Los poemas breves son una muestra de que la expresión artística puede ocurrir con unas pocas palabras. En el género literario de los poetas hay ejemplos de que no es necesario escribir páginas enteras para contar una historia o para transmitir un sentimiento o una sensación; por eso tantas personas acuden a los versos para encontrar en ellos un refugio emocional.
En este artículo encontrarás una selección de poemas cortos de autores famosos y anónimos para celebrar el potencial que la poesía tiene en la sencillez. Se trata de obras de arte pequeñas y a la vez grandes, y que pueden ser leídas en segundos.
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Los mejores Poemas cortos
La palabra “poesía” viene del latín poiesis, que significa “cualidad de crear, hacer o producir”. Se trata de un acto creativo en donde se manifiestan la estética y la belleza a través de la palabra. La poesía es un género literario asociado a la capacidad expresiva y la sensibilidad artística que toma la forma de un verso, o en ocasiones de prosa.
Son innumerables los poetas y las poetisas que nos han regalado parte de su sensibilidad artística a través de maravillosos textos. A modo de muestra, en este artículo encontrarás poemas cortos recomendados, obras de famosos autores latinoamericanos y españoles, así como de algunos poetas anónimos. Son obras de poesía breve para dedicar, para reflexionar, para inspirarte o para leer junto a alguien.
1. Aquí (Octavio Paz)
Mis pasos en esta calle
Resuenan
En otra calle
Donde
Oigo mis pasos
Pasar en esta calle
Donde
Sólo es real la niebla.
2. Cada vez que pienso en ti (Anónimo)
Cada vez que pienso en ti,
mis ojos rompen en llanto;
y muy triste me pregunto,
¿por qué te quiero tanto?
3. Síndrome (Mario Benedetti)
Todavía tengo casi todos mis dientes
casi todos mis cabellos y poquísimas canas
puedo hacer y deshacer el amor
trepar una escalera de dos en dos
y correr cuarenta metros detrás del ómnibus
o sea que no debería sentirme viejo
pero el grave problema es que antes
no me fijaba en estos detalles.
4. A un general (Julio Cortázar)
Región de manos sucias de pinceles sin pelo
de niños boca abajo de cepillos de dientes
Zona donde la rata se ennoblece
y hay banderas innúmeras y cantan himnos
y alguien te prende, hijo de puta,
una medalla sobre el pecho
Y te pudres lo mismo.
5. En las noches claras (Gloria Fuertes)
En las noches claras,
resuelvo el problema de la soledad del ser.
Invito a la luna y con mi sombra somos tres.
6. Deletreos de armonía (Antonio Machado)
Deletreos de armonía
que ensaya inexperta mano.
Hastío. Cacofonía
del sempiterno piano
que yo de niño escuchaba
soñando... no sé con qué,
con algo que no llegaba,
todo lo que ya se fue.
7. Despedida (Alejandra Pizarnik)
Mata su luz un fuego abandonado.
Sube su canto un pájaro enamorado.
Tantas criaturas ávidas en mi silencio
y esta pequeña lluvia que me acompaña.
8. Desvelada (Gabriela Mistral)
Como soy reina y fui mendiga, ahora
vivo en puro temblor de que me dejes,
y te pregunto, pálida, a cada hora:
«¿Estás conmigo aún? ¡Ay, no te alejes!»
Quisiera hacer las marchas sonriendo
y confiando ahora que has venido;
pero hasta en el dormir estoy temiendo
y pregunto entre sueños: «¿No te has ido?»
9. Rima LX (Gustavo Adolfo Bécquer)
Mi vida es un erial,
flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal
alguien va sembrando el mal
para que yo lo recoja.
10. Recuerdo que dejo (Nezahualcoyotl)
¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mi sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos
11. Tus ojos son lucero (Anónimo)
Tus ojos son luceros,
tus labios, de terciopelo,
y un amor como el que siento,
es imposible esconderlo.
12. La montaña rusa (Nicanor Parra)
Durante medio siglo
La poesía fue
El paraíso del tonto solemne.
Hasta que vine yo
Y me instalé con mi montaña rusa.
Suban, si les parece.
Claro que yo no respondo si bajan
Echando sangre por boca y narices.
13. Cuando el mar sea redondo (Anónimo)
Cuando el mar sea redondo
y el sol deje de brillar,
ese será el día
en que te pueda olvidar.
14. América, no invoco tu nombre en vano (Pablo Neruda)
AMÉRICA,
no invoco tu nombre en vano.
Cuando sujeto al corazón la espada,
cuando aguanto en el alma la gotera,
cuando por las ventanas
un nuevo día tuyo me penetra,
soy y estoy en la luz que me produce,
vivo en la sombra que me determina,
duermo y despierto en tu esencial aurora:
dulce como las uvas, y terrible,
conductor del azúcar y el castigo,
empapado en esperma de tu especie,
amamantado en sangre de tu herencia.
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15. Las seis cuerdas (Federico García Lorca)
La guitarra
hace llorar a los sueños.
El sollozo de las almas
perdidas
se escapa por su boca
redonda.
Y como la tarántula,
teje una gran estrella
para cazar suspiros,
que flotan en su negro
aljibe de madera.
16. Mi árbol pequeño (Antonio García Teijeiro)
Mi árbol tenía
sus ramas de oro.
Un viento envidioso
robó mi tesoro.
Hoy no tiene ramas
Hoy no tiene sueños
mi árbol callado
mi árbol pequeño.
17. Crisis (Francisco Gálvez)
Tu voz parece de otro tiempo,
ya no tiene aquel tono cálido
de antes, ni la complicidad
de siempre, sólo son palabras
y su afecto es ahora discreto:
en tus mensajes ya no hay mensaje.
18. Yo no soy yo (Juan Ramón Jiménez)
Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera…
19. Menos tu vientre (Miguel Hernández)
Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre,
todo es oculto.
Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre,
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.
20. Fe mía (Pedro Salinas)
No me fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar.
21. El poeta es un fingidor (Fernando Pessoa)
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que en verdad siente,
Y, en el dolor que han leído,
a leer sus lectores vienen,
no los dos que él ha tenido,
sino sólo el que no tienen.
Y así en la vida se mete,
distrayendo a la razón,
y gira, el tren de juguete
que se llama corazón.
22. Al oído de una muchacha (Federico García Lorca)
No quise.
No quise decirte nada.
Vi en tus ojos
dos arbolitos locos.
De brisa, de risa y de oro.
Se meneaban.
No quise.
No quise decirte nada.
23. Amo, amas… (Rubén Darío)
Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo:
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.
Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!
24. Mademoiselle Isabel (Blas de Otero)
Mademoiselle Isabel, rubia y francesa,
con un mirlo debajo de la piel,
no sé si aquél o ésta, oh mademoiselle
Isabel, canta en él o si él en ésa.
Princesa de mi infancia; tú, princesa
promesa, con dos senos de clavel;
yo, le livre, le crayon, le...le..., oh Isabel,
Isabel..., tu jardín tiembla en la mesa.
De noche, te alisabas los cabellos,
yo me dormía, meditando en ellos
y en tu cuerpo de rosa: mariposa
rosa y blanca, velada con un velo.
Volada para siempre de mi rosa
-mademoiselle Isabel- y de mi cielo.
25. Cuchillos en abril (Pere Gimferrer)
Odio a los adolescentes.
Es fácil tenerles piedad.
Hay un clavel que se hiela en sus dientes
y cómo nos miran al llorar.
Pero yo voy mucho más lejos.
En su mirada un jardín distingo.
La luz escupe en los azulejos
el arpa rota del instinto.
Violentamente me acorrala
esta pasión de soledad
que los cuerpos jóvenes tala
y quema luego en un solo haz.
¿Habré de ser, pues, como éstos?
(La vida se detiene aquí)
Llamea un sauce en el silencio.
Valía la pena ser feliz.
26. Amor (Salvador Novo)
Amar es este tímido silencio
cerca de ti, sin que lo sepas,
y recordar tu voz cuando te marchas
y sentir el calor de tu saludo.
Amar es aguardarte
como si fueras parte del ocaso,
ni antes ni después, para que estemos solos
entre los juegos y los cuentos
sobre la tierra seca.
Amar es percibir, cuando te ausentas,
tu perfume en el aire que respiro,
y contemplar la estrella en que te alejas
cuando cierro la puerta de la noche.
27. Pasa y olvida (Rubén Darío)
Peregrino que vas buscando en vano
un camino mejor que tu camino,
¿cómo quieres que yo te dé la mano,
si mi signo es tu signo, Peregrino?
No llegarás jamás a tu destino;
llevas la muerte en ti como el gusano
que te roe lo que tienes de humano...
¡lo que tienes de humano y de divino!
Sigue tranquilamente, ¡oh, caminante!
Todavía te queda muy distante
ese país incógnito que sueñas...
Y soñar es un mal. Pasa y olvida,
pues si te empeñas en soñar, te empeñas
en aventar la llama de tu vida.
28. Contigo (Luis Cernuda)
¿Mi tierra?
Mi tierra eres tú.
¿Mi gente?
Mi gente eres tú.
El destierro y la muerte
para mi están adonde
no estés tú.
¿Y mi vida?
Dime, mi vida,
¿qué es, si no eres tú?
29. En el árbol de mi pecho (Gloria Fuertes)
En el árbol de mi pecho
hay un pájaro encarnado.
Cuando te veo se asusta,
aletea, lanza saltos.
En el árbol de mi pecho
hay un pájaro encarnado.
Cuando te veo se asusta,
¡eres un espantapájaros!
30. Deseo (Luis Cernuda)
Por el campo tranquilo de septiembre,
del álamo amarillo alguna hoja,
como una estrella rota,
girando al suelo viene.
Si así el alma inconsciente,
Señor de las estrellas y las hojas,
fuese, encendida sombra,
de la vida a la muerte.
31. XXV (Pablo Neruda)
¿Por qué para esperar la nieve
se ha desvestido la arboleda?
¿Y cómo saber cual es Dios
entre los Dioses de Calcuta?
¿Por qué viven tan harapientos
todos los gusanos de seda?
¿Por qué es tan dura la dulzura
del corazón de la cereza?
¿Es porque tiene que morir
o porque tiene que seguir?
32. Copla VIII (Garcilaso de la Vega)
Nadi puede ser dichoso,
señora, ni desdichado,
sino que os haya mirado.
Porque la gloria de veros
en ese punto se quita
que se piensa en mereceros.
Así que, sin conoceros,
nadi puede ser dichoso,
señora, ni desdichado,
sino que os haya mirado.
33. ¿Qué es el amor? (Anónimo)
¿Qué es el amor? si no es lo que siento por ti.
¿Qué es el dolor? si no es lo que siento cuando estás lejos de mí.
¿Quién soy yo sin ti?
34. Un tren descarrilado (Joaquin Sabina)
El sexo es una guerra incivil, la única guerra
sin héroes ni vencidos, ni mártires ni santos,
cuando tú y yo buscamos lo mismo, ¡qué dulce cuerpo a tierra!
tan cerca del abismo, del éxtasis, del llanto.
Cuando se pudra el cielo, cuando silben las balas,
sabrás que dejo todo si tú me dices ven,
porque sigues contando conmigo por las malas,
por más que descarrile mi penúltimo tren».
35. Cuarto solo (Alejandra Pizarnik)
Si te atreves a sorprender
la verdad de esta vieja pared;
y sus fisuras, desgarraduras,
formando rostros, esfinges,
manos, clepsidras,
seguramente vendrá
una presencia para tu sed,
probablemente partirá
esta ausencia que te bebe.
36. Zorongo (Federico García Lorca)
Las manos de mi cariño
te están bordando una capa
con agremán de alhelíes
y con esclavina de agua.
Cuando fuiste novio mío,
por la primavera blanca,
los cascos de tu caballo
cuatro sollozos de plata.
La luna es un pozo chico,
las flores no valen nada,
lo que valen son tus brazos
cuando de noche me abrazan,
lo que valen son tus brazos
cuando de noche me abrazan.
37. Una rosa es una flor (Anónimo)
Una rosa es una flor,
un tesoro es una fortuna
y a alguien como tú,
no la cambio por ninguna.
38. David (Pier Paolo Pasolini)
Apoyado en el pozo, pobre joven,
vuelves hacia mí tu cabeza gentil,
con una risa grave en los ojos
Tú eres, David, como un toro en un día de abril,
que de la mano de un muchacho que ríe
va dulce a la muerte.
39. Como si cada beso (Fernando Pessoa)
Como si cada beso
Fuera de despedida,
Cloé mía, besémonos, amando.
Tal vez ya nos toque
En el hombro la mano que llama
A la barca que no viene sino vacía;
Y que en el mismo haz
Ata lo que fuimos mutuamente
Y la ajena suma universal de la vida.
40. El lápiz (Anónimo)
Llorando tomé el lápiz,
Llorando te escribí,
Llorando te suplico
Que no te olvides de mí.
41. Ars Magna (Leopoldo María Panero)
Qué es la magia, preguntas
en una habitación a oscuras.
Qué es la nada, preguntas,
saliendo de la habitación.
Y qué es un hombre saliendo de la nada
y volviendo solo a la habitación.
42. En ti pensaba (José Martí)
En ti pensaba, en tus cabellos
que el mundo de la sombra envidiaría,
y puse un punto de mi vida en ellos
y quise yo soñar que tú eras mía.
Ando yo por la tierra con los ojos
alzados -¡oh, mi afán!- a tanta altura
que en ira altiva o míseros sonrojos
encendiólos la humana criatura.
Vivir: -Saber morir; así me aqueja
este infausto buscar, este bien fiero,
y todo el Ser en mi alma se refleja,
y buscando sin fe, de fe me muero.
43. Hasta cuándo (Idea Vilariño)
Hasta cuándo los gestos
las señas las palabras
la sabida comedia
la máscara atroz
esta triste aventura
de ser cálido y fuerte
y andar entre las cosas
inanimadas frías
a cuyo estado un día
llegaremos sin duda.
44. Ya no mana la fuente, se agotó el manantial... (Rosalía de Castro)
Ya no mana la fuente, se agotó el manantial;
ya el viajero allí nunca va su sed a apagar.
Ya no brota la hierba, ni florece el narciso,
ni en los aires esparcen su fragancia los lirios.
Sólo el cauce arenoso de la seca corriente
le recuerda al sediento el horror de la muerte.
¡Mas no importa! A lo lejos otro arroyo murmura
donde humildes violetas el espacio perfuman.
Y de un sauce el ramaje, al mirarse en las ondas,
tiende en torno del agua su fresquísima sombra.
El sediento viajero que el camino atraviesa,
humedece los labios en la linfa serena
del arroyo que el árbol con sus ramas sombrea,
y dichoso se olvida de la fuente ya seca.
45. Lluvia (Roberto Bolaño)
Llueve y tú dices es como si las nubes
lloraran. Luego te cubres la boca y apresuras
el paso. ¿Como si esas nubes escuálidas lloraran?
Imposible. Pero entonces, ¿de dónde esa rabia,
esa desesperación que nos ha de llevar a todos al diablo?
La Naturaleza oculta algunos de sus procedimientos
en el Misterio, su hermanastro. Así esta tarde
que consideras similar a una tarde del fin del mundo
más pronto de lo que crees te parecerá tan sólo
una tarde melancólica, una tarde de soledad perdida
en la memoria: el espejo de la Naturaleza. O bien
la olvidarás. Ni la lluvia, ni el llanto, ni tus pasos
que resuenan en el camino del acantilado importan;
Ahora puedes llorar y dejar que tu imagen se diluya
en los parabrisas de los coches estacionados a lo largo
del Paseo Marítimo. Pero no puedes perderte.
46. Días y noches te he buscado (Vicente Huidobro)
Días y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde cantas
Te he buscado por el tiempo arriba y por el río abajo
Te has perdido entre las lágrimas
Noches y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde lloras
Porque yo sé que estás llorando
Me basta con mirarme en un espejo
Para saber que estás llorando y me has llorado
Sólo tú salvas el llanto
Y de mendigo oscuro
Lo haces rey coronado por tu mano
47. Se despertó una mañana (Rafael Alberti)
Se despertó una mañana.
Soy la yerba,
llena de agua.
Me llamo yerba. Si crezco,
puedo llamarme cabello.
me llamo yerba. Si salto,
puedo ser rumor de árbol.
Si grito, puedo ser pájaro.
Si vuelo...
(Hubo temblores de yerba
aquella noche en el cielo)
48. Grande y sabio (Concepción de Estevarena)
Alcé los ojos: tu mirada, entonces,
brilló intensa en mis lágrimas,
como un rayo de sol que ardiente cae
sobre trémulas aguas.
Te dejé de mirar, por parecerme
que te causaba pena,
aunque yo, contemplándola, sentía
satisfacción secreta.
Volví a mirarte cuando ya a mis labios
atrajo una sonrisa:
llorando estabas tú, pero tus lágrimas
eran lágrimas mías.
Grande es tu corazón, porque consuela
con el triste sufriendo:
tu corazón es sabio porque sabe
llorar males ajenos.
49. Miramos largamente el mar... (Fabio Morábito)
Miramos largamente el mar
después del pleito, sin hablarnos.
No la pasamos bien en Cádiz
esos dos días.
Sentí al decir que no quería
tener un hijo por ahora,
que había llegado a un punto divisorio.
Por vez primera fui muy claro.
Adiós ambigüedad,
me dije, bien precioso,
ya comenzó la cuenta regresiva.
Supe que existirías,
que era cuestión de tiempo.
Si iba a seguir con ella, claro.
Si iba a seguir contigo, en suma.
Y ella también,
después de arrinconarme
entre su ser y el mar, lo supo,
el mar que nos quedamos,
después del pleito,
mirando largamente sin hablarnos.
No la pasamos bien en Cádiz
esos dos días.
Ve alguna vez a Cádiz
junto al mar, sin nadie,
y mira el mar como nosotros lo miramos
y fúmate un cigarro, absorto, y piensa
que estás donde empezaste.
50. A la luna (Encarnación Cubas Báez)
Ya se tiñe el horizonte
de indecisa claridad
Silenciosa está la noche
y en su lecho duerme el mar.
Las estrellas palidecen
cansadas de velar ya,
y la luna se despide
otro mundo a iluminar.
Su mirada cariñosa
al tenderse con afán
sobre las doradas tierras
que en su curso alumbrará,
solo llanto y desconsuelo
por do quiera va a encontrar.
¡Oh, luna, tal vez por eso
es tan triste tu mirar!
51. Isla (Virgilio Piñera)
Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
sólo me tocó en suerte,
y lo acepto porque no está en mi mano
negarme, y sería por otra parte una descortesía
que un hombre distinguido jamás haría.
Se me ha anunciado que mañana,
a las siete y seis minutos de la tarde,
me convertiré en una isla,
isla como suelen ser las islas.
Mis piernas se irán haciendo tierra y mar,
y poco a poco, igual que un andante chopiniano,
empezarán a salirme árboles en los brazos,
rosas en los ojos y arena en el pecho.
En la boca las palabras morirán
para que el viento a su deseo pueda ulular.
Después, tendido como suelen hacer las islas,
miraré fijamente al horizonte,
veré salir el sol, la luna,
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?
52. Alba de mi Silencio (Julia de Burgos)
En ti me he silenciado...
El corazón del mundo
está en tus ojos, que se vuelan
mirándome.
No quiero levantarme de tu frente fecunda
en donde acuesto el sueño de seguirme en tu alma.
Casi me siento niña de amor que llega hasta los pájaros.
Me voy muriendo en mis años de angustia
para quedar en ti
como corola recién en brote al sol...
No hay una sola brisa que no sepa mi sombra
ni camino que no alargue mi canción hasta el cielo.
¡Canción silenciada de plenitud!
En ti me he silenciado...
La hora más sencilla para amarte es ésta
en que voy por la vida dolida del alba.
53. Tu nombre (Jaime Sabines)
Trato de escribir en la oscuridad tu nombre.
Trato de escribir que te amo.
Trato de decir a oscuras todo esto.
No quiero que nadie se entere,
que nadie me mire a las tres de la mañana
paseando de un lado a otro de la estancia,
loco, lleno de ti, enamorado.
Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote.
Digo tu nombre con todo el silencio de la noche,
lo grita mi corazón amordazado.
Repito tu nombre, vuelvo a decirlo,
lo digo incansablemente,
y estoy seguro que habrá de amanecer.
54. Amor empieza por desasosiego (Sor Juana Inés de la Cruz)
Amor empieza por desasosiego,
solicitud, ardores y desvelos;
crece con riesgos, lances y recelos;
susténtase de llantos y de ruego.
Doctrínanle tibiezas y despego,
conserva el ser entre engañosos velos,
hasta que con agravios o con celos
apaga con sus lágrimas su fuego.
Su principio, su medio y fin es éste:
¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío
de Celia, que otro tiempo bien te quiso?
¿Qué razón hay de que dolor te cueste?
Pues no te engañó amor, Alcino mío,
sino que llegó el término preciso.
55. La dulce boca (Luis de Góngora)
La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
¡amantes! no toquéis si queréis vida:
porque entre un labio y otro colorado
Amor está de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas que al Aurora
diréis que aljofaradas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno.
Manzanas son de Tántalo y no rosas,
que después huyen dél que incitan ahora
y sólo del Amor queda el veneno.
El potencial inspirador de los poemas breves
Para muchas personas, la poesía es una forma de arte complicada, casi inaccesible; al desafiar la lógica por la que suele regirse el lenguaje hablado, puede parecer intimidante ponerse a leer un poemario. Ante este hecho, los poemas cortos son una gran ayuda para familiarizarse con este tipo de literatura.
Pero a la vez, la labor de los poetas es más que un entretenimiento o que una manera de evadirse de la realidad. Pueden ayudarnos a conocernos mejor, a descubrir matices de la realidad que habían permanecido ocultos. E incluso se usan en la biblioterapia.
En estos ejemplos de obras breves que han pasado a la Historia, encontrarás una oportunidad para conectar emocionalmente con el mundo de la lírica, puedes incluso transformar en un hábito la lectura de esta clase de textos.