La amabilidad y la empatía son características que valoramos positivamente en los demás, pero si estas son llevadas al extremo, se puede caer en una actitud crónicamente sumisa. Esto es un problema no solo porque genera malestar en quien sufre esa tendencia a la sumisión, sino también porque predispone a los demás a adoptar un rol de dominancia o, al menos, liderazgo ante la toma de decisiones.
Y es que lo útil o problemático de ciertas características psicológicas depende también de lo que suponen a la hora de relacionarse con los demás. Nuestro bienestar no emana simplemente de nosotros hacia el exterior, sino que también tiene que ver con los efectos que nuestras actitudes tienen en los demás y en cómo estas nos afectan. Así pues, veamos las características de las personas sumisas para que sea más sencillo identificar estas situaciones y afrontar el problema.
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Los rasgos psicológicos de las personas sumisas
A continuación veremos aquello que caracteriza a las personas sumisas, y lo que esto supone en su día a día, en sus hábitos y en su forma de relacionarse con otras personas.
1. La evitación del conflicto
Las personas sumisas tienden a evitar las confrontaciones, por mínimas que sean. Eso significa que normalmente hacen sacrificios para prevenir estos "choques de voluntades", dedicando tiempo, esfuerzo y recursos a que los demás no se vean contrariados.
En ocasiones, este tipo de personas sienten aversión incluso por la idea de que el otro sienta impaciencia o enfado. Eso indica que esa actitud sumisa no suele responder a un afán por instrumentalizar a la otra persona (buscando su protección o su influencia) sino que se genera un vínculo de dominio total, e incluso mental.
2. Un pasado doloroso
Si bien no se da en todos los casos, muchas veces las personas sumisas tienen a sus espaldas un pasado lleno de maltrato o bullying. Este pasado hace que se aprenda que los demás atacarán a la mínima, por cualquier excusa, con el menor resquicio de frustración o enfado. A su vez, esto propicia que los demás acepten ese rol dominante que les es concedido.
3. Perfil de personalidad discreto
Las personas sumisas tienden a no querer llamar mucho la atención. Esto es algo que se hace para evitar conflictos y momentos humillantes en los que cualquier agresión iniciada por parte de otros no podrá ser respondida de manera proporcional.
4. Tendencia a la timidez
Las personas sumisas no tienen por qué ser introvertidas, pero sí suelen ser tímidas. Es decir, piensan de forma casi obsesiva acerca de la imagen que dan, y sobre lo que otros piensan acerca de ellas, a menudo fruto del hecho de saberse sumisas y, por consiguiente, poco valoradas socialmente o con muchas posibilidades de causar una mala primera impresión.
Eso significa que difícilmente iniciarán conversaciones de tipo informal con desconocidos, por ejemplo, e incluso a veces les cuesta iniciar diálogos de tipo formal con gente a la que no se conoce bien. Una vez más, esto es consecuencia de ese intento por mantener un perfil discreto.
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5. Creación de vínculos de dependencia
Las personas sumisas adoptan el rol de alguien que necesita protección, y por eso es habitual que establezcan relaciones asimétricas basadas en la dependencia.
En casos patológicos, como aquellos en los que se ha diagnosticado Trastorno de Personalidad por Dependencia, esto puede llegar al extremo en el que no se hace nada que no tenga que ver con estar cerca de alguien que cumple el papel de "protector" y a quien se acostumbra a servir en todo.
6. Falta de asertividad
Las personas sumisas hablan relativamente poco acerca de sus propios puntos de vista, no dedican mucho tiempo a dar sus opiniones, y prefieren centrarse en lo que otros quieren o necesitan. En ocasiones es complicado saber cuáles son sus motivaciones, porque pueden llegar a evitar a hablar sobre ellas de forma explícita. En general, esto denota una clara falta de asertividad.
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7. Intentan satisfacer a los demás
Otra de las características psicológicas de las persona sumisas es que no les importa revelar su situación como "parte dominada" en una relación. Aunque a veces puedan adoptar un rol pasivo agresivo, evitan desobedecer órdenes para no propiciar peleas y disputas.
8. Lenguaje no verbal contraído
Las personas sumisas, como tratan de no llamar la atención, hacen que su cuerpo sea lo más discreto posible mediante sus posturas. Es habitual que mantengan la mirada baja, que sus brazos y piernas se desplacen poco hacia el exterior con respecto al eje vertical de su cuerpo, o que encorven la espalda.
9. Dicen sentirse mal con relativa frecuencia
Como no hay forma de llevar la contraria a nadie, la única manera que tienen de darse un respiro es hacer que su cuerpo llegue al extremo. Por eso tienden a cansarse más, o a enfermar con mayor frecuencia: pasan por más momentos de estrés y de esfuerzos que la mayoría de personas de su entorno, ya que pocas veces se hacen concesiones a ellas mismas.
10. Hablan poco
No solo hay una tendencia a contactar poco con desconocidos; además, se tiende a hablar menos, y cuando se hace, las conversaciones suelen ser sobre temas poco importantes. De este modo no se fuerza que la atención quede desplazada totalmente hacia ellas mismas, algo que ocurriría si, por ejemplo, se narran anécdotas de la infancia o si se explica cuáles son los proyectos de vida que se piensa tirar hacia adelante.
¿Cómo superar la tendencia a mantenernos sumisos ante los demás?
La manera más recomendable y, en general, efectiva de superar esa tendencia a la sumisión consiste en ir a psicoterapia. Con el apoyo profesional de un psicólogo dispondrás de estrategias de gestión emocional que refuerzan la autoestima, potencian la asertividad y ayudan a salir de ese círculo vicioso de sometimiento constante a los demás. El proceso suele durar unos pocos meses y a buenos resultados, pero para que funcione hay que acudir a las sesiones periódicas sin interrumpir la terapia.