Aunque aún siga siendo posible conocer a alguien en un bar, cada vez es más frecuente que la vía para hacerlo sea mediante redes sociales o aplicaciones de citas. En los últimos años, los teléfonos móviles se han convertido en dispositivos indispensables para la vida cotidiana de las personas: se han vuelto necesarios para el trabajo, para realizar trámites burocráticos, para quedar con los amigos, y cómo no, también gran parte del flirteo se ha trasladado al plano virtual.
La era digital ha traído consigo una transformación en el modo que las personas buscamos conocer a alguien en términos sexoafectivos. Aunque bien es cierto que esta forma de relacionarnos tiene sus ventajas, como la posibilidad de contactarnos con amigos o incluso personas del otro lado del mundo en un abrir y cerrar de chats, también han emergido fenómenos como el ghosting que pueden ilustrar la poca responsabilidad afectiva que caracteriza a los vínculos de esta época. En este artículo veremos a qué refiere este término y si el miedo al ghosting ha cambiado nuestra manera de flirtear.
Ghosting: ¿Qué es?
Como comenté antes, tras el advenimiento del internet como medio predilecto para relacionarnos, los vínculos del siglo XXI han cambiado drásticamente. En nuestros tiempos, ya lo decía Bauman, las relaciones interpersonales que establecemos son líquidas.
Los vínculos líquidos tienden a ser efímeros. Al contrario de las relaciones sólidas previas a la posmodernidad —en las cuales primaba la búsqueda de establecer proyectos compartidos a futuro con un otro, como quizás mudarse juntos o formar una familia—, los vínculos líquidos privilegian el presente, la obtención de placer y satisfacción inmediata, la libertad de no sentirse atado a un otro. En una dimensión de análisis superior, podríamos observar que lo que le subyace a esta forma de vincularse es la primacía del individualismo característico de las sociedades de consumo.
No obstante, la contrapartida de la necesidad de libertad en los vínculos líquidos es la falta de compromiso con el otro. El ghosting es un fenómeno que ilustra perfectamente cuán problemático esta tendencia puede ser (sobre todo, para la persona ghosteada). Pero primero necesitamos comprender a qué refiere esta palabra. El ghosting es un término anglosajón que deriva de la palabra ghost —es decir, fantasma—, y hace referencia a la situación en la que, cuando dos personas llevan un tiempo conociéndose y parece que están comenzando a desarrollar cierto grado de involucramiento afectivo, ¡puf!, de repente uno de los dos desaparece por completo. Podría no contestar los mensajes de texto ni las llamadas de la otra persona, eliminarla de sus redes sociales, no aparecer en los sitios donde normalmente ambos frecuentaban encontrarse, todo esto sin explicitar el porqué.
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La falta de responsabilidad afectiva en el ghosting
El problema del ghosting reside en que la persona que ghostea —es decir, quien se esfuma— no suele dar ningún tipo de explicaciones al respecto a la otra persona. En consecuencia, lo más habitual es que ésta persona comience a sospechar que existe algún motivo por el cual el otro no quiere verla más, hipotetizar acerca de si ha hecho algo mal o experimentar desilusión, ansiedad e incluso culpa.
Además, de acuerdo a un estudio llevado a cabo por un grupo de investigadoras de la Universidad Erasmo de Róterdam que buscó comprender la vivencia de personas que ghostean y son ghosteadas, un alto porcentaje de los participantes que fueron ghosteados consideraron que esta experiencia tuvo efectos a largo plazo en su salud mental, afectando su autoestima y confianza en otras personas.
Es importante recalcar que quien es ghosteado/a jamás tiene la culpa de ello. El ghosting es una actitud que denota irresponsabilidad afectiva por parte de quien lo lleva a cabo y no de quien lo sufre, ya que mediante tal comportamiento no está considerando que sus actos tendrán consecuencias en la otra persona. En una pareja —aunque también aplica para cualquier tipo de vínculo, se trate de uno sexoafectivo o no—, es normal y esperable que eventualmente se presenten desacuerdos, problemas o intereses contrapuestos.
Ante estas dificultades es importante mantener una comunicación asertiva: expresar con claridad y precisión cuál es la situación problemática en caso de haberla, señalar cuáles son las emociones propias involucradas, y también declarar qué se pretende de la otra persona al respecto; siempre y cuando se escuche qué tiene el otro para decir. En el caso del ghosting, la comunicación por una de las partes es nula o deficiente respecto a la otra. Los conflictos nunca son expresados y, por lo tanto, quien es ghosteado/a se encuentra inmerso en una nebulosa de incógnitas sin resolver.
Es válido no querer vincularse más con alguien, sea el motivo que sea: no siente la misma atracción que antes, hay ciertas actitudes del otro que no le gustan, o incluso podría ser simplemente por desinterés o aburrimiento, algo habitual en los tiempos que corren. Sin embargo, es necesario tener responsabilidad afectiva para ser conscientes que nuestros actos repercuten emocionalmente en el otro y, en caso de desear no ver más a la otra persona, es importante decirle por qué.
Quizás es muy difícil que nuestros vínculos pierdan esa fragilidad y «liquidez» que los caracterizan, pero de lo que sí podemos asegurarnos es que, aunque nos relacionemos de tal modo, lo hagamos de la forma menos dañina posible.
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¿El miedo a ser ghosteados ha cambiado nuestra forma de flirtear?
Teniendo en cuenta lo desarrollado es posible determinar que sí, es esperable que el miedo a ser ghosteados haya cambiado nuestra forma de flirtear, sobre todo la de aquellas personas que fueron ghosteadas en el pasado.
Es posible que este fenómeno no haya hecho más que acrecentar la tendencia a “vincularnos, pero no involucrarnos del todo” por miedo a dar demasiado de uno mismo y que el otro desaparezca. Por otra parte, la posibilidad de ser ghosteadas podría llevar a muchas personas a buscar espacios en los que flirtear más allá de los virtuales, fundamentalmente el cara a cara, ya que el ghosting es una práctica que está más ligada a los medios digitales.
Tomas Santa Cecilia
Tomas Santa Cecilia
Psicologo Consultor: Master en Psicología Cognitivo Conductual
En última instancia, algunas personas podrían incluso abandonar el flirteo como consecuencia del temor a ser ghosteadas otra vez; podrían caer en la trampa de considerar que esa experiencia dolorosa tiene que ver con algún defecto personal y no con el hecho de que la comunicación por parte de la persona con la que se vincularon fue poco responsable. Es por tal motivo que consideramos importante recalcar la importancia de buscar apoyo por parte de un profesional de la salud mental en caso de necesitarlo a causa del ghosting.