La autoestima es un elemento psicológico bastante complejo en el cual se ven implicados diferentes procesos mentales, los cuales son también muy complejos.
No obstante, pese a lo embrollado que puede llegar a ser el concepto de la autoestima, es posible discernir dentro de ella una serie de elementos y dimensiones las cuales nos facilitan entender que este constructo psicológico es más que la suma de sus partes.
A continuación vamos a descubrir cuáles son los principales componentes de la autoestima, además de las dimensiones que la conforman.
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¿Qué es la autoestima?
La autoestima es un constructo complejo, en el que varios elementos y dimensiones se interconectan. Para entender cuáles son tales componentes, primero debemos entender qué es la autoestima exactamente.
Podemos definir a la autoestima como el modo en el que las personas nos valoramos a nosotras mismas, tomando como referencia cuál debería ser nuestro “yo” ideal. Si consideramos que estamos muy cerca de tal “yo”, que nuestra autoestima será alta, mientras que si está muy alejado de ese supuesto ideal, lo más probable es que tengamos la autoestima por los suelos,
Autoestima y autoconcepto tienen mucha relación. Este segundo hace referencia al conjunto de ideas y creencias que componen nuestro concepto de “yo”, mismas ideas que influyen en nuestra autoestima añadiéndoles una carga emocional y moral. En función de cómo nos veamos y si esa visión la consideramos positiva o no, estaremos más o menos satisfechos con lo que creemos que somos.
La autoestima se puede ver como la consecuencia de diferentes procesos psicológicos, los cuales pueden suponer una amenaza o una oportunidad para nuestro bienestar psicológico. También puede ser esta misma autoestima la causa de otros fenómenos psicológicos, con lo cual podemos decir que la autoestima es tanto causa como efecto de nuestro bienestar emocional, autoconcepto y adaptabilidad a nuestro entorno.
Esto lo podemos entender pensando en un paciente con depresión mayor. Quienes padecen este trastorno suelen presentar una muy baja autoestima, compuesta por creencias y sensaciones negativas acerca cómo se ve el paciente. Una persona que no tiene una buena opinión de sí misma no se atreverá a probar cosas nuevas, tendrá miedo de tomar riesgos y no querrá interactuar con otras personas al verse como menos válida que el resto de la sociedad. Todo esto puede contribuir a su aislamiento y empeoramiento del trastorno.
Cabe decir, igualmente, que no todos los problemas relacionados con la autoestima son debidos a tenerla demasiado baja. Tener demasiado inflada la autoestima también puede ser un problema, algo que se da en algunos trastornos como por ejemplo el trastorno bipolar cuando se está en fase maníaca o en ciertos trastornos de la personalidad, como por ejemplo el trastorno narcisista.
Uno de los objetivos de la psicoterapia es conseguir que las personas sepan mantener una autoestima equilibrada, bien ajustada a la realidad. Todos tenemos nuestras limitaciones, pero también tenemos fortalezas que albergan nuestro verdadero potencial. Nadie es perfecto, pero tampoco es un completo fracaso. Sea cuál sea la visión que tiene el paciente de sí mismo, la psicoterapia ayuda a las personas a valorarse, ver que son capaces de muchas cosas y entender que todo el mundo tiene debilidades.
Teniendo en cuenta todo esto, es fundamental que todos los psicólogos en su práctica clínica conozcan cuáles son los componentes de la autoestima, además de varias de sus dimensiones. Estas las vamos a ver en profundidad a continuación.
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Los 4 principales componentes de la autoestima
Estos son los cuatro componentes psicológicos que se considera que dan lugar a la autoestima.
1. Procesos perceptivos
Todo proceso mental está conectado al flujo de información que nos llega a través de nuestros sentidos. Nuestro mundo interno es el resultado de los estímulos que recibimos de nuestro entorno y, como parte de ese mundo psicológico, también tenemos a la autoestima.
Se podría decir que la materia prima de este fenómeno psicológico son los procesos perceptivos, todo lo que nuestras células y órganos sensoriales captan del entorno y que envían la información al cerebro en señales nerviosas.
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2. Autoconcepto
El autoconcepto es la descripción de nosotros mismos compuesta por ideas, pensamientos y creencias que tenemos archivadas en nuestra mente. Es una definición de nuestra persona, nuestro concepto de “Yo” con todas sus facetas.
Este componente de la autoestima se conforma a partir de la combinación entre la información sensorial que nos llega del entorno y la interpretación que hacemos de la misma a partir de otros pensamientos, ideas y creencias también presentes en el autoconcepto.
Es decir, se retroalimenta a sí mismo, pero tomando como materia prima nueva información que induce a algunos cambios en la forma en cómo nos vemos a medida que va pasando el tiempo.
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3. Carga emocional
La carga emocional es el conjunto de emociones asociadas a todo lo que nos pase por la cabeza. En este caso, hablamos de todas esas emociones relacionadas con nuestra idea del “Yo”.
Son estas emociones las que nos llevan a sentirnos bien o mal con lo que creemos que somos y, a la vez, nos pueden servir como motivación, haciéndonos adoptar una determinada postura ante un reto.
Igualmente, cabe decir que es difícil discernir entre la carga emocional y el autoconcepto a la hora de hablar de la autoestima. Esto es debido a que nuestras emociones y nuestras ideas sobre nosotros mismos son fenómenos que se dan a la vez e interactúan entre sí.
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4. Referentes
Como último componente de la autoestima tenemos los referentes. La autoestima de cada uno siempre estará construida teniendo en cuenta ciertos aspectos de nuestro entorno sociocultural, especialmente los círculos sociales más cercanos a los que nos vemos expuestos.
Familia, amigos, compañeros de clase e, incluso, celebridades de la tele influyen en nuestra autoestima, sirviéndonos como modelos de aquello que queremos ser, además de valorarnos más positiva o negativamente según lo que haya en nuestro entorno.
Por ejemplo, si somos el chico de la clase de gimnasia con menos musculatura, esto probablemente nos haga sentirnos mal. En cambio, si somos la chica más lista de nuestro club de ajedrez, probablemente nos valoremos muy bien en este aspecto.
Todas las personas con las que interactuamos y la forma en que creemos que son mejores o peores que nosotras influye en nosotros mismos y cómo nos sentimos ante aquellas metas que alcanzamos.
Añadido a esto, a partir de la interacción con otras personas nos vamos creando la imagen ideal de nuestro “yo”, la cual puede coincidir o no con cómo es una persona que conocemos. Es en función de lo cerca o lo lejos que consideremos que estamos de ese “yo” ideal lo que hará que nuestra autoestima sea más alta o más baja.
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Dimensiones de la autoestima
Si bien acabamos de ver los principales componentes de la autoestima, hay quienes prefieren hablar de dimensiones al hablar de este constructo psicológico. En realidad, estas dimensiones se pueden considerar como homólogas a los componentes de los que acabamos de hablar, aunque tienen algunos matices que veremos a continuación.
1. Dimensión cognitiva
La dimensión cognitiva tiene que ver con todo lo que tenga que ver con los pensamientos de la persona sobre sí misma y los procesos mentales que dan lugar a los mismos, incluyéndose también la autoimagen. Tiene que ver con cómo se ve la persona a sí misma obviando las emociones que tenga de sí misma. Se correspondería con el autoconcepto.
Aquí encontraríamos ideas como creer que no se es capaz de conseguir algo, que no se es demasiado inteligente o que se está por encima de otras personas, por poner solo unos cuantos ejemplos.
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2. Dimensión afectiva
La dimensión afectiva se relacionaría con la carga emocional que hemos visto en la clasificación anterior. Como su nombre sugiere, se trata de la dimensión de la autoestima puramente emocional y englobaría las reacciones emocionales a las ideas que tiene sobre sí misma: tristeza, frustración, ira, alegría, orgullo y satisfacción… cualquiera de las emociones que pueda sentir la persona con respecto a su valía.
3. Dimensión comportamental
Por último tenemos la dimensión comportamental de la autoestima, la cual es de las tres la más fácil de identificar tanto en una persona con alta como con baja autoestima. Esta dimensión es el resultado de las otras dos dimensiones combinadas y manifestadas en forma de conducta.
Cuando se tiene baja la autoestima, hemos podido ver que esto es el resultado de tener unos pensamientos negativos sobre sí mismo que provocan unas emociones también negativas. Como resultado, la persona va a comportarse de forma retraida, asustadiza o iracunda.
Por ejemplo, esto lo podemos ver con una persona que se quiere apuntar al gimnasio para ver si se pone en forma y mejora su físico. A pesar de que sabe que así conseguirá tener más bienestar psicológico porque se verá mejor, tiene miedo de que los demás usuarios de las instalaciones lo juzguen o lo miren con mala cara al usar las máquinas y hacerlo mal. Como resultado de esto, y a pesar de que se anima a apuntarse, prefiere limitarse a usar la elíptica y poco más, temiendo que si usa alguna máquina complicada hará el ridículo
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