A partir del siglo III d.C., el Imperio romano empieza a dar muestras evidentes de agotamiento. La unidad del estado se empieza a fragmentar, y ello da como resultado la disminución del comercio y de las rutas de intercambio y, en consecuencia, una caída del poder de las ciudades. La antaño sociedad urbana se iba convirtiendo, paulatinamente, en la sociedad eminentemente rural característica de la Edad Media, con la explotación del campo como base económica.
¿Cómo se dio este paso de la sociedad antigua a la sociedad medieval? ¿Qué papel tuvo en ello el campo y, con él, las famosas villas romanas? ¿Cómo se transformaron estos latifundios en los feudos medievales? En el artículo de hoy repasamos esta transición y te contamos cómo fue el paso de las villas romanas a los señoríos feudales.
El paso de las villas romanas a los señoríos feudales: historia de una transición
Es evidente que la ruralización fue una de las características básicas de la configuración de la Europa medieval. Sin embargo, no por ello debemos pensar que el mundo romano carecía de poder en el campo. De hecho, el núcleo de la producción y del comercio romano eran las villae o villas, explotaciones agropecuarias que descansaban en manos de los dominus o señores y que, con su alta especialización en productos, eran las fuentes de la alimentación de las colonias romanas y de su ejército. Podemos decir que, sin ellas, el mundo romano no se hubiera sostenido.
No obstante, es un hecho que, a partir del siglo III d.C., se observa una ruralización sin precedentes en el viejo mundo romano, ruralización que comportará la caída de las ciudades y el auge del campo como epicentro de la posterior sociedad medieval. Y, a pesar de que los feudos rurales son característicos del Medievo, su germen lo encontramos ya en la Europa tardoantigua, como veremos.
Ante el peligro, me encomiendo a un poderoso
Las convulsiones políticas y sociales del siglo III hacen que muchos pequeños propietarios se sientan inseguros. El estado se resquebraja y el poder público es prácticamente inexistente. De esta forma, los campesinos advierten que no se les puede garantizar una seguridad mínima, por lo que se encomiendan a sus vecinos más poderosos.
Se trata del patrocinium, a través del cual un pequeño propietario se pone en manos del dominus (el gran propietario de los latifundios) para que le proteja militarmente. A cambio, el protegido le brindará una serie de bienes, que pueden ser de trabajo (la obligación de trabajar ciertos días de la semana en la propiedad señorial) o de cesión de producto (la obligación de cederle parte de la cosecha).
Como podemos apreciar, estamos hablando de un primitivo sistema feudal, en el que el campo, con los domini a la cabeza, controlan amplias áreas de territorio y una cantidad considerable de sus habitantes. Se trata del testimonio fehaciente de la extinción del poder estatal, característica de la sociedad trardoantigua y, especialmente, de la sociedad medieval, en la que gran parte de la tierra (y de la jurisdicción militar y judicial) está en manos de particulares.
De esclavos a colonos
La base de la economía romana eran los esclavos, mano de obra gratuita que, además, no tenía ningún derecho porque ni siquiera eran considerados hombres. Las cosas empiezan a cambiar a partir del siglo III d.C. Primero, porque la creciente Iglesia no ve con buenos ojos la existencia de la esclavitud; segundo, porque, debido a esta inestabilidad social, muchos campesinos libres se encomiendan a poderosos y trabajan para ellos, sin perder por ello su condición de hombres libres. Estos nuevos trabajadores serán los colonos, semilla de lo que serán, en la Edad Media, los vasallos.
A medio camino entre los esclavos (que, aún así, siguieron existiendo hasta bien entrada la Edad Media) y los colonos estaban los siervos, hombres y mujeres que eran libres pero que, sin embargo, estaban sujetos a la autoridad señorial de forma bastante severa. A los siervos se les cedía un manso o parcela de tierra con vivienda para su manutención, pero tenían la obligación de trabajar unos días en la reserva señorial. A pesar de ser de condición libre, estos siervos no podían marchar de las tierras del dominus sin su permiso, por lo que su estatus era, en realidad, un camino medio entre la esclavitud y la libertad.
Los grandes cambios rurales y la transformación de las villas
La rotura del estado como ente aglutinador quita poder a las ciudades. En consecuencia, la población emigra al campo y se instala alrededor de las grandes villas tardorromanas, encomendándose, como ya hemos visto, al dominus. Son los siglos IV y V, la edad dorada de las villae, que empiezan a enriquecerse gracias a esta inesperada afluencia de mano de obra. Como resultado, los domini empiezan a comportarse como “protoseñores” feudales, organizando a su alrededor todo un complejo sistema de ceremonial y aglutinando cada vez más responsabilidades que eran, en su origen, del estado.
Las villas romanas tardoantiguas son, pues, enormes latifundios lujosamente decorados donde vive el señor con su familia y, a su alrededor, una multitud de esclavos y colonos que están a su servicio. Pero la producción de estas villae ya no se destina al comercio, que ha caído estrepitosamente junto con el estado; se trata de células autosuficientes, cuyos excedentes se destinan, más bien, al caprichoso consumo de estas élites rurales eminentemente poderosas.
A partir del siglo VI se produce un acusado debilitamiento de la tradicional villa tardorromana en favor de la denominada “villa carolingia”, que será característica de los primeros siglos de la Edad Media. Se trata de enormes propiedades agrícolas, mayoritariamente concentradas en las zonas del Loira y del Rin, que son herederas de la villa romana pero que, sin embargo, presentan una diferencia: poseen dos partes claramente diferenciadas. La primera, la reserva señorial, está destinada al dominus, y en ella deben trabajar los siervos y colonos a cambio de protección y alimento. La segunda, el manso, estaba destinada exclusivamente a la explotación de estos últimos, aunque judicialmente pertenecía al señor.
Poco a poco, estos grandes señores de la tierra empiezan a acumular muchísimas parcelas, generalmente desperdigadas, que conformarán una amalgama de propiedades que constituirá el germen de los futuros feudos. Un mundo que se acentuará tras las invasiones germanas y el establecimiento de los comites (mundo carolingio), duces (mundo itálico) y earldormen (mundo anglosajón), una especie de “funcionarios” privados al servicio del monarca que tendrán auténtico poder en su territorio rural. Acababa el mundo antiguo y entraba la Edad Media en Europa.
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