En La Escuela de Atenas de Rafael, fresco ubicado en las Estancias Vaticanas, aparece Platón señalando al cielo y, a su lado, su discípulo Aristóteles señala el suelo. A grandes rasgos, podemos decir que el gesto platónico hace referencia a una corriente de pensamiento centrada en la razón y las ideas innatas (que más tarde se conocería como racionalismo), y el de Aristóteles, al empirismo o la corriente filosófica más relacionada con la experiencia de los sentidos.
El racionalismo como corriente de pensamiento ha tenido una gran trayectoria. Podemos buscar sus raíces, como hemos indicado, en los preceptos de Platón acerca de las ideas innatas (es decir, aquellas que no son aprendidas mediante la experiencia). A lo largo de la Edad Media, una época eminentemente platónica, se siguieron los postulados platónicos, para acabar, hacia los siglos XIII y XIV, dando un giro hacia posturas mucho más empiristas, abanderadas por los textos de Aristóteles, los pensadores del círculo de Oxford y santo Tomás de Aquino.
Pero, sin duda, la época dorada del racionalismo fue el siglo XVII. René Descartes (1596-1650) y su Discurso del método (1637) cambiaron para siempre la trayectoria filosófica, hasta el punto de que en Francia y el continente predominó la corriente racionalista, mientras que en las islas inglesas, y siguiendo el legado de Oxford, crecía con rapidez el empirismo abanderado por David Hume (1711-1776).
¿Qué es el racionalismo?
El racionalismo posee un significado bastante amplio, que podríamos resumir de la siguiente manera: se trata de una corriente de pensamiento que prioriza la razón por delante de otros métodos de conocimiento, tales como la auctoritas (las fuentes “avaladas” por el tiempo y la tradición), la fe o la experiencia sensorial.
Así pues, los postulados racionalistas sostienen que sólo a través de la razón humana se puede acceder a la verdad última. En este sentido, los racionalistas creen que hombres y mujeres están suficientemente capacitados para, a través de un proceso de deducción y lógica, llegar a conclusiones certeras. De hecho, para la mayoría de los racionalistas este es el único camino de acceso al conocimiento, puesto que los sentidos nos engañan (recuérdese el cogito, ergo sum de Descartes) y, por tanto, no constituyen una fuente fiable.
Por supuesto, para que la razón siga el proceso adecuado hacia la verdad es necesario establecer cuál es ese proceso; de lo contrario, podríamos caer en falacias y contradicciones que no harían más que alejarnos de la verdad buscada. Es por ello por lo que los racionalistas, con René Descartes a la cabeza, intentan imponer al razonamiento humano un proceso deductivo parecido al de las matemáticas, donde no existe posibilidad de error.
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¿En qué época debemos inscribir la corriente racionalista?
Ya hemos comentado en la introducción que en Platón (h. 427-347 a.C.) ya encontramos algunos de los aspectos que más tarde serán cruciales para el racionalismo; entre ellos, la existencia de las ideas innatas. Más tarde, su discípulo Aristóteles propone un giro importante a las enseñanzas del maestro y se vincula más con la experiencia y el testimonio de los sentidos, que será la semilla de la futura revolución científica.
Hacia el siglo XIII, las teorías de Aristóteles han impregnado Europa. Las viejas teorías platónicas se van abandonando, si bien nunca desaparecerán del todo. Los nuevos pensadores (incluso pensadores religiosos, como el ya citado Santo Tomás de Aquino) empiezan a ver que es necesario seguir un proceso deductivo (científico, por tanto) para alcanzar conclusiones correctas y adecuadas. En las islas británicas, el llamado Círculo de Oxford (con Roger Bacon, Duns Escoto y Guillermo de Ockham a la cabeza) sientan las bases del posterior empirismo inglés, que hace hincapié en la experiencia como único punto de partida para alcanzar el conocimiento.
Sin embargo, el racionalismo vive un nuevo impulso en el continente, especialmente en Francia. Eminentes pensadores como Nicola Malebranche (1638-1715), Gottfried W. Leibniz (1646-1716), Baruch Spinoza (1632-1677) y el mismo Descartes sientan las bases del racionalismo moderno, así como de parte de la filosofía occidental moderna.
El contexto en el que se desarrolla este racionalismo continental está marcado por las guerras de religión, la Reforma protestante y la Contrarreforma católica, así como los primeros pasos de la que será llamada Revolución Científica del XVII.
En este nuevo contexto, las corrientes de pensamiento se dirigen hacia una comprensión profunda de los mecanismos naturales, con el fin de controlarlos para beneficio del ser humano; es el alba del positivismo. Por otro lado, los filósofos reflexionan acerca del papel del estado y de quienes gobiernan, un camino que dará como resultado las revoluciones políticas y sociales de fines de siglo.
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Características esenciales del racionalismo
Pero ¿cuáles son las características del racionalismo? ¿Cómo podemos reconocer esta corriente de pensamiento que protagonizó el siglo XVII en Europa? Veámoslo a continuación.
1. Supremacía absoluta de la razón
De hecho, de aquí viene su nombre, racionalismo. En él encontramos una supremacía absoluta de la razón, por encima de otros métodos de conocimiento, bien sean los métodos “clásicos” (la autoridad y la fe) o la experiencia de los sentidos. En realidad, para los racionalistas, la razón es la única vía posible para un conocimiento auténtico y válido, puesto que la tradición y la fe no están basadas en ningún método y, por otro lado, los sentidos nos engañan. Así pues, según los racionalistas, la mente humana es perfectamente capaz de llegar por sí sola a la verdad; sólo necesita un método apropiado y eficaz.
2. Existencia de las ideas innatas
¿Qué son las ideas innatas? Son aquellas que son inherentes a nosotros y no hemos adquirido mediante ninguna experiencia empírica. En concreto, para Leibniz, estas ideas residen en la estructura de nuestra mente, por lo que somos capaces de comprenderlas sin necesidad de experimentarlas. Aquí vemos la profunda ligazón del racionalismo con aquello que promulgaba Platón, uno de los grandes abanderados de las ideas innatas; un concepto, por cierto, que marcó toda la Edad Media con la eterna cuestión de los universales.
3. Rechazo absoluto de la experiencia sensorial
Si se da supremacía absoluta a la razón y a la capacidad deductiva del ser humano y, además, se admite la existencia de las ideas innatas, es lógico pensar que los racionalistas no creían en la información que proporcionaban los sentidos. Entre ellos, especialmente crítico fue René Descartes, que aseguró que no podía estar seguro de nada menos de su yo pensante (la res cogitans). Es necesario aclarar, sin embargo, que no todos los racionalistas fueron tan adversos a la experiencia sensorial.
4. Búsqueda de un método infalible de deducción
La razón humana es suficiente para llegar a la verdad, pero solo si sigue el método adecuado. De otro modo, las conclusiones a las que llegará serán erróneas. Así, los racionalistas, con Descartes a la cabeza, intentaron establecer un método de deducción, inspirados especialmente en las ciencias matemáticas, para conseguir dotar a la razón de un vehículo infalible para emitir postulados absolutamente certeros.
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