A veces una copa al final del día no es solo una copa, sino una forma de bajar el volumen interno. Lo mismo pasa con quienes fuman para dormir, toman pastillas para no pensar tanto, o buscan algo que les dé energía porque sienten que no pueden con nada. No siempre se trata de ocio o disfrute: a veces es una manera de intentar calmar algo interno que aún no tiene un nombre claro.
Por eso hoy queremos hablar sobre la adicción como intento de automedicación, porque detrás del consumo suele haber algo que duele y nadie enseña cómo sostener.
Mitos sobre la adicción (y lo que realmente hay detrás)
Todavía hay quien piensa que caer en una adicción es algo que solo le pasa a quien no quiere hacerse cargo de su vida. Que es cosa de gente irresponsable o que "se mete en eso porque quiere", pero esa idea está siendo cada vez más cuestionada. Cada vez se habla más de lo que hay detrás del consumo: ansiedad, tristeza, traumas, o simplemente una forma de lidiar con algo que se hace muy pesado.
Una persona con ansiedad social puede beber para animarse a hablar con otras personas. Alguien que siente que no rinde, que no alcanza, puede empezar a usar estimulantes. Otra que no duerme hace días, o que no soporta su propia cabeza, puede volverse dependiente de medicamentos u otras sustancias. No es rebeldía ni pereza: es una forma de “solucionar” eso que tanto les molesta. A veces, la única que conocen.
El psiquiatra Edward Khantzian se dio cuenta de esto hace décadas. Notó que muchas personas probaban varias sustancias antes de encontrar “la suya”, la que más las calmaba. Como si, sin saberlo, estuvieran buscando algo parecido a una medicina para lo que les pasaba por dentro.
Y eso no distingue género, edad ni nivel de estudios. Esto le pasa a personas que trabajan, que estudian, que cuidan de otros o que viven con una máscara de “todo bien”, porque cuando se trata de dolor emocional, nadie está blindado.
- Artículo relacionado: "¿Cómo se tratan las adicciones?"
Lo que empieza como alivio puede terminar en un problema
Al principio, usar alguna sustancia puede parecer una solución. Te relaja, te anestesia, te da energía o te desconecta de lo que no quieres pensar. Pero con el tiempo, el cuerpo se acostumbra y la cabeza también.
Lo que antes necesitabas una vez por semana, ahora lo necesitas todos los días. Y lo que antes era “para pasar el rato”, ahora se convierte en algo sin lo que no puedes funcionar.
Eso trae problemas en cadena: empeora el sueño, el humor se vuelve impredecible, la ansiedad crece, la tristeza se arrastra más. Se pierde confianza en uno mismo y se empieza a vivir como si todo girara en torno a cuándo vas a consumir otra vez. Y, ojo, que muchas veces todo esto pasa sin que uno se dé cuenta al principio.
Otro tema importante es que en muchos lugares solo se trata “el consumo”, como si el problema fuera la sustancia en sí y no todo lo que llevó a buscarla. Se trabaja para que la persona deje de usar, pero no para que aprenda otras formas de sostenerse. Por eso, no es raro que ocurran recaídas, ya que el malestar de fondo sigue presente.
- Quizás te interese: "¿Qué es una adicción? Características y síntomas de esta patología"
¿Cómo saber si te estás automedicando con algo?
Muchas personas no se identifican como “adictas”, pero eso no significa que no estén usando alguna sustancia como vía de escape. Hay formas de darse cuenta:
- ¿Consumes para calmar nervios, tristeza o angustia?
- ¿Te da miedo imaginarte sin esa sustancia?
- ¿Se te está desordenando el sueño, el trabajo, los vínculos o la concentración?
- ¿Necesitas más cantidad que antes para lograr el mismo efecto?
- ¿Te cuesta admitir cuánto estás consumiendo?
Si algo de esto te suena familiar, puede que estés usando una sustancia como forma de regularte.
El consumo ya no te ayuda, ¿qué puedes hacer?
Salir de una situación así no ocurre con solo un chasquido de los dedos, pero es posible superarlo. Acá van algunas estrategias que pueden servir:
1. Buscar ayuda con alguien que sepa del tema
Un buen terapeuta puede ayudarte a descubrir qué estás intentando calmar con esa sustancia. Si tiene experiencia en salud mental y adicciones al mismo tiempo, mucho mejor. No es solo dejar de consumir: es entender qué lugar ocupaba eso en tu vida y cómo reemplazarlo.
2. Probar otras formas de calmarte
- Ejercicios de respiración cuando sientas que todo se acelera.
- Actividad física (aunque sea caminar rápido) para soltar tensión.
- Espacios donde puedas hablar sin tener que fingir.
- Actividades que te hagan sentir útil o conectado con algo.
3. Alejarte de lo que empuja al consumo
No siempre se puede evitar todo, pero sí se puede reconocer qué personas, lugares o rutinas no te hacen bien. Y si no se pueden cambiar de golpe, al menos tenerlos en el radar para estar más alerta.
4. No tomar una recaída como un retroceso total
A veces vas a querer consumir nuevamente e incluso llegar a hacerlo, pero eso, por lo general, también forma parte del proceso. Lo importante es no usarlo como excusa para abandonarlo todo. Cada caída puede ser una forma de entenderte mejor.
Hablemos con más claridad y menos juicio
Cuando alguien recurre a una sustancia para sobrellevar lo que siente, lo hace porque en su mundo interno algo está fuera de control. No es “vicio” ni falta de carácter. Es un intento de alivio. Solo que, con el tiempo, ese alivio hace más daño que el malestar original.
Por eso, en vez de señalar, se trata de entender. De ver el dolor que hay detrás del consumo y de acompañar desde ese lugar. No se trata solo de dejar una sustancia, sino de encontrar otras formas de estar en el mundo sin que todo pese tanto.
Si reconoces que has vivido situaciones como estas o que lo experimenta alguien que tienes cerca, es recomendable que mires de cerca para poder buscar la ayuda necesaria. El proceso no es inmediato, es cierto. Pero todo comienza por aceptar que hay formas diferentes de actuar para empezar a sentirse mejor. De verdad.


Newsletter PyM
La pasión por la psicología también en tu email
Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos
Suscribiéndote aceptas la política de privacidad