Marisa Páez Blarrina: «El consumismo se alimenta de seres insatisfechos»

La psicóloga Marisa Páez habla sobre cómo la sociedad aumenta la presencia de ciertos trastornos.

Marisa Páez Blarrina: «El consumismo se alimenta de seres insatisfechos»

La salud mental nunca ha sido algo limitado tan solo al ámbito de las células y los órganos del cuerpo; los problemas psicológicos están ligados a todo lo que ocurre a nuestro alrededor, a la sociedad en la que vivimos y a la manera en la que nos relacionamos con el resto de personas. Dicho de otra manera, detrás de la aparición de un trastorno psicológico hay, además de un cerebro que funcionando de una manera anómala, dinámicas sociales que nos afectan negativamente.

Teniendo esto en cuenta, no sorprende que, por ejemplo, sociedades como la española se expongan a psicopatologías que no afectan tanto a los miembros de culturas muy diferentes. Y por eso, conocer los problemas de salud mental que más nos afectan es también conocer mejor la sociedad en la que vivimos. Aquí hablaremos de ello con Marisa Páez, psicóloga y Directora de Instituto ACT, quien lleva años observando tendencias en la manera en la que elementos como los cambios económicos, tecnológicos y sociales en general dan lugar a maneras distintas de relacionarnos con el bienestar emocional o con los trastornos mentales.

Entrevista a Marisa Páez: sobre el malestar psicológico (y por qué hoy está generalizado)

Marisa Páez Blarrina es Doctora en Psicología, psicóloga sanitaria y formadora en terapia contextual, así como Directora de Instituto ACT, centro de psicología clínica de referencia dentro del ámbito de las terapias de tercera generación en España. En esta entrevista, nos habla sobre los problemas de salud mental generalizados en las sociedades occidentales.

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¿Todas las formas de malestar psicológico tienen algo en común, o es mejor hablar de ellas siempre en plural?

Desde el punto de vista contextual, el malestar es una función; sería cualquier situación o evento que evoque funciones aversivas. Lo que nos interesa conocer cuando estamos abordando el fenómeno del malestar de las personas es saber qué hace una persona en particular ante las funciones aversivas, ante el malestar que le produce cualquier situación, reacción o evento. Sabemos que “malestar” para cada persona supone una cosa diferente. Dicho de otra forma, lo que queremos conocer es lo que la persona ha aprendido a hacer ante su malestar, y nos interesa esto porque sabemos que según en qué condiciones, según cómo se aborda el malestar, éste aumenta, engorda, se mantiene o se cronifica. Mientras que hacer otras cosas permite superarlo, aprender y reforzar habilidades, o crecer personalmente.

Ahora bien, el nombre de los malestares, a veces los llamaremos ansiedad, otras tristeza, otras pensamientos recurrentes, temor a que nos critiquen, inseguridad, flashbacks, sensación de estar siendo observado, etc. Esta diferenciación es necesaria en clínica, ya que nos ayuda a comunicarnos entre profesionales, y por otra parte nos ayuda a conocer la experiencia particular de los pacientes.

Entonces, los detalles de las formas nos sirven a los clínicos: los detalles sensoriales de las experiencias de malestar, cómo se presenta el fenómeno (si en el cuerpo, o en la mente), si es más bien un concepto, o un estado general, etc. Estos detalles nos ayudan técnicamente a trabajar con diferentes experiencias particulares. Aunque siempre estemos mirando la función y no solamente la aversiva, sino la discriminativa para la acción.

Se dice mucho que en las últimas décadas ha aumentado la sensibilización ante los problemas de salud mental. ¿Esto se ha traducido ya en una mejora en la calidad de vida de las personas en general?

La sensibilización ante los problemas de salud mental es una buena noticia. La posibilidad de poner sobre la mesa la importancia de la salud mental y sus problemas, que exista un contexto que facilite a las personas expresar abiertamente sus dolencias, que podamos hablar de ello, reconocer estos problemas en las personas con las que convivimos y en nosotros mismos está bien. Desde luego podrían contribuir a la comprensión, a la compasión, a la autocompasión, y a una idea más ajustada sobre cómo funcionamos los seres humanos. A aceptar que tenemos limitaciones, que no todo responde a la lógica cultural de lo que tienes que pensar o sentir, que existen en la naturaleza humana reacciones incomprensibles, a reconocer necesidades y anhelos profundamente humanos. Es decir, a tener una visión más realista y ajustada de la condición humana y sus reacciones y fenómenos naturales.

También podemos pensar que esta sensibilización puede ser útil a la hora de derribar el estigma y autoestigma asociado a personas con dificultades y problemas de salud mental, puede servir como denuncia desde un punto de vista más global, político, sobre la necesidad de atención a este ámbito de la salud... Pero claro, esta sensibilización puede suponer una serie de inconvenientes ante los que tendríamos que estar alerta. Y ante los que creo que todos los implicados tenemos que hacer una reflexión profunda.

Se patologizan reacciones absolutamente naturales ante circunstancias de vida tremendamente nocivas

Marisa Páez Blarrina

El inconveniente que a mí más me preocupa es el hecho de que, en los últimos tiempos y en ciertos contextos, se estén dando por problemas mentales problemas de índole económico, laborales, sociales. Situando el foco en la ansiedad, el estrés, la depresión, cuando el foco tendría que situarse en las condiciones de vida empobrecidas en las que estamos haciendo la vida.

Se patologizan reacciones absolutamente naturales ante circunstancias de vida tremendamente nocivas. Por ejemplo, si tienes un trabajo en el que lo natural es no tener horario y lo que se asume como normal es que permanezcas en la oficina hasta las 11 de la noche, lo natural es que tengas unos niveles de estrés desorbitados, que desarrolles crisis de ansiedad, que la calidad de vida en múltiples aspectos se deteriore, que la salud física empeore, etc. Y no necesitas ir al psicólogo y cargarte con otra exigencia más, con otra tarea que tienes que resolver para salir de ahí; quizás lo que necesitas es denunciar y presionar para que esa empresa respete los derechos del trabajador, respetando los horarios estipulados por contrato y que además, no sufras represalias al hacerlo. Lo que está mal, en este ejemplo, lo que está enfermo es el contexto en el que las personas desarrollamos la vida, porque lo natural es que cualquier ser humano sometido a estas condiciones reaccione con diferentes síntomas que a la postre denominamos un problema de salud mental.

Por ello me parece alarmante el uso de la salud mental para tapar situaciones de precariedad social, económica, laboral, de pésimas condiciones de vida a las que estamos expuestos, como está ocurriendo en este momento. Y en este contexto, me preocupa también, como en ciertas condiciones vitales los individuos terminen utilizando como salvavidas el deterioro de la salud mental. Por ejemplo, como argumento para pedir una baja laboral, cuando lo que habría que pedir son mejores condiciones laborales. Este fenómeno hace que el peso de las condiciones sociales nuevamente recaiga en el individuo, cuando se trata de problemas de índole política, social, económico…

¿Por qué es tan común encontrarse casos de personas que, a pesar de tener todos los recursos materiales necesarios para vivir bien, sienten un profundo malestar psicológico?

Esto tiene que ver, por un lado, con las expectativas que la cultura actual genera en las personas, con los valores imperantes; y, por otro lado, con las capacidades cognitivas que tenemos los seres humanos.

Tiene que ver con las definiciones que atraviesan nuestra sociedad en torno a lo que es normal y anormal, lo que es el éxito y el fracaso, de qué está hecha la felicidad o qué cosas cubren los anhelos en los seres humanos. El problema está en las reglas que circulan en torno a cómo deben ser las cosas, cómo funciona el mundo o cómo tenemos que funcionar las personas. Y en esto el consumismo, las redes sociales, las condiciones de vida en las ciudades, entre otras muchas cosas, están jugando un importante papel.

Un ejemplo. Si estás expuesto constantemente a imágenes de personas que cuentan 24 horas al día, lo fantásticas que son, lo bien que se lo pasan, y las maravillas de vidas que tienen, si te lo crees (porque tenemos la capacidad de pensar y compararnos) esto nos hace sentir seres imperfectos, incapaces y con vidas completamente pobres, insípidas. Si estás expuesto a miles de estímulos que “te cuentan” que tener el último “dispositivo tecnológico” te va a hacer feliz y que vas a “ser mejor persona y vas a compartir más, o vas a estar más conectado gracias al uso del dispositivo…” hay ahí una necesidad creada que genera desequilibrio. Y si tú te lo crees, y además tienes la suerte de poder adquirir el disposivo, cuando te das cuenta de que el entusiasmo y la sensación de satisfacción te dura lo que tardas en sacarlo de la caja, lo natural es que venga la decepción, o que pienses que “eso no era”, o encuentras que no estás más conectado con tus seres queridos o que no era lo que realmente necesitabas para ser feliz…. Y nuevamente la sensación de frustración. En este contexto, la insatisfacción, o la desmotivación, o la falta de sentido, están garantizados. Sabemos que el consumismo se alimenta de seres insatisfechos, y, por tanto, esto es algo muy presente en nuestra sociedad.

Y podríamos hablar, entre otros muchos ejemplos, de algunos estilos de crianza actual en los que se fomentan individuos incapaces de superar la frustración, incapaces de gestionar las pérdidas, u otras emociones difíciles y connaturales a los seres humanos, o que han sido criados como siendo el centro de atención de los adultos en su entorno. Estas personas cuando salen al mundo exterior, cuando se encuentran con fracasos, o constatan que son uno de muchos más iguales que ellos y notan que no son el centro, la reacción natural es el abatimiento o la emergencia de diferentes tipos de malestares...

¿Cuáles son los retos que debe afrontar la psicoterapia para adaptarse a las nuevas causas de malestar psicológico que han ido surgiendo, por ejemplo, debido a las nuevas tecnologías y formas recientes de vivir en las ciudades?

El mayor desafío de la psicoterapia hoy es que genere cambios rápidos, que sean evidentes para las personas, que impacte visiblemente en sus vidas y que le permitan ajustarse de una forma eficiente a sus anhelos vitales.

En los últimos años, y al hilo de la investigación en terapias contextuales, sabemos que una de las variables relevantes en el desarrollo de problemas psicológicos, y en general del malestar en los seres humanos, tiene que ver con la inflexibilidad psicológica.

Por ello, las terapias contextuales se centran en generar flexibilidad psicológica. Esto supone entrenar a las personas en aprender a gestionar el cúmulo de información que nos llega a diario, la posibilidad por ejemplo que tenemos de estar en contacto a diario con las múltiples tragedias que nos azotan a nivel mundial, esto es una fuente de desesperanza importantísimo y necesitamos saber abordar estos estímulos y lo que nos generan en términos de reacciones cognitivas y emocionales. Se aprende a gestionar estas reacciones a través de la habilidad de la conciencia y la apertura (dos procesos implicados en el entrenamiento en flexibilidad). Aprender a ser capaces de estar presente con el malestar y no quedarse pegado, enredado en él, poder mover la atención y centrarse en modificar lo que podemos controlar de nuestro mundo. Y otra habilidad es la de aprender a elegir, implicarse en comportamientos alienados con los valores personales, y que estos comportamientos sean eficaces a la hora de cubrir los anhelos auténticamente humanos. Esto es, actuar y resolver cuestiones que podemos controlar y que nos hagan sentir satisfechos con nuestros valores más preciados.

Un ejemplo. La vida en las ciudades puede ser tremendamente dura, el tiempo de desplazamiento, la cantidad de estímulos e información a los que estamos sometidos, las ofertas de ocio o actividades de todo tipo que tenemos, la soledad, el aislamiento en la que se vive en las ciudades, la exposición a las redes sociales, la urgencia, la prisa con la que se hace todo… Esto puede resultar una vida alienada, tremendamente apabullante que puede llevarnos multitud de conflictos y bloqueos al no saber elegir qué hacer, o al no tener espacio ni tiempo sosegado para disfrutar de las cosas que realmente nos llenan a las personas, o a no dar tiempo a la conexión auténtica, a las relaciones afectivas con otros; y en ese dejarse llevar, tan propio del ritmo de la ciudad, alejarnos de lo que es realmente importante para cada uno, de esas cosas con las que disfrutamos, que anhelamos profundamente y que compartimos como humanidad.

¿Qué estrategias y técnicas de psicoterapia son, según vuestro punto de vista, las más útiles a la hora de ayudar a las nuevas generaciones de jóvenes?

Yo creo que es central el entrenamiento en dos o tres habilidades implicadas en la flexibilidad psicológica y que son la capacidad de elegir, el aprender a mover la atención y el dar sentido e implicarse en caminos que redunden en acercarse a cubrir los anhelos que tenemos los seres humanos como especie.

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