Diferencias en la expresión de trastornos mentales entre Occidente y Japón

Una mirada transcultural a la psicología clínica y a las enfermedades mentales.

Pixabay

Las diferencias en la expresión de psicopatologías entre Japón y Occidente tienen un gran componente cultural, y en ello se incluyen las diferentes manifestaciones de las patologías según la región, sexo y presiones ambientales. Las diferencias filosóficas entre Occidente y Japón son tangibles en las relaciones familiares, interpersonales y en el desarrollo del self.

Pero se puede observar un acercamiento de las patologías de una región a la otra, debido al contexto socioeconómico actual derivado de la globalización.

Trastornos psicológicos: diferencias y semejanzas entre Occidente y Japón

Un ejemplo claro podría ser la proliferación del fenómeno Hikikomori en Occidente. Este fenómeno observado inicialmente en Japón se está abriendo paso en Occidente, y el número continúa creciendo. Las teorías piagetianas sobre desarrollo evolutivo muestran unos patrones similares en materia de maduración en las diferentes culturas, pero en el caso de las psicopatologías, se puede observar como en la adolescencia y la niñez empieza a aparecer los primeros signos.

La alta tasa de patrones desadaptativos de la personalidad que se encuentra en este sector de la población, es objeto de interés debido a la relevancia de la niñez y la adolescencia como un periodo del desarrollo en el que pueden ocurrir una amplia variedad de trastornos y síntomas psicopatológicos (Fonseca, 2013).

¿Cómo percibimos las psicopatologías según nuestro contexto cultural?

La manifestación de las psicopatologías es vista de diferente forma según Occidente y Japón. Por ejemplo, los cuadros clásicamente calificados como histeria están en franca disminución en la cultura occidental. Este tipo de reacciones han pasado a considerarse un signo de debilidad y de falta de autocontrol y se trataría de una forma socialmente cada vez menos tolerada de expresión de emociones. Algo muy distinto de lo que ocurría, por ejemplo, en la era victoriana en la que los desmayos eran signo de sensibilidad y delicadeza (Pérez, 2004).

La conclusión que se puede extraer de lo siguiente podría ser que según el momento histórico y los patrones de conducta considerados aceptables, moldean la expresión de las psicopatologías y la comunicación intra e interpersonal. Si comparamos estudios epidemiológicos realizados en soldados en la I y II Guerra Mundial, podemos observar la casi desaparición de los cuadros conversivos e histéricos, siendo reemplazados mayoritariamente por cuadros de ansiedad y somatización. Ello aparece indiferentemente de la clase social o nivel intelectual de los rangos militares, lo que indica que el factor cultural predominaría sobre el nivel intelectual a la hora de determinar la forma de expresión del distrés (Pérez, 2004).

Hikikomori, nacido en Japón y expandiéndose por el mundo

En el caso del fenómeno llamado Hikikomori, cuyo significado literal es "apartarse, o estar recluido", se puede observar como actualmente se trata de clasificar como un trastorno dentro del manual DSM-V, pero debido a su complejidad, comorbilidad, diagnóstico diferencial y poca especificación diagnóstica, no existe aún como un trastorno psicológico, sino como un fenómeno que adquiere características de diferentes trastornos (Teo, 2010).

Para ejemplificar esto, un estudio reciente de tres meses de duración llevó a psiquiatras infantiles japoneses a examinar 463 casos de jóvenes menores de 21 años con los signos del llamado Hikikomori. De acuerdo con el criterio del manual DSM-IV-TR, los 6 diagnósticos más detectados son: trastorno generalizado del desarrollo (31%), trastorno de ansiedad generalizado (10%), distimia (10%), trastorno adaptativo (9%), trastorno obsesivo-compulsivo (9%) y esquizofrenia (9%) (Watabe et al, 2008), citado por Teo (2010).

El diagnóstico diferencial del Hikikomori es muy amplio, podemos encontrar trastornos psicóticos como esquizofrenia, trastornos de la ansiedad como estrés postraumático, trastorno depresivo mayor u otros trastornos del estado de ánimo, y trastorno esquizoide de la personalidad o trastorno evitativo de la personalidad, entre otros (Teo, 2010). No existe consenso aún sobre la categorización del fenómeno Hikikomori para entrar como trastorno en el manual DSM-V, siendo considerado como un síndrome arraigado a la cultura según el artículo (Teo, 2010). En la sociedad japonesa, el término Hikikomori es más aceptado socialmente, debido a que son más reacios a utilizar etiquetas psiquiátricas (Jorm et al, 2005), citado por Teo (2010). La conclusión extraída de ello en el artículo podría ser que el término Hikikomori es menos estigmatizador que otras etiquetas para trastornos psicológicos.

Globalización, crisis económica y enfermedad mental

Para poder entender un fenómeno arraigado a un tipo de cultura, hay que estudiar el marco socioeconómico e histórico de la región. El contexto de globalización y de crisis económica global deja ver un colapso del mercado laboral para los jóvenes, lo que en sociedades con unas raíces más profundas y estrictas, fuerza a los jóvenes a encontrar nuevos caminos para gestionar las transiciones aun estando en un sistema rígido. Bajo estas circunstancias, se presentan patrones anómalos de respuesta a las situaciones, donde la tradición no provee de métodos o pistas para la adaptación, reduciendo así las posibilidades de disminuir el desarrollo de patologías (Furlong, 2008).

Relacionando con lo mencionado anteriormente sobre el desarrollo de las patologías en la niñez y adolescencia, vemos en la sociedad japonesa como las relaciones parentales influyen en gran medida. Estilos parentales que no promueven la comunicación de las emociones, sobreprotección (Vertue, 2003) o estilos agresivos (Genuis, 1994; Scher, 2000) citados por Furlong (2008), están relacionados con los trastornos de ansiedad. El desarrollo de la personalidad en un entorno con factores de riesgo, pueden ser desencadenantes del fenómeno Hikikomori aunque no esté demostrada una causalidad directa debido a la complejidad del fenómeno.

Psicoterapia y diferencias culturales

Para poder aplicar una psicoterapia efectiva para pacientes de culturas diferentes, se hace necesaria una competencia cultural en dos dimensiones: genérica y específica. La competencia genérica incluye los conocimientos y habilidades necesarias para desempeñar su trabajo de forma competente en cualquier encuentro transcultural, mientras que la competencia específica se refiere al conocimiento y técnicas necesarias para ejercer con pacientes de un entorno cultural concreto (Lo & Fung, 2003), citados por Wen-Shing (2004).

Relación paciente-terapeuta

En cuanto a la relación paciente-terapeuta, hay que tener presente que cada cultura tiene una concepción diferente acerca de las relaciones jerárquicas, incluida la paciente-terapeuta, y actuar en función del concepto construido de la cultura de origen del paciente (Wen-Shing, 2004). Esto último es muy importante para poder crear un clima de confianza hacia el terapeuta, sino se darían situaciones en las que la comunicación no llegaría de manera efectiva y la percepción del respeto del terapeuta hacia el paciente quedaría en entredicho. La transferencia y contra transferencia debería ser detectada lo antes posible, pero si la psicoterapia no se da de una forma acorde a la cultura del receptor no será efectiva o podría complicarse (Comas-Díaz & Jacobsen, 1991; Schachter & Butts, 1968), citados por Wen-Shing (2004).

Enfoques terapéuticos

También el foco entre la cognición o la experiencia es un punto importante, en Occidente la herencia del "logos" y la filosofía Socrática se hace patente, y se le da mayor énfasis a la experiencia del momento incluso sin una comprensión a nivel cognitivo. En culturas del este, se sigue un enfoque cognitivo y racional para entender la naturaleza que causa los problemas y cómo afrontarlos. Un ejemplo de terapia asiática es la "Terapia Morita" originalmente llamada "Terapia de la experiencia de una nueva vida". Única en Japón, para pacientes con trastornos neuróticos, consiste en estar en cama durante 1 o 2 semanas como primera etapa de la terapia, para después empezar a re experimentar la vida sin preocupaciones obsesivas o neuróticas (Wen-Shing, 2004). El objetivo de las terapias asiáticas se centra en la experiencia vivencial y en la cognitiva, como en la meditación.

Un aspecto muy importante a tener en cuenta en la selección de la terapia es el concepto del self y ego en todo su espectro en función de la cultura (Wen-Shing, 2004), ya que además de la cultura, la situación socioeconómica, trabajo, recursos de adaptación al cambio, influye a la hora de crear la auto percepción como se comentaba anteriormente, además de en la comunicación con los demás de las emociones y síntomas psicológicos. Un ejemplo de la creación del self y ego puede darse en las relaciones con los superiores o miembros de la familia, cabe mencionar que las relaciones paternales pasivo-agresivas se consideran inmaduras por los psiquiatras occidentales (Gabbard, 1995), citado por Wen-Shing (2004), mientras que en sociedades orientales, este comportamiento resulta adaptativo. Ello afecta a la percepción de la realidad y a la asunción de responsabilidades.

A modo de conclusión

Existen diferencias en las manifestaciones de las psicopatologías en Occidente y Japón o sociedades orientales en la percepción de las mismas, construidas por la cultura. Por ello, para realizar psicoterapias adecuadas se debe tener en cuenta estas diferencias. El concepto de salud mental y las relaciones con las personas se moldean por la tradición y por los momentos socioeconómicos e históricos imperantes, puesto que en el contexto globalizador en el que nos encontramos, se hace necesario la reinvención de mecanismos de afrontamiento a los cambios, todos ellos desde las diferentes perspectivas culturales, ya que forman parte de la riqueza del conocimiento colectivo y de la diversidad.

Y por último, ser conscientes del riesgo de la somatización de las psicopatologías debido a lo considerado socialmente aceptado según la cultura, puesto que afecta de igual manera a las diferentes regiones, pero las manifestaciones de ellas no deberían darse por diferenciación entre sexos, clases socioeconómicas o distinciones varias.

  • Pérez Sales, Pau (2004). Psicología y psiquiatría transcultural, bases prácticas para la acción. Bilbao: Desclée De Brouwer.
  • Fonseca, E.; Paino, M.; Lemos, S.; Muñiz, J. (2013). Rasgos de los patrones des adaptativos de la personalidad del Clúster C en población general adolescente. Actas Españolas de Psiquiatría; 41(2), 98-106.
  • Teo, A., Gaw, A. (2010). Hikikomori, a Japanese Culture-Bound Syndrome of Social Withdrawal?: A Proposal for DSM-5. Journal of Nervous & Mental Disease; 198(6), 444-449. doi: 10.1097/NMD.0b013e3181e086b1.
  • Furlong, A. (2008). The Japanese hikikomori phenomenon: acute social withdrawal among young people. The Sociological Review; 56(2), 309-325. doi: 10.1111/j.1467-954X.2008.00790.x.
  • Krieg, A.; Dickie, J. (2013). Attachment and hikikomori: A psychosocial developmental model. International Journal of Social Psychiatry, 59(1), 61-72. doi: 10.1177/0020764011423182
  • Villaseñor, S., Rojas, C., Albarrán, A., Gonzáles, A. (2006). Un enfoque transcultural de la depresión. Revista de Neuro-Psiquiatría, 69(1-4), 43-50.
  • Wen-Shing, T. (2004). Culture and psychotherapy: Asian perspectives. Journal of Mental Health, 13(2), 151-161.

Artículos relacionados

Artículos nuevos

Quizás te interese