La tradición cristiana considera a Lucas, uno de los apóstoles de Jesús, como el autor del tercer evangelio canónico recogido en el Nuevo Testamento. Según los expertos, el texto, que fue redactado originalmente en griego, data aproximadamente del año 60 de nuestra era, por lo que, de ser Lucas realmente su autor, el evangelista habría acometido la obra ya de anciano.
La Iglesia siempre ha tenido a este evangelio en alta estima, ya que es uno de los que más detalles da de la vida de Jesús. Al parecer, y según recoge la tradición, esto es debido a la cercana amistad que unía a Lucas con la Virgen María, una amistad que permitió al apóstol recoger de ella mucha información acerca de la vida del Mesías.
Existe un dato sobre San Lucas que mucha gente ignora, y es que, además de apóstol y evangelista, es el patrón de los pintores. A priori, resulta bastante curioso. ¿Por qué habría de ser un evangelista el representante de este oficio artístico? Para comprenderlo, nos vemos obligados a realizar un pequeño viaje hacia el pasado. Si te interesa el tema, sigue leyendo.
San Lucas como patrón de los pintores: ¿quién fue realmente este personaje?
Antes que nada, repasemos un poco lo que se conoce de este apóstol de Jesús. Como suele suceder con muchos de los personajes bíblicos, existen pocos o casi ningún documento histórico que avale su existencia más allá de las Sagradas Escrituras. La tradición sostiene que Lucas nació en Antioquía y que fue de profesión médico; al menos, San Pablo, a quien Lucas acompañó en sus viajes de apostolado, lo llamó “médico querido”. Los relatos orales también recogieron su muerte, acaecida en Acaya, Grecia, cuando el evangelista tenía unos ochenta años.
El conocimiento de la verdadera profesión de Lucas no arroja tampoco ninguna luz acerca de por qué es el patrón de los pintores. Si Lucas fue, como recoge San Pablo, un médico, debería ser representante del oficio de la medicina, no del de la pintura. ¿Por qué, entonces, es San Lucas el patrón de los pintores?
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El verdadero icono de la Virgen María
La respuesta debemos buscarla también en la tradición, que sostiene que Lucas fue, nada más y nada menos, el primer (y único) pintor que plasmó el verdadero rostro de María. Se trata de una leyenda de raíces muy antiguas, de la que se desconoce el origen. Parece ser que el apóstol, gracias a su trato cercano con la madre de Jesús, realizó de ella, al menos, tres iconos, que se convirtieron en reliquias y que actualmente están conservados en tres iglesias romanas: Santa María la Mayor, Santa María del Popolo y Santa María de Araceli.
Dejando de lado si la leyenda es o no cierta, el hecho es que sentó las bases de la posterior representación de la Virgen María. Y también, por supuesto, de San Lucas. Porque el personaje es representado en la iconografía, o bien como evangelista (generalmente en su forma de Buey o Toro, parte del Tetramorfos que plasma a los cuatro evangelistas), o bien como pintor retratando a la Virgen. Así lo plasmó El Greco en su conocido icono sobre el tema (1567), cuando todavía se encontraba en Creta, imbuido de la tradición pictórica bizantina.
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Los iconos bizantinos de la Virgen y su tipología
A partir de la leyenda de Lucas como pintor de la Virgen, podemos entender por qué los iconos del oriente cristiano siguen unas características concretas. Y es que todos beben de esta primera representación mariana que, al ser supuestamente el verdadero rostro de María, debía conservarse como espejo del aspecto real de la Virgen.
La técnica utilizada por estos iconos es el temple sobre tabla, y en ellos se representa a la Madre de Dios en base a una iconografía muy concreta. Todos ellos tienden a un extremo hieratismo; María se presenta en actitud majestuosa sosteniendo al Niño, al que sirve de trono. Sin embargo, existe una profusión de tipologías dentro de esta representación bizantina, que detallamos a continuación.
1. La Virgen Theotokos o Virgen como madre de Dios
Esta tipología se empieza a representar a partir del Concilio de Éfeso (431), donde se consolida a María como madre de Dios. Recordemos que, con anterioridad a esta fecha, existieron ciertas corrientes cristianas que negaban la maternidad divina de María; el concilio vino a refutar estas teorías y a confirmar a la Virgen como receptora de la semilla divina.
Las vírgenes theotokos son muy hieráticas y siguen una acusada esquematización de formas. El Niño suele estar en el regazo de María, bendiciendo; generalmente no existe ningún contacto entre la madre y el hijo, por lo que también se habla de estas vírgenes como el trono de Jesús. Las tres cruces que suelen aparecer hacen alusión a la virginidad de María antes, durante y después del parto.
2. La Virgen glicofilusa o Virgen de la ternura
Esta segunda tipología de representación mariana, basada también en el primitivo icono de San Lucas, presenta a una Virgen igualmente esquemática, pero mucho más expresiva, puesto que se inclina amorosamente hacia su hijo y toca su cabeza con la suya. A menudo, el Niño apoya la manita en el manto de la madre o incluso tiene una cierta actitud juguetona, que rompe el marcado hieratismo de este tipo de representaciones.
3. La Virgen galactotrofusa o Virgen de la leche
La tercera tipología bizantina en relación con la representación mariana es la Virgen galactotrofusa o Virgen de la leche, donde María aparece amamantando a Jesús, en un claro paralelismo con su maternidad universal.
4. La Virgen odhigitria o Virgen del camino
En esta última tipología mariana de origen bizantino María señala al Niño que está en su regazo, como indicando que sólo a través de él se alcanza la Verdad y la salvación.
Generalización de la iconografía de San Lucas como pintor
Ya desde el siglo XV empiezan aparecer representaciones del apóstol portando el icono primigenio de la Virgen María, como atestigua la Coronación de la Virgen de Michele Giambono (ca. 1450), conservada en la Galería de la Academia de Venecia. En el cuadro aparece Lucas con el Buey/Toro a sus pies y portando solemnemente el icono de la Virgen, delicadamente enmarcado en plata.
También el flamenco Rogier van der Weyden (m. 1464) tiene un exquisito óleo en el que aparece San Lucas pintando a la Virgen, en este caso en su advocación de galactotrofusa o Virgen de la leche, pues María se encuentra discretamente apartada amamantando al Niño. La obra de Van der Weyden posee un detallismo sorprendente, característico de los primitivos flamencos. Por la gran ventana del fondo se vislumbra un maravilloso paisaje inspirado en los pueblos de Flandes.
El carácter de la representación de la Virgen de la mano de San Lucas varía considerablemente dependiendo de la época, la región y el artista. Así, mientras que tradicionalmente la pintura original del apóstol sería un icono sobre madera, en el cuadro de van der Weyden Lucas parece estar dibujando a la Virgen sobre un papel. En otras representaciones, el evangelista está ante un caballete y pinta al óleo.
La iconografía del Lucas-pintor se extiende en el siglo XVII, y no son pocas las cofradías de pintores que tienen al santo como patrón, bajo cuya advocación se sitúan. Famosa es, por ejemplo, la Cofradía de San Lucas de Delft, a la que perteneció Vermeer, o la de Zaragoza, instituida en 1502.