¿Cómo ha ido evolucionando el pensamiento humano? ¿Cómo es posible conocer lo que pensaban los humanos prehistóricos? ¿es posible que se parecieran a las tribus primitivas de hoy en día? ¿en qué medida estas tribus sirven de modelo para entender el pensamiento simbólico prehistórico?
Todas estas preguntas son objeto de estudio de la arqueología cognitiva, que trata de conocer cómo se desarrollaron las capacidades cognitivas, en especial el pensamiento simbólico, en los primeros Homo sapiens. A continuación veremos más a fondo de qué se trata esta tan interesante disciplina y cómo trata de averiguar estas cuestiones.
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¿Qué es la arqueología cognitiva?
La arqueología cognitiva es una disciplina que trata de conocer, en la medida de lo posible, la forma de pensamiento de las culturas prehistóricas. Trata de averiguar qué tipo de características presentaban los procesos mentales de las culturas ágrafas más tempranas en la evolución del Homo sapiens, incluyendo conceptos como el espacio, el tiempo y la idea del yo, nosotros y ellos.
Básicamente trata de entender cómo los procesos cognitivos propiamente humanos han ido emergiendo en la historia de la evolución, y en qué forma han aparecido, relacionándolo con aspectos anatómicos, especialmente del aparato fonador y del cráneo, además de analizar el registro fósil y restos arqueológicos de estas mismas culturas.
Objetivos y teoría
El principal objetivo de la arqueología cognitiva es el estudio arqueológico, apoyándose del modelo psicobiológico. Intenta comprender el origen y desarrollo de la conducta humana a lo largo de su historia.
La idea detrás de esta disciplina es que, si se toman los restos, especialmente ajuar, pinturas rupestres y joyas de las culturas primitivas, se pueden interpretar como conducta, una conducta que, detrás de ella, tenía que haber capacidades simbólicas, producto de todo un procesamiento cognitivo. Este procesamiento mental tenía que darse en respuesta a estímulos externos al individuo, tanto de tipo social (familia, resto de miembros del grupo y miembros de otros grupos) o ambiental (cambios en el clima, alimento escaso...) que se sienten o reciben del medio en donde se vive.
La conducta humana voluntaria y el pensamiento son dos fenómenos que, claramente, están relacionados. Esto es una idea casi obvia para la mayor parte de la población. Cuando vamos a hacer algo, siempre y cuando no sea algo automatizado o producto de una acción refleja, hay un procedimiento detrás. Cuando pintamos un cuadro o hacemos un botijo de cerámica, no lo estamos haciendo de forma automática, tenemos que pensar cada cosa.
Esta misma idea sería compartida con la arqueología cognitiva a la hora de estudiar los restos artísticos de culturas prehistóricas. Cuando uno de los primeros seres humanos estaba pintando un ñu en una pared o haciendo un collar de huesos, detrás de esta conducta, tenía que haber necesariamente un proceso cognitivo. En el primer caso, el artista debió pintar el ñu para representar una realidad, como que en esa zona habían esos animales o que se debía ir con cuidado con ellos. En el segundo, la confección del collar podía tener algún significado religioso, o ser un símbolo de poder.
Aunque la arqueología cognitiva parte de la idea de que se puede saber el tipo de pensamiento que debían tener las personas prehistóricas, lo cierto es que esto nunca se podrá conocer de forma cien por cien fiable.
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¿Qué tiene en cuenta esta disciplina?
La actual disciplina de la arqueología cognitiva se vale del modelo psicobiológico, es decir, aquel que entiende que el ser humano es un organismo con naturaleza biológica y cultural. Es por ello que el comportamiento humano se debe entender de forma interdisciplinar, combinando conocimientos propios de ciencias tanto de la salud como sociales, como la biología evolutiva, la neurología, la psicología y la sociología.
A la hora de estudiar y hacer hipótesis sobre cómo se dio la evolución del pensamiento y capacidad simbólica humanos se tienen en cuenta los siguientes aspectos:
1. Nivel evolutivo
A nivel evolutivo se tienen en cuenta las características anatómicas de fósiles de diferentes Homo sapiens.
El proceso evolutivo es progresivo, rara vez súbito. Esto quiere decir que de la noche a la mañana no pasamos de Homo erectus a Homo sapiens, sino que hubo todo un proceso gradual que implicó cambios en las características anatómicas, entre ellas aparato fonador y capacidad craneal.
Nuestra especie ha ido cambiando anatómicamente a lo largo de los milenios, y eso se ha visto en la cultura. Una de las hipótesis planteadas a la hora de analizar la cada vez mayor complejidad de las culturas humanas ha sido que ha ido a la par de un incremento en las capacidades cognoscitivas del mismo.
2. Características neurológicas
Relacionado con el punto anterior, el cerebro humano ha sido el resultado de un largo y continuado proceso evolutivo, el cual ha contribuido a que haya ido adquiriendo un mayor tamaño y más pliegues para incrementar su superficie.
Esto, junto con mejoras en el aparato fonador gracias al bipedismo, ha sido lo que ha podido albergar la capacidad simbólica, lo cual es la base para el pensamiento y el lenguaje.
Gracias a esta capacidad simbólica el ser humano ha ido pudiendo crear conceptos abstractos, además de salirse de la inmediatez espacio-temporal, es decir, dejar de pensar sólo en el aquí y ahora.
3. Influencia de factores externos
El ser humano, tanto el actual como el más primigenio, ha venido determinado por lo que estaba escrito en sus genes. Su inteligencia base, un aspecto que bien podríamos llamar cuantitativo, era algo heredado.
Sin embargo, las culturas más primitivas, al igual que con los niños que van a la escuela en la actualidad, se veían influidas por los factores externos, esto es su ambiente y sociedad. Esto es lo que les otorgaría una diferencia cualitativa intelectualmente hablando.
Los miembros que se criaban en un grupo en concreto recibían influencias del mismo en forma de cultura, participando activamente en la misma: participaban en ritos, enterraban a sus muertos de acuerdo a cómo lo hacían el resto de congéneres, usaban pintura y complementos corporales...
En arqueología cognitiva se ha tratado de ver las diferencias regionales entre grupos de Homo sapiens primigenios a partir de sus restos, viendo la existencia de diferentes culturas, aunque la mayoría de ellas con un nivel de desarrollo bastante similar
4. Organización psicobiológica
Una vez el ser humano adquiere la capacidad de crear símbolos con su significado, como es el caso del lenguaje, el ser humano es capaz de utilizar su inteligencia para solucionar problemas culturales o sociales.
Críticas
Como ya hemos visto, pese a que el estudio de la arqueología cognitiva es bastante exhaustivo, existen dudas sobre si es posible analizar y obtener información sobre el pensamiento de los primeros humanos a partir de sus restos fósiles y herramientas. ¿Se puede conocer de forma totalmente segura cómo evolucionaron las capacidades cognoscitivas humanas a partir de lo que dejaron?
Cómo ya íbamos diciendo, la idea detrás de esta disciplina es que analizando tanto restos culturales como los huesos de los primeros seres humanos es posible, mediante inferencias, conocer cómo debían ser su capacidad simbólica. Además, esto se hace relacionándolo con culturas primitivas actuales, es decir, culturas tribales, algunas de ellas ágrafas, que se presume que viven de forma muy similar a cómo debían hacerlo las culturas prehistóricas. Cabe decir, igualmente, que esta concepción es un tanto prejuiciosa.
Sin embargo, hay quienes consideran que, si bien es cierto que el arte y los objetos que dejaron los primeros seres humanos es una pista de cómo podrían pensar, realmente no hay ninguna garantía de que les dieran la función que modernamente se les atribuye.
Referencias bibliográficas:
- Rivera-Arrizabalaga, Á. (2005), Arqueología cognitiva: Origen del simbolismo humano, Madrid: Arco Libros. ISBN 84-7635-623-4
- Renfrew, C. y Bahn, P. (1998), Arqueología. Conceptos clave, Madrid: Ediciones Akal. ISBN 84-460-0234-5
- Gamble, C. (2002), Arqueología Básica, Barcelona: Ediciones Ariel. ISBN 978-84-344-6679-1