Todos los procesos mentales que se producen a partir del sistema nervioso del ser humano no dependen únicamente de la actividad de las neuronas.
Entre las partes del cerebro, hay varias cuya actividad depende directamente de lo que está ocurriendo en el sistema endocrino, es decir, el conjunto de órganos que segregan hormonas.
La glándula pituitaria (o hipófisis) es, justamente, una de las estructuras de nuestro encéfalo en la que se traza un puente entre el mundo de las hormonas y el de los impulsos nerviosos que recorren nuestras neuronas. Gracias a la hipófisis aquello que pensamos y percibimos a través de los sentidos tiene un impacto en el modo en el que entramos en uno u otro estado emocional.
¿Qué es la glándula pituitaria o hipófisis?
La hipófisis es una glándula endocrina que nos ayuda a hacer que todas aquellas respuestas hormonales que ocurren en el organismo estén bien coordinadas entre sí y nos mantengan en un estado de armonía en relación a lo que ocurre en el entorno.
La glándula pituitaria es una de las zonas por las que se transmiten rápidamente las órdenes de producir ciertas hormonas cuando se detectan ciertos estímulos en el entorno. Por ejemplo, si vemos una serpiente, esta información visual, antes de llegar a las áreas de la corteza cerebral encargadas de convertir esta señal en algo en lo que se pueda pensar en términos abstractos, pasa por una región llamada tálamo.
El tálamo procesa esta información visual y, al detectar patrones de información que relacionan estos datos con el peligro, transmite una señal que pasará rápidamente a la hipófisis, situada muy cerca, y esta hará se empiecen a segregar hormonas relacionadas con el uso de la fuerza, la rapidez de reacción y la fuerza. Estas hormonas navegarán por el torrente sanguíneo y activarán otras glándulas repartidas por el cuerpo, con lo cual se logrará hacer que todo el organismo se encuentre en una situación de activación determinada durante varios minutos.
Todo esto, sin esperar a que la corteza cerebral haya procesado la información visual y se haya producido el razonamiento de que las serpientes son venenosas.
La glándula pituitaria y el sistema límbico
El ejemplo que acabamos de ver es una muestra del modo en el que la hipófisis convierte señales nerviosas en producción de hormonas que permanecen durante varios segundos flotando en el torrente sanguíneo. Mientras que cada “acción” de una neurona dura milésimas de segundo, los efectos hormonales de la glándula pituitaria son más duraderos, aunque sus efectos son también menos precisos.
Mientras que las neuronas se conectan sólo con algunas otras células nerviosas, y no con todas, las hormonas quedan navegando en la sangre sin control, activando zonas del cuerpo muy alejadas entre sí, y en un marco temporal más amplio. Es por eso que, una vez hemos terminado de correr, no solo nos cuesta más respirar durante los siguientes segundos o minutos, sino que nuestra manera de pensar se ve también alterada; es un efecto colateral de las hormonas, algo que no nos es de utilidad pero que ocurre de todas formas debido al amplio alcance temporal del sistema endocrino.
La hipófisis y Descartes
La glándula pituitaria es una de las partes del cerebro que se encuentra más centrada. De hecho, se encuentra justo debajo del hipotálamo. otra de las estructuras que componen el sistema límbico.
Es en parte por esto por lo que el famoso filósofo René Descartes la identificó como el posible lugar en el que, según su perspectiva dualista, el alma (res cogitans) interactúa con la materia del cuerpo humano (res extensa). Por supuesto, esta teoría es rechazada por la comunidad científica, ya que realmente no aporta una explicación sobre el funcionamiento de la hipófisis.
Concluyendo
La glándula pituitaria es un ejemplo de que los procesos psicológicos están totalmente ligados a los procesos hormonales y, por lo tanto, también a la vertiente emocional de nuestra personalidad.
Tener en cuenta esto es importante, ya que nos recuerda hasta qué punto la racionalidad y la irracionalidad no son dos compartimentos estancos y, también, que hay ciertas respuestas emocionales automáticas que no dependen de nuestra manera de reflexionar acerca de lo que nos ocurre.