La problemática de las adicciones, por su complejidad, requiere de un abordaje complejo, interdisciplinario, para lograr un acercamiento integral que nos lleve a comprenderla de la forma más completa posible. Una de las aristas de lectura y análisis posibles en el área de las adicciones es el área social.
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¿En qué hace foco la mirada social?
En la configuración de una adicción, confluyen muchos aspectos, condiciones y factores. Más allá de las características físicas y psicológicas que debe tener una persona para que se desarrolle la conducta adictiva, y por fuera de lo más íntimo e individual, hay factores sociales que la condicionan y se entrelazan con otras circunstancias para que esto se produzca.
El contexto familiar y social más amplio, donde la persona nace, se cría y desarrolla su vida, puede condicionar, aunque no determine, el hábito del consumo compulsivo, y de alguna manera promoverlo.
En tanto cada familia es diferente, habrá posibilidad de que cada una configure una diferente postura sobre el consumo. Por lo cual, así como algunas familias promueven el consumo y otras lo prohíben abruptamente, adquiriendo rasgos represivos y del orden del tabú; otras familias pueden, sin facilitar ni prohibir el consumo, educar para que éste, si va a existir, sea de forma moderada.
Factores sociales y familiares de la adicción
¿Hay factores socio-familiares que pueden promover una conducta adictiva o riesgosa?
Sí, hay muchos factores que pueden constituir un riesgo. Podemos mencionar la falta de redes de contención, de involucramiento de los lazos familiares, de comunicación y diálogo, o la presencia de familiares o seres queridos cercanos con consumo problemático.
Cuando un entorno socio-familiar promueve el consumo de sustancias, priman los factores de riesgo que aumentan la probabilidad de que haya consumo y de que éste sea problemático. Es decir, si un niño nace y crece en un sistema familiar donde los mayores (y a veces también los jóvenes menores de 18 años) beben alcohol, en cada reunión familiar, el niño puede llegar a pensar que la bebida no puede faltar. Si este mismo niño observa a alguna figura significativa de referencia bebiendo en exceso, divirtiéndose, puede llegar a relacionar alcohol = diversión.
También puede ocurrir que se acostumbre a que algún miembro de su entorno más cercano tome pastillas para dormir, no estar nervioso o estar más tranquilo, sin un tratamiento adecuado supervisado.
El mensaje es el mismo: se necesita de las sustancias para pasarlo mejor. Y aunque se diga a los niños que no deben beber, o no beber de mas o no involucrarse con determinadas sustancias, van a ser los actos y hechos concretos los que van a modular las conductas de los jóvenes. Aprenden mas por lo que ven que por lo que se les dice, por eso debemos acompañar a nuestras palabras con nuestros actos.
Otras escenas recurrentes de consumo se suelen ver en el barrio. Sentados en la vereda, grandes y chicos, como estilo de vida usan el “parar en la esquina”, con personas a quienes consideran amigos pero quizás tan solo sean compañeros momentáneos del consumo.
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¿Son suficientes estos aspectos para determinar una problemática de consumo?
Por supuesto que estos aspectos sociales no son suficientes. Deberán confluir otros factores que se anuden a lo social. Los fenómenos sociales son sólo un componente, importante y condicionante pero no determinante. En el entramado de cuestiones generadoras de una situación problemática de consumo, se encuentran lo social, cultural, físico-neurológico y psicológico.
Cada miembro de la sociedad que conformamos tomamos una posición, a veces sin darnos cuenta, acerca de los diferentes acontecimientos y problemas sociales. En especial con las adicciones, cuesta comprender si se trata de una problema, o si hay una intencionalidad de generar malestar, así como también se confunde al adicto como sinónimo de delincuente, o peligroso.
Dependiendo de qué posición asumamos como parte de la sociedad podremos contribuir o no, a un cambio social.