidades psicosociales. Esta combina varias técnicas cognitivo-conductuales para la regulación emocional con algunos de los conceptos típicos de las terapias contextuales, como la aceptación y la plenitud de la conciencia o la tolerancia a la angustia y a los eventos estresantes.
En la TDC el profesional acepta y valida los sentimientos del paciente.Pero, al mismo tiempo, le hace conocedor de que algunos de estos sentimientos que experimenta resultan desadaptativos. A continuación, el terapeuta señala al paciente alternativas de comportamientos que le llevarán a sentimientos más agradables.
Se trata de una terapia de referencia en el tratamiento del para trastorno límite de la personalidad (TLP), así como en pacientes que presentan síntomas y conductas propios de trastornos del estado de ánimo.
3. Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)
La terapia de aceptación y compromiso se trata de un tipo de intervención que emplea la aceptación, entendida como la capacidad de atender a las sensaciones, pensamientos, sentimientos, etc., unida al compromiso de llevar a cabo acciones coherentes con los valores personales.
La ACT se sustenta en la teoría de que los problemas psicológicos tienen como base el lenguaje, haciendo inevitables los pensamientos y sensaciones que puedan vivirse como molestos. Mediante técnicas como las metáforas, las paradojas y los ejercicios experimentales, el paciente aprende a conectar con dichos pensamientos o sensaciones, recontextualizándolos y dando luz a lo que realmente le importa en su vida. Para así, adquirir el compromiso con los cambios necesarios que deben llevar a cabo.
Además, la terapia de aceptación y compromiso está vinculada con estrategias para mejorar la flexibilidad psicológica, es decir, la capacidad de la persona de estar presente y adaptarse a las situaciones que se le presentan; evitando así el sufrimiento psicológico producido al evitar constantemente el contacto con pensamientos, emociones o recuerdos negativos.
4. Psicoterapia analítico funcional (PAF)
Además de ser considerada una terapia contextual o de tercera generación, también forma parte del movimiento denominado Análisis de la Conducta Clínica. Lo que la diferencia del resto de terapias propias de esta ola es el uso de la relación terapéutica como una manera de promover el cambio en la conducta del paciente.
Esta terapia utiliza lo que el paciente hace y dice durante la sesión terapéutica, o lo que se denomina como conductas clínicamente relevantes. Estas conductas incluyen pensamientos, percepciones, sentimientos, etc., los cuales se debe procurar que ocurran dentro de la sesión de tratamiento para poder trabajar con ellos.
Otra categoría son las mejoras en la conducta que ocurren durante dichas sesiones y que deben reforzarse por parte del terapeuta. El objetivo de este tipo de terapia es conseguir que el paciente realice interpretaciones de su propia conducta y sus causas desde el panorama analítico-funcional.
Para ello el terapeuta se sirve de cinco estrategias:
- Identificación de conductas clínicamente significativas que ocurren durante las sesiones de terapia
- Construcción de un contextoterapéutico que propicie la aparición de conductas conflictivas, para permitir el desarrollo positivo del paciente
- Refuerzo positivo de las mejoras del paciente
- Detección de los aspectos de la conducta del paciente que sean reforzantes para este
- Favorecimiento del desarrollo de habilidades y análisis funcional de la relación entre sus conductas y otros elementos
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