¿Las personas solteras están más desprotegidas ante la adicción?

Veamos hasta qué punto la soltería se asocia a un mayor riesgo de caer en la adicción.

¿Las personas solteras están más desprotegidas ante la adicción?

Contraer matrimonio supone uno de los cambios más significativos que pueden acontecer en la vida de una persona. Claro está, hoy en día, elegir la vía del matrimonio no es un deber al que todos debemos acatar, por lo que el motivo por el cual una persona decide casarse con otra puede (¡y debe!) diferir. Se trata de una decisión primero individual y luego en pareja; ya sea fundamentada en consolidar un proyecto de vida juntos, en el deseo de continuar una tradición familiar, o simplemente porque así lo desearon.

Más allá de las razones que subyazcan a tal decisión, el hecho de casarse supone comenzar a participar de una institución, el matrimonio, y por lo tanto de los roles sociales que a ésta le acompañan. Siempre es bueno poner en cuestionamiento la forma en la que nos comportamos según las funciones sociales que comenzamos a desempeñar. Caso contrario, corremos el riesgo de sufrir las consecuencias de aceptar la pelota de la realidad “como nos viene”, sin cuestionarnos si las directrices culturales de lo que debería implicar ser un buen esposo/a es congruente con la vida que nosotros deseamos vivir.

No obstante, también es cierto que la asunción de un nuevo estado civil parece ir más allá de los papeles y de nuestra reflexión ordinaria: distintos investigadores se han preguntado si podría existir relación entre la adopción de un nuevo rol social y nuestra salud mental, a saber, cuán propensas podrían ser las personas casadas respecto a las solteras a caer en una adicción. Los resultados son sumamente interesantes, por lo que desarrollaremos este tema en el siguiente artículo.

De solteros a casados: un cambio de identidad

Aunque a nivel sociocultural se nos ha pintado el matrimonio como el punto cúlmine del amor romántico, la realidad puede estar muy alejada respecto a esa ilusión. Como bien adelantábamos en un principio, existen distintos factores —tanto individuales como culturales, económicos, migratorios, etcétera— que operan como desencadenantes de la decisión de casarse. Sin embargo, el problema fundamental de esta visión peliculesca del matrimonio es que no ilustra el hecho de que casarse podría suponer el evento capaz de dar pie a una crisis vital.

En líneas generales, las crisis vitales acontecen a raíz de un evento que podría ser repentino y shockeante, como una mudanza imprevista, una oferta de trabajo o la pérdida de un ser querido, pero también podría acontecer ante situaciones deseadas y que llevan un tiempo gestándose, como ponerse el anillo en el dedo anular. El punto en común entre las crisis vitales es que la persona suele encontrarse frente a una bifurcación, en la que debe elegir entre dos (y muchas veces más) caminos para andar.

En el caso del casamiento, no se trata solo de la pregunta si debería casarme o no, sino otra más fundamental: ¿quién quiero ser una vez asuma este compromiso? Es recién ahí donde es posible bajar las luces del escenario y enfocarlas sobre la complejidad de esta crisis vital. Al casarse, se pone en juego una modificación de la identidad de la persona, por lo que es totalmente comprensible que ésta se encuentre ante una disyuntiva a la hora de enfrentarse al nuevo desafío. Además, el matrimonio muchas veces tiende a coincidir con otras transiciones vitales, otros potenciales “cambios de ser”, como el “ser padre/madre” o el “ser adulto/a”. La diversificación entre quién fue hasta ese entonces y quién quiere ser da pie al cambio, lo cual podría llevar a una persona a modificar ciertas conductas fuertemente instauradas en él o ella para ajustarse a su nuevo rol social, distinto al de su soltería.

La relación entre adicción y estado civil

Normalmente, la soltería es escenificada a partir de vivencias intensas, frecuentar eventos sociales y salir de fiesta con amigos, en las que muchas veces están presentes hábitos de consumo perjudiciales para la salud. Su contrapartida, el matrimonio, tiende a caracterizarse por una vida que implica un mayor grado de responsabilidad para consigo mismo/a y su pareja, donde estas sustancias están ausentes o quedan reservadas para ocasiones especiales. Ahora bien, cuando una persona modifica su estado civil, y por lo tanto asume un nuevo rol social, ¿cambia la frecuencia de consumo de sustancias?

A raíz de este interrogante, un grupo de investigadores de la Universidad de la Mancomunidad de Virginia estudiaron la posible articulación entre estado civil y matrimonio de acuerdo a dos objetivos. El primero de ellos, conocer si los hombres casados consumen menos alcohol, cannabis y tabaco que los hombres solteros o divorciados (tal como sugiere la representación social que tenemos de ellos). En segunda instancia, si la transición de la soltería al matrimonio supuso un cambio en los hábitos de consumo de estas sustancias psicoactivas.

Los resultados de esta investigación sugieren que, por una parte, los hombres casados beben y fuman menos que los hombres divorciados y solteros. En cuanto a su segundo objetivo, hallaron que la transición de la soltería al matrimonio supuso una reducción significativa en el uso de alcohol y marihuana, no así de tabaco. Estos resultados son congruentes con las imágenes sociales que construimos en torno a las personas casadas y solteras. Quizás podría deberse a que estas representaciones calan hondo en nuestra subjetividad una vez somos socializados dentro de los mundos institucionales de una sociedad.

Eso ocurre incluso antes de contraer matrimonio: de niños, observábamos a nuestros padres, tíos, abuelos, y parejas a nuestro alrededor comportarse de determinada forma sostenida en el tiempo. Las conclusiones de este estudio están en línea con la literatura previa acerca del tema, la cual sugiere que casarse supone un factor protector en la salud.

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Ahora bien: ¿podemos asegurar que la causa de la reducción de consumo de sustancias se deba, en sí, al hecho de casarse? La realidad es que no. Otras investigaciones indican que son las personas de por sí sanas quienes tienden a contraer matrimonio con sus parejas con mayor frecuencia. Sí podríamos afirmar que las personas solteras están más desprotegidas ante un consumo problemático o un trastorno por abuso de sustancias, también que son más propensas a consumir; pero esto no significa que el uso excesivo de alcohol o marihuana esté ocasionado intrínsecamente a su condición de solteras o divorciadas, por lo que para cuidar nuestra salud mental no es necesario salir corriendo hacia el altar.

  • Salvatore, J. E., Gardner, C. O., & Kendler, K. S. (2020). Marriage and reductions in men's alcohol, tobacco, and cannabis use. Psychological medicine, 50(15), 2634–2640.

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