Alguna vez te has preguntado: ¿Qué cualidades son importantes en la amistad? ¿Y en la pareja? ¿Qué pediría si tuviese una varita mágica y me concedieran 3 deseos? ¿Cómo me gustaría que fuese un día de mi vida en 5 años?
Todas estas preguntas están dirigidas a averiguar qué es importante para ti, clarificar cuáles son tus valores, en cierta manera, implica imaginar, descubrir y observar. Pensar qué consideras valioso será el comienzo para poder mantener una vida basada en tus valores, y no en lo que terceras personas consideran primordial.
Los valores se pueden definir como los principios y creencias de una persona sobre lo que es importante en la vida. De esta manera, definen una parte de cómo somos, influyendo en la determinación y expresión de actitudes y comportamientos, guiando la manera en la que tomamos decisiones, actuamos, pensamos...
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¿Cuándo se desarrollan los valores?
A lo largo de la niñez y la adolescencia se va construyendo el sistema de valores de cada persona, disminuyendo la probabilidad de cambio en la edad adulta. Esto no significa que los valores presentes a los 16 años sean los mismos a los 32, en cambio, sí es cierto que con el paso de los años este sistema tiende a estabilizarse.
Así, los valores pueden ser transitorios y variables a lo largo de toda la vida, pero será en la adolescencia cuando cobra especial relevancia este sistema. En esta etapa se desarrolla la propia identidad y autonomía del joven, donde elegir los valores sobre los cuales le gustaría vivir será esencial.
Decisiones tomadas durante la adolescencia podrían marcar o condicionar su estado de bienestar durante años. Por ejemplo, los valores por los que se rija un adolescente influirán en qué decide estudiar cuando finaliza la educación obligatoria, qué tipo de trabajo buscar, con qué personas se relacionan (amigos, pareja...) o en qué emplean su tiempo libre.
A menudo, los jóvenes presentan valores similares a los de su familia y amistades. En cambio, en muchas ocasiones, los valores de los adolescentes no coinciden con los de sus padres y familia extensa, y esto será una parte normal del desarrollo de su individualidad. Comienzan a pensar por sí mismos, generar independencia de su madre y padre, desarrollando su propia visión sobre el mundo; podrán rechazar valores que antes sí mantenían, y, quizás, más adelante, pueden volver a integrarlos.
En cuanto a las amistades y compañeros de colegios/instituto, puede que ejerzan presión para realizar conductas que van en consonancia a lo “socialmente deseado”, y no según lo que el adolescente desea realizar.
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La creación de un sistema de valores propio
Elaborar un sistema de valores propio implica:
- Descubrir y escuchar lo que es importante para ti.
- Aceptar los sentimientos que aparecen cuando elegimos de manera autónoma un valor por el cual regirnos. En ocasiones, aparecen inseguridades y miedos al tener la posibilidad de escoger y tendremos que gestionarlos adecuadamente para poder pasar a la acción.
- Actuar en consecuencia a los valores, manteniendo cierta flexibilidad.
Los valores están presentes para guiarnos en la mayoría de las decisiones que tomemos, pero no tienen por qué estar en el 100%. Existirán momentos en la vida en los que no actuemos en consonancia con cierto valor, y no tiene por qué ser algo negativo: los valores deben guiarnos, no presionarnos.
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¿Cómo dar apoyo a los adolescentes?
Muchos adolescentes desean “hacer lo que está bien” pero no saben cómo o no sienten la suficiente confianza como para tomar decisiones basándose en sus creencias, y terminan priorizando las opiniones, ideologías y pensamientos de sus amigos o familia, antes que las suyas propias.
Por ello, será importante ayudar al adolescente a:
- Comprender qué significado tienen los valores, a definir sus valores propios y a analizar las consecuencias de actuar en base a ellos.
- Desarrollar las habilidades necesarias para sentir que pueden tomar acción partiendo de lo que ellos creen, aumentando la confianza en sí mismos.
- Aprender a comunicarse desde la asertividad, manejar las emociones desagradables adecuadamente, así como a resolver problemas y conflictos adecuadamente, enfatizando la importancia de no actuar en base a la presión de terceras personas.
Si no se trabajan estas habilidades, puede que, aunque descubran qué valores estarían en consonancia con ellos mismos, no sientan la capacidad de actuar en base a ellos.
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