¿Has oído hablar sobre los Niños Índigo? No es ningún secreto que la infancia es una etapa difícil.
No sólo por la sucesión de rápidos cambios a la que va asociada; también por las fricciones que pueden surgir entre una persona inexperta, relativamente impulsiva y desconocedora de muchas costumbres sociales y los adultos con los que convive y que le prestan protección, educación y afecto.
El fraude generalizado de las pseudociencias
A las complicaciones que aparecen en la relación entre niños y adultos debemos sumarle la dificultad con la que los jóvenes expresan lo que sienten e identifican sus propios patrones de pensamiento, y el resultado de esto es que muchas personas son proclives a malinterpretar a los menores. Este margen a la malinterpretación puede ser lo suficientemente relevante como para incluir juicios desacertados acerca de las intenciones o intereses de los niños, o puede ser lo suficientemente amplio para afectar a la manera de percibir la propia naturaleza del niño o niña.
Es en este segundo caso en el que la pseudociencia de tintes New Age tiene terreno abonado para hacer prosperar ideas tan peligrosas como la de los Niños Índigo.
¿Qué son los niños índigo?
La idea de los niños índigo nació durante los 80 con un libro de la corriente New Age llamado Understanding Your Life Through Color, de Nancy Tappe. En él, la autora se decía capaz de ver un aura invisible que rodea a las personas e informa de la naturaleza de cada uno. Gracias a este don, Tappe habría sido capaz de descubrir un rápido crecimiento del número de personas nacidas con un aura azulada, indicando esto algo parecido a un cambio cualitativo en el devenir de la historia.
Estos jóvenes de aura azulada son los niños índigo, personas dotadas de una relación privilegiada con lo espiritual y con ciertas propiedades especiales.
Efecto Forer para engañar a los desinformados
La descripción de la tipología del niño índigo es lo suficientemente amplia para que varios gurúes New Age se lucren generando contenido sobre el tema, y lo suficientemente ambigua como para sacar provecho de unas buenas dosis de Efecto Forer ante parte de la opinión pública. Lo único más o menos concreto que puede saberse acerca de los niños índigo es que necesitan un trato y una educación diferente al resto de niños, son más sensibles al "plano espiritual" de la realidad y traen un mensaje de paz desde instancias misteriosas e inmateriales. Cada uno de estos niños es algo así como una avanzadilla de un nuevo mundo lleno de paz y amor que está por venir, las primeras señales de un cambio de paradigmas, etc.
A causa de la base pseudocientífica del concepto "Niños Índigo", apenas se puede decir que se trate de una teoría ni una hipótesis. Es, en todo caso, otra pieza del museo de las especulaciones que, al recurrir a elementos espirituales para ser explicada, no pueden ser puestas a prueba.
¿Por qué es peligroso creerse todo esto?
Prestar oídos a este tipo de ideas puede ser muy perjudicial si ello contribuye a enmascarar los problemas o retos a los que se enfrenta el menor. Por ejemplo, una variante de los niños índigo llamada "niños cristal" puede relacionarse con casos de autismo o del discutidísimo TDAH, o bien hace la función de una etiqueta aplicada sobre jóvenes que simplemente muestran algunos aspectos o conductas inusuales y que por ello encuentran difícil adaptarse a algunos entornos. Por ejemplo, es tentador empezar a creer en las propiedades especiales de un niño si eso nos permite negar un diagnóstico neurológico o psicológico que nos causa rechazo.
Además, como los textos acerca de los niños índigo pueden hacer referencia a las necesidades especiales de estas personas y a sus capacidades "superiores" se genera algo parecido a un sistema de castas o una nueva forma de racismo basada, esta vez, en un color que no se ve: el del aura. Por otro lado, el mensaje mesiánico asociado a los niños índigo desplaza problemáticas muy concretas y materiales desplazándolas a un mundo espiritual, creando con ello una teleología difícilmente justificable.
Finalmente, cabe remarcar que cuando se está leyendo acerca de la existencia de los niños índigo, se está leyendo algo que pertenece al género de la fantasía. Puede ser entretenido si se digiere como lo que realmente es: una serie de relatos ficticios sobre la realidad desarrollados con más o menos tino y con más o menos complejidad. Sin embargo, dado el gran volumen de contenidos pseudocientíficos con el que año tras año nos bombardean los escritores New Age, sería interesante plantearse si no saldríamos ganando cambiando estos textos por los de Tolkien, Neil Gaiman o Terry Pratchett.
A fin de cuentas, los seres mundanos y ligados a la materialidad tenemos que rendir cuentas ante el dios del tiempo bien invertido.
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