La médula espinal es una larga y frágil estructura tubular que comienza en el final del tronco del encéfalo y continúa hasta llegar casi al segmento final de la columna vertebral. Su función principal es la de transmitir señales y órdenes que se crean en el cerebro al tronco, cuello y 4 extremidades (función eferente) y a su vez recoger todas las sensaciones y percepciones registradas a lo largo del cuerpo y enviarlas al encéfalo (función aferente).
Comprender la vida sin médula espinal es realmente complejo, y una prueba de ello son los pacientes con lesiones en algún tramo de esta frágil pero esencial estructura. Dependiendo del lugar donde se produzca el traumatismo, desde las piernas a todo el cuerpo pueden experimentar una pérdida total (completa) o parcial (incompleta) de la sensibilidad y capacidad motriz más abajo del nivel neurológico de la lesión.
Sin duda, podríamos definir a la médula espinal como el centro de transmisión de toda la información del cuerpo. Se trata de una autopista neurológica, cuya labor es emitir y recibir señales a todas y cada una de las partes de nuestro organismo con un objetivo fisiológico concreto. Para lograr esta labor, la médula espinal no está sola: cuenta con 31 pares de nervios raquídeos cuya función es inervar todo el plano corporal (menos la cabeza). Aquí te contamos la información más relevante sobre ellos.
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¿Qué son los nervios raquídeos?
Como hemos dejado entrever en líneas previas, los nervios raquídeos o nervios espinales son aquellos que se prolongan desde la médula espinal y atraviesan los músculos vertebrales para distribuirse a todas las zonas del cuerpo.
Los músculos esqueléticos de nuestro cuerpo son inervados por nervios tanto motores como sensitivos, cuya función es recoger y transmitir la información al sistema nervioso central (SNC), desde donde se genera una respuesta efectora. Este grupo muscular comprende más de 600 músculos que se pueden mover a voluntad propia, y juntos comprenden el sistema muscular. La musculatura lisa y cardíaca queda fuera de este conglomerado motor, pues los movimientos que realizan no son conscientes y se producen de forma “automática”.
Así pues, los nervios raquídeos se relacionan de forma directa con esta porción muscular, para que sean posibles los movimientos y el desarrollo del ser humano en un entorno tridimensional. Cabe destacar que cada uno de estos nervios emerge a través de los espacios de las vértebras en forma de 2 ramos cortos, denominados raíces nerviosas raquídeas. Te contamos sus particularidades de forma rápida.
1. Raíz nerviosa motora
Esta raíz, localizada en la parte anterior de la médula espinal, es la encargada de transmitir los impulsos desde la médula espinal hasta los músculos esqueléticos para fomentar su contracción y, por tanto, la producción del movimiento.
Las radiculopatías (lesiones o daños de uno o más nervios y sus raíces) suelen provocar un debilitamiento característico de los músculos inervados por la raíz motora afectada. Estos se vuelven débiles, atróficos, flácidos y con fasciculaciones.
2. Raíz nerviosa sensitiva
Por otro lado, la raíz sensitiva entra por la parte posterior de la médula espinal. Las fibras nerviosas que la componen llevan información sensorial, que será interpretada por el cerebro en última instancia. Ejemplos de esta información son la posición del cuerpo, el grado de luminosidad, el tacto, la temperatura ambiental y el dolor al sufrir una lesión, entre otros muchos parámetros exógenos y endógenos.
Por ello, las afectaciones de las raíces nerviosas sensitivas se traducen en una falta de sensibilidad en las zonas inervadas por los nervios lesionados. Debido a esta “doble” composición de los nervios raquídeos, se afirma que estos cumplen una función de naturaleza mixta: mandan y recogen información por igual.
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Los 31 pares de nervios raquídeos
Sí, has leído bien. 31 pares de nervios raquídeos emergen de la médula espinal e inervan prácticamente la totalidad de nuestro cuerpo, exceptuando la cabeza y ciertas secciones del cuello. El trabajo cefálico se encuentra relegado a los nervios craneales, que son 12 pares nerviosos cuya función es conectar el cerebro con los ojos, las orejas, la nariz, la garganta y varias partes de la cabeza y el cuello.
A continuación, te presentamos la funcionalidad de todos los nervios raquídeos por bloques, pues estos se dividen en base a las estructuras que inervan. Vamos a ello.
1. Nervios cervicales (C1-C8)
Son los nervios de las primeras 7 vértebras cervicales. Nacen de la médula espinal, emergen por los agujeros de conjunción de la columna vertebral y se distribuyen por terrenos sensitivos y motores específicos.
Los nervios cervicales inervan los músculos esternohioideos, esternotiroideos y omohioideo. En general, estos grupos musculares se pueden definir como cintas carnosas que se extienden desde el esternón/omóplato a ciertas partes del cuello. Como dato curioso, cabe destacar que los primeros nervios cervicales carecen de raíces posteriores en el 50 % de las personas.
2. Nervios torácicos (T1-T12)
Son un total de 12 nervios espinales que emergen de las vértebras torácicas. Casi todos ellos están ubicados entre las costillas (intercostales), con el duodécimo situado debajo de la última costilla (nervio subcostal). Por su parte, las terminaciones nerviosas intercostales se distribuyen por las paredes del tórax y del abdomen.
Estos nervios torácicos participan en las funciones de los órganos y glándulas de la cabeza, cuello, tórax y abdomen. Son los responsables de la inervación de las glándulas mamarias, la pared torácica, la pared abdominal y la pelvis. Debido a su importancia a nivel nervioso, estos nervios raquídeos son las dianas terapéuticas de elección para muchos tratamientos que tienen como finalidad manejar el dolor crónico de los pacientes.
3. Nervios lumbares (L1-L5)
Son 5 nervios espinales que surgen de las vértebras lumbares. Se dividen en 2 secciones compartimentalizadas, anteriores y posteriores. Estos elementos nerviosos emergen del raquis por los agujeros de conjunción. De todas formas, estos nervios no se deben concebir como una serie de entidades aisladas: los 3 primeros y la mayor parte del cuarto están conectados entre sí en esta situación por lazos anastomóticos, formando el plexo lumbar.
Así pues, el plexo lumbar se establece entre las ramas anteriores de los nervios raquídeos L1 y L4. Por otro lado, la parte más pequeña del cuarto nervio se une con el quinto para formar el tronco lumbosacro, que participa en la formación del plexo sacro.
4. Nervios sacros (S1-S5)
Son los 5 nervios espinales que emergen del hueso sacro (hueso que se encuentra debajo de la vértebra lumbar L5 y encima del cóccix) y constituyen el segmento más bajo de la médula espinal. A pesar de que los componentes vertebrales del sacro están fusionados para formar una sola entidad ósea, cada uno de estos nervios reciben el nombre de la vértebra a la que se asociarían.
Estos nervios se dividen en ramas, pero muchas de ellas se terminan uniendo entre sí, y también a los plexos lumbares y coccígeos. Como hemos dicho con anterioridad, esta serie de interconexiones forman plexos, específicamente el sacro y el lumbosacro. Las ramas de estos plexos inervan la cadera, el muslo, la pierna y el pie.
5. Nervio coccígeo
El nervio coccígeo es el último de los nervios espinales, es decir, el número 31. Surge en el cono medular, ayuda a formar el plexo coccígeo e inerva la articulación sacrococcígea y una parte del elevador del ano.
8 nervios cervicales + 12 nervios torácicos + 5 nervios lumbares + 5 nervios sacros + 1 nervio coccígeo: 31 nervios raquídeos.
Resumen
En este espacio, hemos recorrido las particularidades generales de los 31 nervios raquídeos que recorren todo nuestro cuerpo, exceptuando la cabeza y ciertas partes del cuello. Su función es emitir información por parte del cerebro y permitir la contracción muscular (trabajo motor) y, a su vez, recibir toda la información esencial brindada por las extremidades y las zonas inervadas (trabajo sensitivo).
Gracias a estos pares nerviosos espinales y a los cefálicos, los seres humanos somos capaces de desenvolvernos en un entorno tridimensional, siendo conscientes de nuestro propio estado interno y de lo que nos rodea en el ambiente. Tras leer estas líneas, nos queda claro un concepto claro: sin nuestras terminaciones nerviosas, los seres humanos no somos nada.
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