Una adicción puede cobrar múltiples formas, ya sea a las drogas, al alcohol, al tabaco, y más recientemente, a internet. Cuando una persona se vuelve adicta, los placeres ante los que se somete se vuelven momentáneos, ya que después debe enfrentarse a una avalancha de culpa y remordimiento por lo cometido. Se trata de una situación muy difícil para esa persona y para los demás. Y es que, cuando alguien padece una adicción, no sólo se ve deteriorada su salud física y mental; sino que también trae consecuencias en el entorno familiar y en sus relaciones sociales.
Por este motivo, es esperable que las personas cercanas a un ser querido que perciben que puede estar en riesgo de caer en el consumo problemático deseen tomar cartas en el asunto. Una amplia gama de investigaciones científicas han desarrollado dispositivos para la prevención de adicciones en niños y adolescentes, varias de ellas apuntando a la intervención escolar o en la familia. Sin embargo, muchas personas desconocen de la existencia de estrategias de prevención de adicciones en adultos, las cuales desarrollaremos a lo largo de este artículo.
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¿Qué es una adicción?
Antes de apuntar a las estrategias para prevenir las adicciones en adultos, es necesario que consideremos qué se entiende por adicción y cuál es su dinámica. Pues bien, en primera instancia, toda adicción se fundamenta en el consumo compulsivo. En muchos casos, quien consume puede ponderar las consecuencias de ese comportamiento, pero acaba por perder control sobre lo que ingiere o sobre las conductas que lleva a cabo.
Una característica central de las adicciones es que éstas tienen un carácter cíclico. Primeramente, la persona experimenta las sensaciones placenteras de aquella sustancia o conducta a la que es adicta (por ejemplo, al juego o al alcohol). Este último, por ejemplo, produce relajación en las relaciones sociales, un estado eufórico parcial y reduce la ansiedad. Al activarse repetidamente el sistema de recompensa de los ganglios basales (lo cual, de modo simplificado, significa que al sentir placer una y otra vez se refuerza una tendencia a repetir esa conducta), la persona consolidará hábitos propios de una adicción.
En segunda instancia, cuando la sustancia ya no esté disponible ya sea por decisión propia o por circunstancias externas, la persona experimentará un estado emocional negativo. Si es un esfuerzo sostenido en el tiempo, podría presentar los síntomas de abstinencia, que se oponen a las sensaciones placenteras de lo consumido. Las fuentes de estos sentimientos radican en una baja activación de los sistemas de recompensa, pero también una mayor activación de los sistemas de estrés del cerebro. Eventualmente, ante un estímulo estresante, la persona que sufre una adicción buscará el alcohol otra vez para aliviar los síntomas y ansiará volver a consumir aunque pueda notar, de modo parcial, que no se trata de una decisión favorable para su vida ni para la de los demás. De tal modo, reingresa en el bucle característico de toda adicción.
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Estrategias de prevención de adicciones en personas adultas
Una vez consideramos cómo funcionan en líneas generales las adicciones, podemos abordar las posibles estrategias para prevenir adicciones. Como bien decíamos, estas suelen apuntar a grupos de niños, pero sobre todo a adolescentes. El motivo de esto es que durante la adolescencia acontecen diversas épocas de riesgo para caer en el consumo, como el divorcio de los padres, la muerte de los abuelos o el cambio de escuela. También, a nivel de desarrollo cerebral, la corteza prefrontal —donde funcionalmente residen las funciones ejecutivas, entre ellas, la toma de decisiones, de suma importancia para evaluar las consecuencias del consumo— no ha acabado de desarrollarse, por lo que el adolescente es más propenso a caer en este tipo de conductas. No obstante, los adultos también se enfrentan ante situaciones de fragilidad emocional que podrían llevarlos a consumir incluso nunca habiendo caído en estas conductas con anterioridad. Por ello, veamos algunas estrategias preventivas para responder a esta problemática.
1. Proveer conocimiento sobre las adicciones
Es central que la prevención apunte al conocimiento acerca del consumo de sustancias o drogas. El hecho de que una persona que esté en riesgo de caer en una adicción sepa acerca de las consecuencias de estas conductas no incitará el consumo, sino que puede ser una estrategia altamente preventiva. De tal modo, saber acerca del bucle en el que podrían ingresar al consumir en exceso ciertas sustancias, como así también de la manera en la que afectaría sus distintas áreas vitales —como la familia, el trabajo o el ocio—, será útil para la prevención de adicciones en adultos.
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2. Fomentar hábitos de vida saludables
Distintas investigaciones han arrojado luz acerca de la correlación entre algunos hábitos de vida saludables y un bajo consumo de sustancias. Por ejemplo, ciertos hallazgos señalaron que la práctica de actividad física está relacionada con no consumir tabaco; otros, que en un grupo de bebedores habituales, los que practicaban poco deporte consumían más respecto a quienes hacían ejercicio a diario. Fomentar la implementación de hábitos de vida saludables también sugiere ser una gran estrategia para la prevención de las adicciones en general.
3. Desarrollo de la Inteligencia Emocional
La Inteligencia Emocional, entendida como la habilidad para percibir y regular estados emocionales propios y de los demás, es una capacidad en estrecha relación con el consumo. Se han llevado a cabo muchos estudios al respecto. Uno de ellos halló que existe relación entre una baja Inteligencia Emocional y un alto nivel de estrés percibido. Lo que es más interesante es que también demostró que existen diferencias significativas entre quienes tenía problemas de consumo y quienes no; los primeros presentando un mayor nivel de estrés percibido y una menor Inteligencia Emocional respecto a los no consumidores.
Sabemos que los problemas emocionales son aquellos que instan en primera instancia a consumir. De tal manera, las estrategias de prevención de adicciones deben apuntar a este elemento, ya que desarrollar una mayor Inteligencia Emocional permitirá a la persona reconocer las propias emociones y sentimientos y asignarle a esos estados un significado. El mero hecho de reconocerlos supondrá una reducción del estrés. Es decir, percibir las experiencias internas reduciría el riesgo de que la persona acuda a la gratificación momentánea del consumo con tal de suprimir sus emociones; o sea, prevendría que la persona “haga como si nada estuviera sucediendo” y tome consciencia de lo que le ocurre.
Centro De Adicción Sevilla
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Si bien como persona allegada es posible acompañar a quien se encuentra en riesgo de padecer una adicción, es en este punto donde consideramos de suma importancia destacar el hecho de que la intervención de un psicoterapeuta ayudará a la persona a estar en contacto con aquello que le sucede de manera segura. De tal modo, la psicoterapia es clave para propiciar un espacio donde desarrollar la Inteligencia Emocional y las estrategias previamente desarrolladas para la prevención de adicciones.
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