La inmensa mayoría de los clientes que acuden a la consulta de un psicólogo lo hacen porque se sienten mal. Por eso es lógico que les preocupe el saber si se puede aprender a sentirse bien de forma cotidiana.
Y lo cierto es que sí, que se puede, pero hay que saber cómo. Porque el sentirse mal, como tantas otras cosas en la vida, es un hábito, una costumbre que hemos aprendido y practicado sin darnos cuenta.
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La capacidad de aprender a sentirse bien es una realidad
Puede deberse a algo que hayamos aprendido en nuestra infancia y adolescencia, en nuestro entorno familiar.
Puede ser también que se deba a algún tipo de suceso, como por ejemplo el haber perdido a algún ser querido, un accidente o una enfermedad.
Y también puede deberse a un pasado especialmente duro o cruel, algo que nos ha tocado vivir y cuesta dejar atrás. Suele ser algo que parece que nos va a acompañar durante toda la vida.
A veces se puede deber a carencias afectivas. O a la falta de esas habilidades que son necesarias para relacionarnos con los demás y con nosotros mismos.
Y a menudo, se debe simplemente a que no nos conocemos y vivimos representando un papel que nos hace sentir vacíos.
Por suerte, con los años vas aprendiendo que las personas son mucho más fuertes de lo que se suele pensar, y que cuando se lo proponen y aprenden cómo hacerlo, son capaces de superar obstáculos que parecían insalvables.
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La clave es la resiliencia
Durante años he conocido a personas que han superado infancias terribles, sucesos traumáticos, experiencias dolorosas, pérdidas enormes y dolores emocionales de unas dimensiones difíciles de entender.
Y la primera pregunta que hacen al principio es si alguna vez van a ser capaces de sentirse bien. ¡Por supuesto que sí! Pero hablemos del tema con prudencia.
Si lo que se pretende es tener una felicidad continua en la que la persona esté radiante y disfrutando todas las horas del día, es importante saber que eso no existe. No es fácil hacer ver a las personas que una felicidad continuada no es un estado natural, sobre todo porque cada cual entiende lo que es la felicidad a su manera.
Si una persona te dice que puede enseñarte a sentirte siempre feliz, te está engañando. Pero otra cosa es el aprender a sentirte bien.
¿Qué hacer?
Cualquier persona que lo desee de verdad puede aprender a sentirse bien la mayor parte del tiempo, con una sensación de bienestar, de comodidad, de estar a gusto en la propia piel.
Pero para llegar a eso hace falta tiempo, porque no es real ni sano el intentar cambiar en muy poco tiempo un hábito que llevamos arrastrando durante casi toda nuestra vida.
Y uno de los primeros pasos suele ser hacer limpieza en la propia vida: eliminar situaciones, relaciones y recuerdos que nos hacen daño y nos impiden avanzar.
También hay que aprender a cambiar las reacciones de tensión, ira o tristeza que por diversos motivos solemos tener de forma automática.
Por eso es necesaria una relación de confianza con el psicólogo: porque da miedo el soltar lo que conoces, por muy malo que sea.
Y es muy curioso el darse cuenta de que según se van soltando algunas cosas, las sensaciones interiores empiezan a cambiar. Y el cómo las emociones negativas a las que parecíamos condenados de por vida, empiezan a transformarse, poco a poco, a un ritmo que permite asimilar los cambios.
Y aunque suene extraño, muchas personas necesitan un tiempo para adaptarse a las nuevas emociones agradables, a las que no estaban acostumbradas.
Aunque suene extraño, muchas personas no saben lo que es vivir de forma relajada, con alegría e ilusión.
Estas nuevas emociones son precisamente el nuevo hábito que se va a ir implantando. Y aquí es donde el terapeuta proveerá de todos los recursos y técnicas que se necesiten para que ese bienestar se vuelva parte natural de tu vida.
Lo bueno es que si el proceso se realiza bien, de la forma adecuada, el cambio es gradual y puede llegar a ser muy agradable, como si fuera una aventura en la que gradualmente se van descubriendo nuevos tesoros.
Es muy frecuente ver que personas que lo han pasado mal y han comenzado a realizar este cambio; se van transformando en personas muy sabias delante de nuestros ojos, porque el sufrimiento, cuando es comprendido, asimilado y superado, se convierte en un excelente maestro de vida.
Y finalmente, la persona que ha realizado el cambio emocional, pasará a poseer una serie de técnicas y recursos que le servirán para toda la vida, porque el proceso de mejora continúa siempre, ya que al final es la propia persona la que se convierte en arquitecta de su propia vida.
Pero lo mejor es que la mayoría de las personas que han conquistado su propio bienestar suelen decir que ahora tienen una capacidad de disfrutar la vida mucho mayor que la de la mayoría de las personas, porque ya saben lo que es vivir en la oscuridad. Y todos sabemos que las cosas que más valoras y disfrutas son las que consigues por ti mismo.
Lo cierto es que estos son procesos profundamente humanos, hermosos y de puro crecimiento. Porque no hay nada mejor que ver cómo las personas van mejorando su propia vida y se sienten cada vez mejor.