Cuando planificamos un viaje, usualmente echamos mano de guías, donde nos detallan qué lugares es imprescindible visitar. Esto, que a priori nos puede parecer fruto de nuestra época, es mucho más antiguo de los que creemos. Y es que, en la Antigüedad, algunos autores como Filón de Bizancio pusieron por escrito qué construcciones debían visitar los numerosos turistas, en su mayoría helenos, que pululaban en aquella época por las ciudades del Mediterráneo y Oriente Próximo.
De esta especie de “guía” surgió la clasificación de las “maravillas” del mundo antiguo, aunque los 7 elementos que la componen no fueron fijados hasta época moderna. Veamos a continuación cuáles eran estas 7 maravillas de la Antigüedad y qué características tenían
Las 7 maravillas del mundo antiguo: una guía turística de la Antigüedad
Filón de Bizancio vivió en Alejandría en el siglo III a.C., y trabajó en su famosa biblioteca. Según la tradición, de su pluma surgió la primera recopilación de las theamata de su tiempo (erróneamente traducido como “maravillas”, cuando en realidad sería algo así como “cosas dignas de ver”), de obligada visita para todos los viajeros que desearan conocer a fonde las tierras a donde llegaban. Se trata del libro Las siete maravillas, cuya atribución a Filón es dudosa pero que, sea como fuere, tuvo sonadísimo éxito y llegó a la Europa medieval con el título De septem mundi miraculis.
Sin embargo, las maravillas descritas por Filón no fueron una lista estándar. Al contrario; otros autores posteriores modificaron algunos de sus elementos, e incluso en la misma obra de Filón se encuentran algunas que no existen en la lista “canónica” que nos ha llegado. Por ejemplo, en lugar del faro de Alejandría, el erudito incluye las murallas de Babilonia como una de las grandes maravillas de su tiempo.
Por su parte, Beda el Venerable, ya en pleno siglo VII, introduce otros elementos, como el Capitolio de Roma o el teatro de Heraclea. Sea como fuere, las 7 maravillas de las que hablaremos en el capítulo de hoy son las que quedaron fijadas más o menos en el siglo XVII, que detallamos a continuación.
1. La gran pirámide de Guiza
Su principal particularidad es que es la única de las 7 maravillas “canónicas” que todavía sigue en pie. El resto se destruyeron hace muchos siglos, algunas en época indeterminada. De hecho, se calcula que las 7 maravillas juntas sólo convivieron apenas seis décadas.
La gran pirámide de Guiza es también la maravilla más antigua. Se levantó durante el III milenio a.C., durante el reinado del faraón Keops (Khufu en egipcio original), y su altura alcanza casi los 150 metros de altura. Pero no sólo su ciclópeo volumen debió impresionar a los viajeros antiguos; recordemos que, en época helénica, la pirámide aún estaba recubierta de piedra caliza, cuyo color blanco inmaculado refulgía bajo los intensos rayos del sol de Egipto. Un espectáculo, sin duda, maravilloso de contemplar.
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2. Los jardines colgantes de Babilonia
Los historiadores dudan de la existencia de esta “maravilla”, puesto que todos los testimonios que poseemos son indirectos (en los registros babilonios nunca se menciona nada parecido) y, además, resulta complicado imaginar cómo el pueblo de Babilonia, en un mundo rodeado de desierto, podían mantener estos exuberantes jardines siempre verdes. De ser así, debían haber gozado de una ingeniería absolutamente extraordinaria para traer el agua necesaria desde el Éufrates.
La leyenda cuenta que el rey Nabucodonosor II mandó construir los jardines para que su esposa no echara de menos su frondosa tierra de origen. Parece ser que esta maravilla del mundo consistía en numerosas y grandes terrazas cubiertas de plantas y flores, cuya altura sobrepasaba los 20 metros. Una auténtica cascada de verdura que, sin duda (y si de verdad existió) parecería el Paraíso en la tierra.
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3. Mausoleo de Halicarnaso
Esta magnífica tumba, que recogía los restos del sátrapa persa Mausolo (de ahí el nombre de este tipo de construcciones) y los de su esposa, fue descrita por el historiador y viajero griego Heródoto. Parece ser que se encontraba en Halicarnaso, actual Turquía, y que llegó a alcanzar una altura de 41 metros.
La existencia de esta maravilla parece más que probada. Unos intensos terremotos que devastaron la zona destruyeron el edificio, y más tarde, en el siglo XV, lo que quedaba de él fue definitivamente saqueado por los caballeros de Malta. Como suele suceder, los restos del mausoleo les sirvieron como material para la construcción del castillo, en plena operación de defensa contra los turcos.
4. El coloso de Rodas
Sabemos que el famoso coloso era en realidad una representación de Helios, el dios del sol. Poco o nada se sabe sobre su ubicación en la isla, ni tampoco se han conservado representaciones de la escultura que puedan darnos una idea del aspecto que tenía. Sí conservamos algunas descripciones y los detalles de sus medidas, que eran, efectivamente, colosales: más de 30 metros de alto. La escultura daba la bienvenida a los barcos que llegaban a Rodas, por lo que podemos imaginar la impresión de los visitantes, especialmente si consideramos que los dedos de la estatua, según Plinio el Viejo, eran de mayores dimensiones que la mayoría de las esculturas.
La “maravilla” permaneció en pie pocos años, pues hacia 226 a.C. se derrumbó, sin que su declive manchara su fama: se cuenta que, durante los ocho siglos que permaneció en el suelo tumbada, los visitantes seguían acudiendo en masa a ver semejante prodigio del arte. El fin le sobrevino, según algunas fuentes, al ser mutilada para vender su valioso bronce.
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5. Estatua de Zeus en Olimpia
Ubicada dentro del templo del dios en Olimpia,había sido realizada por Fidias, el insigne autor de la también magnífica estatua de Atenea que se encontraba en el Partenón. Según las descripciones que poseemos, la de Zeus, de manera parecida a la de la diosa, estaba recubierta de marfil y oro batido y portaba en la corona un sinnúmero de joyas. El dios se hallaba sentado en un espectacular trono, también realizado con oro y marfil, y sostenía en la mano a la diosa Niké, la Victoria.
La espectacular estatua se perdió en algún momento del siglo V d.C., aunque los historiadores no se ponen de acuerdo de si la causa de su destrucción fue el incendio acaecido en Olimpia o el que devastó la ciudad de Bizancio. En este último caso, y por motivos desconocidos, la estatua debió ser transportada a esta última ciudad.
6. Templo de Artemisia en Éfeso
Levantado y destruido en varias ocasiones, la historia de esta maravilla es digna de mención. La construcción del templo, dedicado a la diosa Artemisia, se demoró más de un siglo, y su supervivencia duró lo justo para que los asombrados viajeros dejaran constancia de sus dimensiones. Ardió, según cuentan las fuentes, la misma noche que nació Alejandro Magno.
Algún tiempo más tarde de la trágica destrucción, el templo se volvió a erigir, para ser de nuevo destruido durante la invasión de los godos. Por tercera vez se volvió a reconstruir el edificio, para ser definitivamente demolido durante la época cristiana. De su magnificencia (casi 130 metros de largo y casi 70 de ancho, sostenido por más de cien columnas de 18 metros de altura), solo quedan unas pocas ruinas, descubiertas en 1869.
7. El faro de Alejandría
Era la tercera estructura más alta de su época, y dicen las fuentes que su luz se podía ver a más de 50 kilómetros mar adentro. Levantado en la época del Egipto ptolemaico (se terminó en 280 a.C.), fue la maravilla del mundo antiguo que más tiempo permaneció en la tierra, sin contar las pirámides.
En el siglo XV, el faro había sufrido muchos destrozos a causa de los intermitentes terremotos. A finales del siglo, el sultán mameluco Quaitbey (1416-1496) levantó un fuerte en el antiguo emplazamiento del faro. De todas las maravillas descritas por los autores antiguos, ya sólo quedaba en pie la espectacular pirámide de Guiza, que, de hecho, sigue luchando, inmune, contra el tiempo.