Conocer los trastornos de ansiedad que se dan en la infancia es muy importante, dada la etapa de la vida tan delicada por la que pasan los menores.
En este artículo veremos cuáles son los trastornos de este tipo y de qué manera pueden ser tratados.
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Tipos de trastornos de ansiedad en niños
Los niños y adolescentes, al igual que los adultos, pueden presentar síntomas de ansiedad y, pese a las similitudes, las consecuencias pueden ser más perjudiciales ya que se corre el riesgo de que afecten a su desarrollo socioemocional e incluso se cronifiquen convirtiéndose en una patología más severa.
Por eso es importante detectar a tiempo cualquier indicio de ansiedad durante la infancia. Algunas situaciones como el cambio de colegio, el paso al instituto, el nacimiento de un hermano, la separación de los padres, la pérdida de un familiar o el traslado a otra ciudad, pueden causar la aparición de la ansiedad. Por otro lado, el trastorno de ansiedad generalizada tiene mayor incidencia, pero el trastorno de ansiedad por separación es muy común y específico en niños.
Los trastornos de ansiedad que aparecen durante la infancia pueden ser clasificados en las siguientes categorías.
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1. Trastorno de ansiedad generalizada (TAG)
El trastorno de ansiedad generalizada se define clínicamente, tanto en niños como en adultos, como una preocupación exacerbada y de difícil control ante numerosas situaciones, presente la mayor parte de los días durante al menos seis meses.
Según el Manual de Psiquiatría DSM IV, la ansiedad se asocia a tres o más de los siguientes síntomas: inquietud o impaciencia, facilidad para fatigarse, dificultades para concentrarse o quedarse con la mente en blanco, irritabilidad, tensión muscular y alteraciones del sueño.
La ansiedad afecta a los padres y al niño, perjudicando su rendimiento escolar y sus relaciones sociales, y las preocupaciones pueden englobar numerosas situaciones: rendimiento escolar o deportivo, aprobación social, competencia personal, etc.
Los niños y adolescentes que padecen este trastorno suelen ser conformistas, perfeccionistas e inseguros de sí mismos, y la ansiedad se puede acompañar de dolor de cabeza y muscular, náuseas, diarrea, síndrome del intestino irritable y otros síntomas de malestar físico.
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2. Trastorno de ansiedad por separación (TAS)
Durante la infancia es habitual sentir ansiedad al separarse de las figuras de apego. Normalmente este miedo aparece a los seis meses y se intensifica a los dos años, respondiendo a una necesidad adaptativa ya que constituye un mecanismo de protección ante los peligros del entorno. Sin embargo, si la ansiedad es desproporcionada en base al desarrollo evolutivo del niño y/o afecta a su funcionamiento, podemos estar ante un trastorno de ansiedad por separación.
Se trata del trastorno de ansiedad más frecuente en menores de 12 años y de aparición más temprana, padeciéndolo alrededor del 4% de los niños y niñas y el 1,6% de adolescentes. La presencia de esta patología disminuye con la edad, pero también cambian las preocupaciones de quienes la padecen. Así pues, los adolescentes con trastorno de ansiedad por separación manifiestan preocupaciones más catastrofistas, por ejemplo, accidentes, secuestros o la muerte de la figura de apego.
Para el diagnóstico clínico del TAS es necesario que el niño o adolescente padezca tres o más de los siguientes síntomas: ansiedad excesiva por la separación o por su anticipación, preocupación excesiva por la pérdida o el bienestar de las figuras de apego, oposición a salir de casa, oposición a estar solo, oposición a dormir lejos de las figuras de apego, pesadillas sobre la separación y quejas de malestar físico (dolor de cabeza o estómago, nauseas o vómitos, etc.) al producirse o anticiparse la separación.
¿Qué procesos intervienen en la aparición y el mantenimiento del TAS?
Los déficits de aprendizaje, es decir, la escasez de separaciones, impiden al niño habituarse a estar sin los padres. Para eliminar el miedo a la separación es necesario aumentar gradualmente la frecuencia y duración de las experiencias en las que el niño está lejos de las figuras de apego. Por lo tanto, si no se expone al niño a estas situaciones en un ambiente natural, es posible que el miedo persista.
Las experiencias traumáticas o inesperadas de separación, como el divorcio de los padres, la escolarización, la hospitalización de una figura de apego o la muerte de una persona cercana, también pueden dar pie a la ansiedad e incluso desencadenar el trastorno.
Por último, el reforzamiento positivo es uno de los factores que más influye en la aparición y mantenimiento del trastorno. Si las figuras paternas premian las conductas de apego y de dependencia excesivas, el niño las asociará a la recompensa recibida, ya sea la atención o la simple presencia de los padres.
Tratamiento de los trastornos de ansiedad en la infancia
Ya que un trastorno de ansiedad puede incapacitar el funcionamiento de quienes lo padecen a corto y largo plazo, es necesario intervenir cuanto antes y no dejarse guiar por el pensamiento de que se trata de una fase o de que se pasará solo.
En el caso de la ansiedad infantil, según la Sociedad de Psicología Clínica Infantil y Adolescente de la APA (Asociación de Psiquiatría Americana), el tratamiento mejor establecido es la terapia cognitivo-conductual, que debe ser la primera elección terapéutica. Se ha demostrado su eficacia en tratamientos individuales con el niño y con los padres y en tratamientos grupales en el entorno familiar y escolar. Concretamente, los tres procedimientos más utilizados son la exposición, las técnicas cognitivas y la relajación.
Por un lado, la exposición gradual, en vivo o en imaginación, es el componente principal de la terapia cognitivo-conductual.
El entrenamiento en autoinstrucciones también constituye una parte fundamental de la terapia, y consiste en modificar las verbalizaciones internas del niño para sustituirlas por otras que permitan afrontar la ansiedad.
Respecto a la relajación, el método más utilizado es el de relajación progresiva, según el cual la reducción de la tensión corporal aliviará las sensaciones subjetivas de ansiedad. También es una estrategia de afrontamiento que ayudará al joven a mantener la ansiedad en niveles sostenibles.
Programas de intervención para padres e hijos
Además, en las últimas décadas se han desarrollado varios programas enfocados a padres e hijos cuyo objetivo es prevenir y tratar los trastornos de ansiedad específicos de la infancia.
La guía “Coping Cat” o El Gato Valiente es especialmente útil para enseñar a los padres a educar sin sobreproteger y a fomentar la autonomía del niño. Consiste en un programa dividido en dos fases en las cuales por un lado se trabaja con los padres y por otro se realizan sesiones individuales con el niño abordando tareas como la psicoeducación, la relajación, la exposición, la reestructuración cognitiva, la resolución de problemas y el autocontrol.
También podemos encontrarnos el programa FRIENDS, dividido en cuatro versiones según la edad del niño, y el programa FORTIUS que, basándose en el lema olímpico “Citius, Altius, Fortius” (más rápido, más alto, más fuerte), enseña a niños de 8 a 12 años a enfrentarse a situaciones difíciles y a controlar las emociones negativas.
Estos programas basados en la terapia cognitivo-conductual se adaptan a las peculiaridades de niños y adolescentes y a las características de los trastornos de conducta a esas edades, algo que beneficia enormemente a la población infantil.
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