La experimentación de dolor físico es algo no suele resultar agradable o atractivo pero que, antes o después, nos ocurre. Bien por algún accidente o descuido, o bien por alguna intervención u operación quirúrgica.
No obstante, existen una serie de personas a las que esta posibilidad les genera un miedo exagerado y unos niveles de ansiedad sumamente elevados. Hablamos de las personas que padecen traumatofobia, una fobia específica de la cual hablaremos a lo largo de este artículo.
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¿Qué es la traumatofobia?
Según la clasificación del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V), la traumatofobia es una fobia específica clasificada dentro de los trastornos de ansiedad en la cual la persona experimenta un miedo anormal y patológico a lesionarse, lastimarse o sufrir cualquier daño o herida física.
La raíz de su nombre proviene de los términos griegos “trauma” traducido como herida, unido a “phobos” que se puede entender literalmente como miedo. Por lo tanto, se entiende la traumatofobia como la experimentación de un miedo exacerbado, irracional e incontrolable a resultar herido o dañado físicamente.
Una de las principales características de la traumatofobia es que cuando la persona que la padece se expone a la sangre, a una lesión o, incluso, a una inyección, comienzan a experimentar sensaciones de ansiedad extrema provocadas por el temor a este estímulo fóbico.
Como consecuencia a esta ansiedad irracional y excesiva, los traumatofóbicos manifiestan un deseo constante de evitar objetos y situaciones específicas en las que exista la posibilidad de salir herido; llegando al punto de evitar procedimientos médicos potencialmente sanadores.
Sin embargo, se han descrito casos realmente graves de traumatofobia en los que cualquier actividad o situación es motivo de pánico. Tareas y ejercicios como correr, cocinar, conducir, senderismo o cualquier tipo de deporte pueden suponer una completa tortura para la persona, la cual buscará todo tipo de razones y excusas para no tener que llevarlas a cabo; siendo la consecuencia final y más grave de esta fobia el miedo a salir de casa.
Esto hace que las personas con traumatofobia experimenten grandes dificultades para desarrollar su día a día con normalidad. Lo que significa que es esta afección puede interferir tanto en el plano laboral, como en el social y personal del sujeto.
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Pero es normal sentir miedo al dolor, ¿no?
Por supuesto que sí. La experimentación del dolor físico en cualquiera de sus formas o grados no es algo que suele resultar agradable o atractivo (quitando, claro está, cualquier parafilia relacionada con el dolor). La aversión y evitación del dolor es una reacción lógica en cualquier persona a la que no le guste sufrir; sin embargo, existen profundas diferencias entre este tipo de aversión y un temor fóbico propio de la traumatofobia.
Los principales rasgos distintivos que diferencian un temor normal de un temor patológico son:
- La respuesta de miedo es excesiva y desproporcionada en comparación con la amenaza real que supone la situación.
- El miedo es irracional, llegando al punto de que la persona no es capaz de encontrar una explicación razonable a su sensación de miedo.
- Es incontrolable. Esto significa que la persona es completamente incapaz de dominar las sensaciones que experimenta.
- Provoca conductas de evitación y de escape.
- El temor se presenta de manera constante a lo largo del tiempo y a través de las situaciones temidas.
¿Qué síntomas presenta?
Puesto que la traumatofobia forma parte de una clasificación diagnóstica de trastornos de ansiedad, esta está compuesta por una serie de síntomas y presenta el mismo cuadro clínico que el resto de fobias específicas.
El primer y principal síntoma es la propia sensación de miedo ante la posibilidad de herirse o lesionarse, pero existen otros muchos síntomas que la acompañan. Aunque no tienen porqué presentarse de la misma manera en todas las personas, la sintomatología clínica de la traumatofobia incluye síntomas físicos, síntomas cognitivos y síntomas conductuales.
1. Síntomas físicos
Los síntomas físicos aparecen como consecuencia de una hiperactivación del sistema nervioso en respuesta a la aparición del estímulo fóbico y suelen ser los primeros síntomas que la persona experimenta de manera consciente.
- Aumento de ritmo cardíaco y palpitaciones.
- Incremento de la tasa respiratoria.
- Sensación de asfixia o falta de aire.
- Tensión muscular.
- Aumento de la sudoración.
- Cefaleas.
- Alteraciones gástricas como dolor de estómago y/diarrea.
- Mareos o sensación de vértigo.
- Náuseas y/o vómitos.
- Desvanecimientos.
2. Síntomas cognitivos
Además de los síntomas físicos, la traumatofobia se distingue por presentar también una serie de síntomas cognitivos lo cuales conforman la base de este fobia específica y a su vez la alimentan, haciendo que cada vez sea más estable y fuerte.
Esta sintomatología cognitiva se manifiesta a través de pensamientos distorsionados e ideas irracionales acerca de las lesiones y heridas físicas. Estas ideas se caracterizan también por ser intrusivas e incontrolables y suelen ir acompañadas de imágenes mentales con contenido catastrófico en relación a los posibles peligros o amenazas de este estímulo fóbico.
3. Síntomas conductuales
Finalmente, el tercer grupo de síntomas es aquel que incluye los patrones de conducta alterados de la persona con traumatofobia. Estos tienden a interferir con la vida diaria de la persona, modificando la forma en la que esta se comporta y generando dos tipo de respuestas diferentes: las conductas evitativas y las conductas de escape.
Las conductas evitativas incluyen todos aquellos comportamientos que el sujeto con traumatofobia lleva a cabo con el objetivo de eludir la situación u objeto fóbico. Como por ejemplo, evitar realizar un deporte de riesgo.
Por otra parte, las conductas de escape se originan cuando la persona no ha sido capaz de evitar el enfrentamiento con la situación temida, lo que desencadenará todo tipo de actos o conductas que le permitan escapar de dicha situación lo antes posible.
¿Cuáles son las causas?
Existen una gran cantidad de factores que pueden influir a la hora de desarrollar una fobia específica. Sin embargo, la experimentación de una vivencia altamente traumática relacionada con el estímulo fóbico, suele ser la más frecuente de todas.
Aunque resulta complicado encontrar las causas concretas que han provocado que una persona desarrolle una fobia, puesto que en ocasiones ni tan solo ella es consciente de qué eventos la han podido ocasionar.
Entre el resto de elemento o factores de riesgo que pueden potenciar la aparición desarrollo de una fobia se encuentran:
- Condicionantes genéticos.
- Patrones de personalidad.
- Estilos cognitivos.
- Condicionamiento directo.
- Aprendizaje vicario o por imitación.
¿Existe un tratamiento?
Aunque no todas las personas que sufren una fobia suele solicitar ayuda, en el caso concreto de la traumatofobia esta puede llegar a ser altamente inhabilitante, por lo que su tratamiento resulta necesario.
Con el desarrollo de las terapias y tratamientos de los trastornos de ansiedad se han creado una serie de protocolos de actuación o pautas de tratamiento que pueden ayudar a disminuir los síntomas de la fobia y permitir a la persona llevar un ritmo y estilo de vida normal.
Tradicionalmente, el tratamiento de las fobias se ha basado en la intervención psicológica. La cual ha resultado ser la más eficaz y con resultados más estables. En ella se lleva a cabo una reestructuración cognitiva para eliminar los pensamientos distorsionados, acompañadas de técnicas de exposición en vivo o de desensibilización sistemática (DS).
Estas técnicas consisten en la exposición gradual a las situaciones relacionadas con la fobia, bien en directo o bien mediante la imaginación. Junto con esto, se realiza un entrenamiento en técnicas de relajación que permiten disminuir el nivel de los síntomas físicos de la ansiedad.