El castigo es uno de los conceptos centrales para la psicología conductista. Se trata de una técnica de modificación de conducta cuya finalidad es la de disminuir o extinguir la repetición de un comportamiento.
Es, así mismo, un concepto que sido constantemente retomado e incluso criticado por algunas disciplinas fuera de la psicología, así como por subdisciplinas dentro de ésta; especialmente por la pedagogía, la psicología educativa, la psicología clínica y también la psicología organizacional, entre otras.
En el lenguaje coloquial, el término “castigo” también se ha extendido y se ha cargado con distintos significados, que con frecuencia lo utilizan como sinónimo de daño emocional o físico.
Es por esto que hablar de “castigo” puede tener algunas variaciones según quién utiliza el concepto, y puede así mismo dar pie a distintas confusiones. En este artículo veremos específicamente qué es el castigo en la psicología de tradición conductista (especialmente en el condicionamiento operante), y cómo se utiliza.
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¿Qué es el castigo? Su uso en condicionamiento operante
El concepto de castigo aplicado en psicología surge de la corriente del condicionamiento operante. Esta última fue sistematizada por el psicólogo norteamericano Frederic Skinner, quien retomó las teorías más clásicas del condicionamiento desarrolladas por John Watson e Iván Pávlov; y posteriormente trabajadas por otro psicólogo estadounidense: Edward Thorndike.
El condicionamiento clásico hace referencia a cómo es que aprendemos un comportamiento mediante la presentación de un estímulo. A muy grandes rasgos, el condicionamiento clásico nos dice que ante la presentación de un estímulo, aparece una respuesta (una acción o una conducta). Así, es posible desarrollar una tecnología de la conducta capaz de crear situaciones y contextos que aumentan las probabilidades que se lleven a cabo ciertas acciones, y reducen las probabilidades de que se lleven a cabo otras.
El condicionamiento operante, por su parte, también asume las implicaciones técnicas del condicionamiento clásico, aunque propone otros medios para conseguirlo. Propone que a dicha a respuesta le sigue una consecuencia determinada. Y esta última, la consecuencia, es el elemento que define si la conducta se repite o disminuye.
Así pues, el condicionamiento operante analiza cómo y cuáles son las consecuencias que pueden producir o eliminar determinada conducta o acción. Para esto ha sido necesario utilizar distintos conceptos que han impactado de manera importante tanto las teorías como las intervenciones de modificación conductual. Entre dichos conceptos se encuentran el de “consecuencia” y el de “castigo”, que veremos desarrollados a continuación.
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La consecuencia y el castigo según la psicología conductista
En términos resumidos, la consecuencia es el efecto de la conducta. En otras palabras, es lo que se produce luego de que ocurre una acción determinada. La consecuencia puede tener dos resultados posibles: bien puede hacer que dicha acción se repita, o bien, puede hacer que la acción disminuya.
El primer caso se trata de una “consecuencia positiva”, ya que refuerza la conducta y favorece su reiteración. En el segundo caso, hablamos de una “consecuencia negativa”, debido a que su principal efecto es la supresión del comportamiento. Vemos entonces que, a pesar de utilizar con frecuencia conceptos como “positivo” o “negativo”, en el contexto del condicionamiento operante no se trata de términos que indiquen moralidad, es decir, no deben entenderse como “buenos” o “malos”, sino en cuanto a sus efectos y según la forma en la que se presenta un estímulo.
Así pues, la consecuencia puede tanto fortalecer un comportamiento como suprimirlo. Y esto último depende de cómo se aplica y de cuál es su finalidad, lo cual se presta a permitir implementar modelos de comportamiento deseables desde el punto de vista de la familia, la sociedad, etc. Podemos entonces distinguir dos tipos de consecuencia:
1. Consecuencia positiva (el reforzador)
El condicionamiento operante nos dice que para fortalecer una conducta, es necesario presentar o bien, retirar, un estímulo. El objetivo tanto de presentarlo como de retirarlo es siempre el de reforzar el comportamiento. Esto último puede ocurrir a través de dos acciones y elementos distintos:
1.1. Reforzador positivo
El refuerzo positivo es el que ocurre mediante la presentación de un estímulo agradable. Por ejemplo, cuando se le da a una persona un incentivo (material o inmaterial) que le gusta, luego de haber tenido el comportamiento esperado. Un clásico puede ser el de dar un dulce a un niño pequeño cuando ha hecho algo que queremos que se repita. En el contexto más tradicional de la experimentación con animales, un ejemplo de refuerzo positivo es cuando se da a una rata una bola de comida luego de presionar una palanca.
1.2. Reforzador negativo
El refuerzo negativo consiste en retirar un estímulo desagradable. Por ejemplo, quitar algo que a la persona no le gusta: si a un niño le desagrada hacer los deberes, un refuerzo negativo es reducir el número de estos últimos luego de que ha tenido un comportamiento deseado (ya que esto hará que el comportamiento se repita).
Otro ejemplo es cuando dentro de un automóvil comienzan a sonar las alarmas que nos indican que no tenemos puesto el cinturón de seguridad. Dichas alarmas sólo se retiran una vez que nos hemos colocado el cinturón. Es decir que su retirada refuerza nuestra conducta.
2. Consecuencia negativa (el castigo)
Por otro lado, la consecuencia negativa, también llamada “castigo”, tiene el objetivo de suprimir un comportamiento. Igual que en los casos anteriores es necesario presentar o retirar un estímulo; sólo que en este caso, la finalidad es siempre la de extinguir, o por lo menos disminuir, la aparición de una conducta. Lo anterior sigue un mecanismo de aprendizaje más complejo que el de la consecuencia positiva, y puede ocurrir de dos maneras posibles:
2.1. Castigo positivo
En este caso se presenta un estímulo que provoque repugnancia o rechazo, de manera que la persona o el organismo asocia un comportamiento con dicha sensación desagradable y entonces evita su repetición. Por ejemplo, en experimentos con animales se han utilizado descargas eléctricas cuando estos realizan conductas no deseadas. Un ejemplo entre las personas, pueden ser los castigos basados en palabras o acercamientos físicos desagradables.
Con frecuencia, los castigos extinguen o disminuyen una conducta sólo de manera temporal. Además, pueden reforzar la asociación emocional negativa con el comportamiento o con el estímulo condicionado, que es la situación (puede ser la simple presencia de una persona) que alerta sobre el estímulo aversivo que se aproxima.
2.2. Castigo negativo
El castigo negativo consiste en la retirara de un estímulo agradable. Por ejemplo, cuando se quita a una persona algo que le gusta. Un caso típico podría ser el de retirar a un niño un juguete que le agrada luego de que ha tenido una conducta que no queremos que repita.
Según qué tanta coherencia y relación exista entre la conducta indeseada y el estímulo, dicha conducta puede extinguirse a corto o largo plazo; y puede, o no, generalizarse ante otros contextos o personas.
En otras palabras, puede pasar que el niño sólo suprime la conducta cuando se encuentra frente una persona específica (la que siempre le quita el juguete), pero no la suprime ante otras personas ni en otras circunstancias. En este caso es importante que exista un relación lógica e inmediata entre la consecuencia negativa y el comportamiento que deseamos extinguir. Finalmente, aunque una conducta logre extinguirse, esto no necesariamente implica que se ha sustituido por modelos de referencia que resulten en un aprendizaje alternativo y más deseable.
Referencias bibliográficas:
- D'Amato, M.R. (1969). Learning Processes: Instrumental Conditioning. Toronto: The Macmillan Company.
- Holth, P. (2005). Two Definitions of Punishment. The Behavior Analyst Today, 6(1): pp. 43 - 55.
- Meindl, J.N., & Casey, L.B. (2012). Increasing the suppressive effect of delayed punishers: A review of basic and applied literature. Behavioral Interventions, 27(3): pp. 129 - 150.
- Skinner, B.F. (1938) The behavior of organisms. Nueva York: Appleton-Century-Crofts.
- Zhao, Y. (2002). Cultural Divide Over Parental Discipline, The New York Times.
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