Dada la complejidad emocional del ser humano, en muchas ocasiones resulta difícil discernir qué tipo de relaciones interpersonales devienen potenciadoras para el propio bienestar o bien derivan en consecuencias perjudiciales. Así, de forma análoga a todo proceso psicológico individual, en las relaciones que se mantienen con las personas del entorno confluyen, a la hora de valorar dichas interacciones, aspectos emocionales con otros de tipo más racional.
Estas valoraciones, reflexiones o juicios emitidos sobre las experiencias que compartimos con otros individuos son fundamentales debido a que guían el propio comportamiento social, por lo cual parece determinante que ambos factores (los emocionales y los racionales) se encuentren ciertamente equilibrados, sin que uno de ellos pueda dominar al otro. Ello puede ser especialmente complicado ante algunos de los denominados perfiles de funcionamiento personal tóxico, formas de personalidad que generan malestar con muchs facilidad. Veamos a continuación qué aspectos los caracterizan y cómo podemos identificarlos.
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Perfiles personales que producen malestar psicológico
Desde que Stamateas publicó hace casi una década la obra “Gente Tóxica”, así como otras posteriores de similar temática, este término se ha ido popularizando significativamente.
Según el autor, las personas tóxicas son aquellas que presentan un elevado volumen de cargas emocionales negativas, muy diversas frustraciones y una tendencia a emitir críticas de tipo destructivo en forma de ataques personales hacia las personas que los rodean. Este estilo funcional pernicioso es capaz de influir de forma adversa en estas últimas puesto que pueden provocar la aparición de inseguridades o debilidades emocionales, desasosiego y malestar psicológico significativo.
Por ello parece indispensable aprender a distanciarse psicológicamente de este tipo de colectivos, con la finalidad de preservar el propio bienestar emocional.
1. El perfil crítico
Este tipo de individuos se caracterizan por presentar un perfil tendiente a realizar recriminaciones constantes para ejercer el control sobre la otra persona. Mediante un funcionamiento basado en la crítica ajena junto con una ausencia de capacidad autocrítica, suelen considerarse seres perfectos que generan dudas e inseguridades a quienes les rodean. Usualmente recurren a la confrontación y la ofensa para hacer sentir inferior al otro. Ello refleja un intenso sentimiento de ira interior cuya canalización es efectuada de esta manera tan perniciosa.
Este estilo psicológico se asocia a funcionamientos cognitivos impulsivos e irracionales, por lo que a la hora de lidiar con ellos, la confrontación oposicionista emitida sin reflexión previa no resulta muy efectiva. De esa manera, todo ello puede derivar en que la persona receptora de la crítica acabe desarrollando el mismo funcionamiento agresivo que presenta la primera. En su lugar, tanto recurrir a la utilización del sentido del humor, la ironía sutil o a las respuestas ingeniosas que descoloquen al interlocutor crítico parecen dar mejores resultados. También, siguiendo los principios del comportamiento asertivo, un cuestionamiento reflexionado, firme y racional de los mensajes que dicha persona intenta trasmitir a su “víctima” puede servir de ayuda para mantener cierta distancia entre ambas partes.
Una variante dentro de este mismo colectivo se identifica con el “perfil de tipo envidioso”. De igual manera que el estilo crítico, está centrado en realizar juicios de menosprecio sobre los logros ajenos en lugar de orientarse a conseguir sus propias metas. Usualmente otorgan mayor relevancia a cuestiones materiales como fuentes de felicidad y bienestar y esconden en muchos casos, personalidades de baja autoestima y elevadas inseguridades.
2. El experto en culpabilizar
Pocos aspectos alejan más al ser humano en el cumplimiento de sus objetivos y metas vitales que el sentimiento de culpa. Esta emoción deviene el principal método para bloquear y paralizar emocionalmente la propia auto-valía y motivación para alcanzar los propios proyectos.
La culpa, desafortunadamente tiene una significativa función en nuestra psique que hace que resulte más compleja su superación: es un eficiente mecanismo de defensa que sirve de explicación cuando no se consigue una meta debido a una falta de esfuerzo o de la inversión de energía en ella. Así, parece más cómodo bien culpabilizar a otros factores (o personas) ajenos a uno mismo o bien puede ser también un recurso fácil la auto-culpabilización sobre las causas que han llevado al “no-éxito” planteado.
Un aspecto que cabe tener en cuenta es el de no caer en el error de equiparar el concepto “no-éxito” al de fracaso. En este sentido, las personas que presentan un perfil tendiente a culpabilizar se rigen por un funcionamiento irracionalmente rígido, inflexible y absolutista. Así, para ellas el no haber cubierto totalmente sus expectativas previas puede entenderse como un fracaso, en lugar de un éxito parcial. Por tanto, un punto muy relevante a analizar en este estilo actitudinal psicológico parece relacionarse con el tipo de expectativas que el propio individuo se plantea. Estas deben ser realistas en lugar de excesivamente auto-exigentes; este es uno de los elementos centrales que pueden activar la alarma para determinar si quien se tiene delante presenta este estilo comportamental desadaptativo.
3. El manipulador psicópata
Ante su incapacidad para vivir en sociedad de forma adaptativa, estos sujetos actúan por su propio interés y entienden a las demás personas como meros instrumentos para lograr propios objetivos. Este perfil tóxico en su expresión más extrema, la psicopatía, viola los derechos de los demás y comete actos delictivos sin ningún tipo de remordimiento. Aún así, existen diferentes grados en la intensidad de las características que este tipo de individuos presentan, por lo que, huyendo de la falsa creencia de que el perfil psicópata debe asociarse con la de un asesino en serie, esta clase de personas pueden encontrarse en el entorno social con más frecuencia de la esperada.
Los manipuladores parecen incapaces de poseer la capacidad de comprender y empatizar con los demás. Presentan un funcionamiento inmaduro, irresponsable y egocéntrico por el cual se sienten ofendidos fácilmente por los actos de las otras personas y responden a ello de manera impulsiva e iracunda, sin dudar en engañar al otro para conseguir aquello que se proponen. Externamente muestran un perfil de exceso de confianza y amor propio, desvalorizando a los demás y mostrándose incapaces de aceptar los propios errores o realizar algún acto de autocrítica. Ante este colectivo de personas, la opción de afrontamiento más efectiva deviene el alejamiento físico y emocional, puesto que presentan una gran capacidad de encanto superficial y locuacidad con la que usualmente logran convencer a sus “víctimas”.
4. El quejica-conformista
Su particularidad más central es el temor al cambio y una baja tolerancia a la incertidumbre, por ello su filosofía de vida tiende a ser orientada a la monotonía, la rutina y es carente de aspiraciones y sueños por cumplir. Esto último les lleva adoptar un comportamiento pasivo en el que no se implican o no invierten suficiente esfuerzo para lograr aquello que les satisface realmente.
Su estilo de razonamiento está muy asociado “al corto plazo”, a la recompensa inmediata y a la comodidad. Así, todo lo que supone nuevos planteamientos alternativos (más costosos a nivel emocional o simplemente distintos) es valorado como peligroso o inasumible.
El resultado de todo ello es conseguir habitualmente los mismos resultados mediocres y recurrir a la queja constante por no haber logrado la finalidad que verdaderamente desean. En este caso se da también una ausencia de auto-responsabilización a la hora de plantearse objetivos vitales y un exceso de culpabilización de otros factores externos a la propia persona como causantes del desenlace de sus actos y decisiones.
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5. El estilo neurótico
Este tipo de personalidades tiende a sufrir una significativa intensidad y frecuencia de síntomas de ansiedad derivados de las constantes preocupaciones que generan por toda clase de cuestiones cotidianas. A su vez, su sistema de creencias irracional y distorsionado cree firmemente en la necesidad de ser amados y aceptados por todos los demás, sin excepción. Por ello, requieren la obtención permanente de reconocimiento ajeno y se marcan habitualmente unas metas irreales y perfeccionistas imposibles de alcanzar.
También utilizan la metodología del experto en culpabilizar cuando no obtienen lo deseado, aumentando sobremanera sus inseguridades, su rigidez cognitiva mediante la emisión de razonamientos extremos y su inhibición general a la hora de realizar un afrontamiento activo ante las adversidades. Esto último también les sirve como conducta reforzada puesto que la expresión de la queja y la pasividad ante las circunstancias les permite recibir la atención de las personas que les rodean, adoptando un rol victimista.
Ante una persona de este estilo cabe marcar asertivamente unos límites a fin de interrumpir el círculo vicioso de las preocupaciones insanas que continuamente trasmiten a los demás, así como el deseo de control y la obtención de su atención en exclusiva.
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A modo de conclusión
A partir de lo expuesto parece notarse que son diversos los ingredientes que contribuyen a nivel emocional en la consecución del propio bienestar emocional. Se ha podido observar que la satisfacción propia es un derecho que debe trabajarse individualmente mediante la auto-responsabilización de las metas, la asunción de lo adaptativo que resulta cometer errores como proceso necesario en el crecimiento personal y un discurso basado en la confianza hacia uno mismo y en la racionalidad de los planteamientos personales.
Se recomienda combinar todo lo dicho anteriormente con un estilo activamente aceptador, donde en lugar de pretender cambiar al prójimo se asume como natural la diversidad de pareceres y de formas de actuar. Este principio sirve de referencia en el terreno de las decisiones y comportamientos interpersonales, aunque bien es cierto que puede resultar complejo establecer una clara diferenciación entre dicha premisa, el aceptar la diversidad de criterios, y el relativismo, cuyo auge reciente está ensombreciendo la distinción entre lo que puede objetivarse de aquello que es meramente subjetivo.
Referencias bibliográficas:
- Stamateas, B. (2011) Gente Tóxica. Ediciones B, S.A. (Barcelona).