Tradicionalmente, el ser humano ha entendido el lenguaje como un medio de comunicación a través del cual es posible establecer una vinculación con el mundo y nos permite expresar aquello que pensamos o sentimos.
Esta concepción ve el lenguaje como un medio de expresión de lo que ya está dentro. Sin embargo, para la teoría del lenguaje de Sapir-Whorf, este tiene una importancia mucho mayor, teniendo un papel mucho más importante a la hora de organizar, pensar o incluso percibir el mundo.
Y es que si bien la relación entre el pensamiento y el lenguaje ha sido un ámbito de estudio que ha recibido mucho interés por parte de psicólogos y lingüistas, pocas teorías han ido tan lejos a la hora de relacionar estos dos mundos.
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Cuando el lenguaje configura el pensamiento
Según la teoría del lenguaje de Sapir-Whorf la comunicación humana a nivel verbal, el uso del lenguaje en el ser humano, no se limita a expresar nuestros contenidos mentales. Para esta teoría el lenguaje tiene un papel de gran relevancia a la hora de configurar nuestra forma de pensar e incluso nuestra percepción de la realidad, determinando o influyendo en nuestra visión del mundo.
De este modo, las categorías gramaticales en los que el lenguaje clasifica el mundo que nos rodea hace que nos ciñamos a un modo concreto de pensar, razonar y percibir, estando éste vinculado a la cultura y contexto comunicativo en la que nos vemos inmersos a lo largo de la infancia. Dicho de otro modo, la estructura de nuestro lenguaje hace que tendamos a utilizar unas estructuras y estrategias interpretativas concretas.
Asimismo, la teoría del lenguaje de Sapir-Whorf establece que cada lengua posee términos y conceptualizaciones propias que no pueden ser explicadas en otras lenguas. Dicha teoría enfatiza pues el papel del contexto cultural a la hora de ofrecer un marco en el que elaborar nuestras percepciones, de modo que somos capaces de observar el mundo dentro de unos márgenes impuestos socialmente.
Algunos ejemplos
Por ejemplo, el pueblo esquimal está acostumbrado a vivir en entornos fríos con gran cantidad de nieve y hielo, poseyendo en su lenguaje la capacidad de discriminar entre diversos tipos de nieve. En comparación con otros pueblos, ello contribuye a que sean mucho más conscientes de la naturaleza y contexto en el que viven, siendo capaces de percibir matices de la realidad que a un occidental se le escapan.
Otro ejemplo puede verse en algunas tribus en cuyo lenguaje no existen referencias al tiempo. Dichos individuos tienen severas dificultades para conceptualizar las unidades de tiempo. Otros pueblos no poseen palabras para expresar determinados colores, como el naranja.
Un último ejemplo, mucho más reciente puede darse con el término umami, concepto japonés que se refiere a un sabor derivado de la concentración de glutamato y que para otros idiomas no tiene una traducción concreta, siendo de difícil descripción para una persona occidental.
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Dos versiones de la teoría de Sapir-Whorf
Con el paso del tiempo y las críticas y demostraciones que parecían indicar que el efecto del lenguaje sobre el pensamiento no resulta tan modulador de la percepción como estipulaba inicialmente la teoría, la teoría del lenguaje de Sapir-Whorf ha sufrido algunas modificaciones posteriores. Es por ello que podemos hablar de dos versiones de dicha teoría.
1. Hipótesis fuerte: determinismo lingüístico
La visión inicial de la teoría del lenguaje de Sapir-Whorf tenía una visión muy determinista y radical respecto al papel del lenguaje. Para la hipótesis whorfiana fuerte, el lenguaje determina por completo nuestro juicio, capacidad de pensamiento y percepción, dándoles forma y pudiendo considerarse incluso que pensamiento y lenguaje son en esencia lo mismo.
Bajo esta premisa, una persona cuyo lenguaje no contemple un determinado concepto no será capaz de comprenderlo ni de distinguirlo. A modo de ejemplo, un pueblo que no tenga ningún vocablo para el color naranja no será capaz de distinguir un estímulo de otro cuya única diferencia sea el color. En el caso de quienes no incluyan nociones temporales en su habla, no podrán distinguir entre lo que ocurrió hace un mes y lo que ocurrió hace veinte años, o entre presente, pasada o futuro.
Evidencias
Diversos estudios posteriores han demostrado que la teoría del lenguaje de Sapir-Whorf no es correcta, al menos en su concepción determinista, realizándose experimentos e investigaciones que reflejan su falsedad al menos parcialmente.
El desconocimiento de un concepto no implica que no pueda crearse dentro de un lenguaje determinado, cosa que bajo la premisa de la hipótesis fuerte no sería posible. Si bien es posible que un concepto no tenga un correlato concreto en otro idioma, es posible generar alternativas.
Siguiendo con los ejemplos de puntos anteriores, si la hipótesis fuerte fuera correcta los pueblos que no tienen un vocablo para definir un color no serían capaces de distinguir entre dos estímulos iguales salvo en ese aspecto, ya que no podrían percibir las diferencias. Sin embargo, estudios experimentales han demostrado que son plenamente capaces de distinguir dichos estímulos de otros de diferente color.
De igual modo, tal vez no tengamos una traducción para el término umami, pero si somos capaces de detectar que se trata de un sabor que deja sensación aterciopelada en la boca, dejando un regusto prolongado y sutil.
Asimismo otras teorías lingüísticas, como la de Chomsky, han estudiado e indicado que si bien el lenguaje se adquiere mediante un largo proceso de aprendizaje, existen mecanismos parcialmente innatos que antes de que surja el lenguaje como tal permite observar aspectos comunicativos e incluso la existencia de conceptos en bebés, siendo comunes a la mayoría de pueblos conocidos.
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2. Hipótesis débil: relativismo lingüístico
La hipótesis determinista inicial fue, con el tiempo, modificada ante la evidencia de que los ejemplos utilizados para defenderla no resultaban completamente válidos ni demostraban una determinación total del pensamiento por parte del lenguaje.
Sin embargo, la teoría del lenguaje de Sapir-Whorf se ha desarrollado en una segunda versión, según la cual si bien la lengua no determina per se el pensamiento y la percepción, pero sí resulta un elemento que ayuda a darle forma y influencia en el tipo de contenido al que se presta mayor atención.
Por ejemplo, se propone que las características del idioma hablado pueden influir en el modo en el que se conciben ciertos conceptos o en la atención que reciben ciertos matices del concepto en detrimento de otros.
Evidencias
Esta segunda versión sí ha hallado cierta demostración empírica, puesto que refleja que el hecho de que a una persona le cueste conceptualizar determinado aspecto de la realidad debido a que su lenguaje no lo contempla hace que no se centre en dicho aspectos.
Por ejemplo, mientras un hablante del español tiende a prestar mucha atención al tiempo verbal, otros como el turco tienden a centrarse en quién realiza la acción, o el inglés en la posición espacial. De este modo, cada lengua favorece resaltar aspectos concretos, que a la hora de actuar en el mundo real puede provocar reacciones y respuestas ligeramente diferentes. Por ejemplo, al hablante de español le será más sencillo recordar cuando ha ocurrido algo que donde, sí se le pide que lo recuerdo.
También puede observarse a la hora de clasificar objetos. Mientras que algunos pueblos van a utilizar la forma para catalogar objetos, otros tenderán a asociar las cosas por su material o color.
El hecho de que no exista un concepto determinado en en lenguaje provoca que aunque seamos capaces de percibirlo no tendamos a prestarle atención. Si para nosotros y nuestra cultura no es importante si lo que ocurrió pasó hace un día o hace un mes, si nos preguntan directamente por cuando ocurrió nos será difícil dar una respuesta ya que es algo en lo que nunca hemos pensado. O si nos presentan algo con una característica extraña, como un color que no hayamos visto nunca, este podrá ser percibido pero no será determinante a la hora de realizar distinciones a menos que la coloración sea un elemento importante en nuestro pensamiento.
Referencias bibliográficas:
- Parra, M. (s.f.). La hipótesis Sapir-Whorf. Departamento de Lingüística, Universidad Nacional de Colombia.
- Sapir, E. (1931). Conceptual categories in primitive languages. Science.
- Schaff, A. (1967). Lenguaje y Conocimiento. Editorial Grijalbo: México.
- Whorf, B.L. (1956). Language, Thought and Reality. The M.I.T. Press, Massachussetts.