Seguro que esta situación te suena: un padre que va a buscar al colegio a su hija y al pasar por delante de un quiosco le pide desconsoladamente que le compre una chocolatina. El padre, que como bien sabe tiene la merienda esperando en casa, le dice que no puede comprárselo.
Ahí es cuando la hija comprende que su búsqueda de la chocolatina se está viendo frustrada y es cuando comienza a gritar, llorar e incluso estirar del brazo de su padre para que le compre aquello que quiere. Esto es un ejemplo inequívoco de rabieta. Veamos en qué consiste este fenómeno y cómo podemos gestionarlo en niños y niñas.
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¿Por qué se producen las rabietas?
Las rabietas son un proceso natural por el que atravesamos todos los seres humanos. Una rabieta no es más que una forma de expresión de la frustración ante no poder conseguir aquello que la persona quiere. En este caso esa expresión de manifiesta a través de una explosión de ira, llanto y rabia descontrolada.
Entre los 18 y los 36 meses, los niños pasan por las llamadas rabietas primarias. Éstas son necesarias para el desarrollo psico-emocional de los niños y niñas. En esta etapa buscan explorar el mundo y comienzan a expresar sus deseos, más allá de lo que los padres y madres quieren que haga.
En esta etapa el niño comienza a desarrollar su autonomía y comienza a tener sus propios deseos. La forma que tiene el/la niño/a a esta edad de intentar expresar sus preferencias y gustos son las rabietas, ya que todavía no tiene un lenguaje lo suficientemente desarrollado como para realizar peticiones a sus padres.
Por otra parte, en esta etapa todavía no se han desarrollado, a nivel cerebral, las áreas implicadas en el autocontrol. Es por eso que los niños y niñas comienzan a desarrollar de forma inicial la autorregulación y el control de sus emociones a través de las rabietas.
Las rabietas pueden querer decir que hay algún otro problema si persisten más allá de los 4 años y si es muy difícil calmarlas. En casos en los que el niño o la niña siempre exprese su frustración y enfado a través de las rabietas durante esta edad, puede estar indicándonos que ocurre algo más (divorcio de los padres, problemas con otros niños, la llegada de un hermano/a, etc.).
¿Qué podemos hacer ante una rabieta?
Como hemos visto, las rabietas son parte del desarrollo evolutivo de las personas. Ahora bien, pasados los 36 meses de edad, las rabietas deberían comenzar a disminuirse considerablemente. A pesar de que disminuyan es importante conocer qué podemos hacer para que no se mantengan con el tiempo y vayan desapareciendo progresivamente.
En primer lugar existen factores que pueden aumentar la probabilidad de aparición de una rabieta: el cansancio, el sueño, el hambre, condiciones ambientales desagradables como exceso de calor, frío, luminosidad, etc. Es importante que tengamos en cuenta si la rabieta se está produciendo por alguno de estos factores y tratar de corregirlos.
Pero lo cierto es que en la mayoría de casos las rabietas suelen ser la expresión de un deseo frustrado cuando el niño nos pide algo y no se lo damos o bien cuando le quitamos algo que quiere o que le estaba gustando. Es en esos momentos cuando debemos aplicar las siguientes estrategias.
1. Nunca ceder ante la rabieta
Si a través de ese comportamiento el niño o niña consigue lo que quiere, solo estaremos enseñándole que la rabieta es un medio para conseguir sus deseos.
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2. Mostrar calma
O, al menos, no mostrar que nos afecta su rabieta.
3. Prevenir posibles situaciones
Por ejemplo: si sabemos que tiene hambre al salir del colegio, evitar pasar por sitios donde pueda pedir que le compremos algo.
4. Tratar de desviar su atención si vemos que la rabieta es inminente
Normalmente, hay signos que nos indican que está comenzando a irritarse. Si sabemos identificar estos elementos podremos captar su atención y focalizarla en algo diferente para tratar de que la rabieta no llegue a aparecer.
5. No prestar atención al llanto
Es importante que cuando la rabieta aparezca no prestemos atención. Debemos vigilar al niño o niña y qué es lo que hace para evitar que pueda hacerse daño pero debemos tratar de ignorarle. Podemos cambiar de habitación de la casa, seguir como si no hubiera pasado nada. Nuestra atención es el premio más fuerte para ellos y por lo tanto debemos enseñarle que con comportamientos negativos no va a obtener nada de nosotros/as.
6. Si estamos fuera de casa: debemos tratar de evitar pasar por lugares peligrosos
Evitamos mirarle o contestarle pero en todo momento nos fijamos para saber que no puede hacerse daño. Si vemos que quiere huir le sujetamos para que no se mueva pero sin decirle nada.
La importancia de mostrar coherencia y consistencia con las normas
Es importante que veamos que habrá momentos en los que seguramente acabaremos cediendo a sus peticiones. En estos casos hay que intentar hacerle ver que en realidad nosotros hemos tomado la decisión.
Hay que considerar que en niños y niñas que llevan teniendo estos comportamientos mucho tiempo, el cambio no es fácil. De hecho, cuando se aplican estas técnicas, suele haber inicialmente un efecto contrario: las rabietas aumentan considerablemente, ya que hemos pasado de darle toda nuestra atención y todo lo que quiere a quitárselo. Por ello, inicialmente el niño o la niña va a potenciar su llanto y su rabia porque la frustración será mayor. Es importante que no cedamos y nos mantengamos firmes. Si no, estaríamos reforzando todavía más sus rabietas.
Por último, es importante que les reforcemos y les prestemos atención cuándo hacen las cosas bien, cuándo se calman, cuándo son capaces de aceptar un no ante una petición y cuándo regulan ellos mismos sus emociones. De nada serviría todo lo demás si no les hacemos ver que cuando son capaces de controlar sus emociones y su comportamiento es cuando van a poder obtener muchas más cosas de nosotros.
Estas son algunas pautas que nos pueden ayudar con este proceso tan complicado que se atraviesa durante la infancia. Pero es importante que consultemos con un profesional para casos en los que no seamos capaces de manejar los cambios bruscos de humor y el comportamiento de los niños.
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