Muchas personas caen en el error de dar por sentado que amor y enamoramiento son esencialmente sinónimos, y que una persona que tiene a una pareja por la que siente amor es, de hecho, una persona enamorada.
Aunque es cierto que en la cultura popular muchas veces se usan ambos términos de manera indistinta, en realidad no aluden al mismo tipo de fenómeno. De hecho, en las relaciones de pareja que duran lo suficiente como para estabilizarse, lo normal es que el enamoramiento se desvanezca con el paso del tiempo. Y, de hecho, esto no es algo negativo de por sí. Veamos por qué en este artículo que gira alrededor del tema de por qué nos desenamoramos y por qué eso es normal.
¿Qué entendemos por enamoramiento?
El enamoramiento puede ser definido como una experiencia de vinculación emocional con una persona concreta, en la que vivimos cómo debido un intenso sentimiento de atracción afectivo-sexual nuestra atención queda fijada en ella y, en situaciones en las que está cerca o la imaginamos de manera vívida, experimentamos una mezcla de alegría y euforia. Por otro lado, el componente sexual suele ser habitual en este tipo de vivencias, pero en algunos casos llega a ser muy leve o incluso puede ser inapreciable, tal y como ocurre en personas asexuales que tan solo sienten un elemento de desconexión afectiva.
Ahora bien, el enamoramiento no significa que busquemos activamente interactuar con esa persona por la que sentimos una intensa atracción. En muchos casos aparece una ambivalencia afectiva en la que a las ganas de estar con esa persona se le une el miedo al rechazo o a generar una mala imagen; la presión por no alejar a esa persona hace que no sean pocos quienes tratan de evitar llamar la atención de ese sujeto por el que se siente atracción, postergando constantemente el momento de “lanzarse”.
Así pues, lo que sí es común a todos los casos de enamoramiento es que el interactuar con la persona de la que uno/a se ha enamorado genera una intensa descarga emocional con un fuerte componente placentero al que a veces se le añade el miedo (en las primeras etapas, cuando la relación no se ha afianzado y existe la posibilidad del amor no correspondido), y también la tendencia a pensar mucho en esa persona y en adaptar muchas de las rutinas del día a día a la posibilidad de poder contemplarla o contactar con ella.
Digamos que, en el enamoramiento, tanto nuestros pensamientos como nuestros sentidos se alinean par dirigirse a todo lo que tiene que ver con contemplar a esa persona que nos atrae, y si puede ser, agradarle también. Como resultado de eso, suele ser común la idealización de la persona de la que nos enamoramos, al interpretar todo lo que hace del modo más optimista y benévolo posible.
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¿Por qué nos desenamoramos en las relaciones de pareja que se consolidan?
Aunque hoy en día está claro que el amor está más allá de los procesos puramente biológicos y lo experimentamos a través de una serie de valores y expectativas de planes de vida en pareja, no cabe duda que la razón de ser de los procesos hormonales en los que se basa están vinculados a los procesos de reproducción.
Es decir, que si existen patrones de activación nerviosa y hormonal que podemos identificar fácilmente con el enamoramiento, es porque cientos de miles de evolución biológica han dado lugar a estos fenómenos para facilitar la reproducción, la sucesión de una generación a las siguientes.
Teniendo esto en cuenta, tiene sentido que el enamoramiento sea algo transitorio; digamos que los patrones de comportamiento a los que nos predispone esta primera etapa de la unión emocional entre dos personas dejan de ser útiles cuando la relación ya se ha consolidado, o por lo menos tienen un coste demasiado alto como para que resulte eficiente mantenerlos activos en nuestro día a día.
Por ejemplo, el enamoramiento nos hace prestarle mucha atención a la imagen de nosotros mismos que le damos a la otra persona. ¿Es esto útil cuando dos personas llevan más de un año de noviazgo? Probablemente no; buena parte del tiempo y la energía invertidos en disimular nuestras imperfecciones podrían haber sido destinados a otros fines más importantes en ese momento.
Del mismo modo, la pasión con la que las personas enamoradas acometen su vida sexual al convivir juntas puede quedar rebajada cuando, después del paso de los meses, queda claro que “no hay prisas” para reproducirse, porque si esa unión ha durado todo ese tiempo hay muchas probabilidades de que siga perdurando de ahí en adelante, o al menos es poco probable que termine pronto. Recordemos que todas estas son lógicas talladas por la evolución natural, no por la cultura, y que por consiguiente tienen la reproducción como fin último, y no la felicidad de las personas.
Todo esto explica por qué, por lo general, la fase de enamoramiento dura menos de un año; aproximadamente se desarrolla desde el inicio de la relación hasta los cinco o seis meses en condiciones e interacción constante o convivencia.
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La evolución de las relaciones de pareja
Ahora que ya hemos visto por qué el enamoramiento es fugaz, es momento de recordar que hay vida (en pareja) después de esta etapa de la relación. Veamos, de manera resumida, cuál es el desarrollo de las relaciones de pareja.
1. Atracción y enamoramiento
Por lo general, el enamoramiento no aparece desde el minuto uno de ver por primera vez a una persona que nos atrae, pero no tarda mucho más en aparecer. Suele ser necesario conocerla mínimamente para empezar a crearnos una imagen medio real y medio imaginaria de su manera de ser, de sus valores, de sus intereses, etc. Y a partir de esta imagen idealizada de esa persona, aparece el enamoramiento y las ganas intensas de estar con ella.
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2. Primeras crisis
En esta fase de transición son habituales las decepciones y los desengaños, ya que las personas se dan cuenta de que la imagen idealizada que tenían de la otra no se corresponde con la realidad. Sin embargo, no tiene por qué suponer el fin de la relación de pareja, y da la oportunidad de conocer a un ser humano complejo y lleno de matices, alguien que quizás es más estimulante conocer en profundidad y que va más allá de la versión “simple” que se tenía del otro en la fase de enamoramiento.
3. Amor basado en el compromiso
Tras el enamoramiento, aparece una experiencia que es más similar a lo que convencionalmente entendemos por amor: un vínculo afectivo que sigue siendo fuerte, pero que no se apoya tanto en la pasión, sino en las ganas de establecer un proyecto de vida en común basado en la confianza y el apoyo mutuo, y poniendo más esfuerzo en comprender genuinamente al otro y en ser comprendidos a un nivel profundo.
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Carolina Marín
Carolina Marín
Pareja Y De Familia. Federada Por Feap
Soy Carolina Marín, Psicóloga General Sanitaria federada por la FEAP, y ofrezco sesiones presenciales y online por videollamada.