Estímulo discriminativo: qué es y cómo explica la conducta humana

Veamos qué es el estímulo discriminativo según la Psicología y cómo se usa en análisis funcional.

Estímulo discriminativo

Son muchos los conceptos provenientes desde el conductismo y el análisis de la conducta.

Hemos oído hablar de respuesta operante, de castigos y premios, reforzadores positivos y negativos… pero hay ciertos conceptos que son menos conocidos a pesar de que aluden a fenómenos que ocurren diariamente.

El concepto conductual del que vamos a hablar hoy es el estímulo discriminativo, que podemos adelantar que es aquel que ejerce como “energía” que actúa como señal de advertencia de que si se hace algo habrán consecuencias. Veamos un poquito en más detalle de qué se trata.

¿Qué es un estímulo discriminativo?

En análisis de la conducta, un estímulo discriminativo es toda forma de estimulación que adquiere como propiedad la de señalar a un sujeto, sea una persona o sea un animal, que una conducta determinada que pueda realizar implicará una consecuencia, pudiendo ser ésta positiva (premio) o negativa (castigo).

Así pues decimos que algo es un estímulo discriminativo porque, implica una forma de “energía” que afecta al sujeto (ser un estímulo) y su presencia logra diferenciar una respuesta, haciéndola más o menos probable según el caso.

Como acabamos de comentar, el rol del estímulo discriminativo es el señalar que si se presenta un determinado comportamiento se va a recibir una determinada consecuencia. Esto no debe entenderse como que el estímulo discriminativo es el que genera la respuesta, sino que simplemente “advierte” de que en caso de que se haga una conducta habrá una consecuencia, tanto reforzadora como punitiva. En otras palabras, el estímulo discriminativo es la señal que nos informa de la disponibilidad de un consecuente.

Análisis funcional con estímulo discriminativo

Entendamos mejor esta idea con el caso de Pedro, el trabajador de una tienda. Pedro es el encargado de la caja, pero también se le han asignado otras tareas que no le gustan como ordenar la ropa, doblarla y vigilar si hay alguna prenda en mal estado. Un día Pedro va a su jefe y se queja de las tareas que tiene que hacer. El jefe, en vez de ayudarle, le regaña por sus quejas y le dice que su trabajo consiste en eso y que si no le gusta que se puede marchar. Desde entonces Pedro, cuando su jefe está cerca, no se atreve a quejarse por miedo a que sea despedido.

Si hacemos un rápido análisis funcional aquí podemos identificar tres puntos:

  • Respuesta operante: no quejarse
  • Estímulo discriminativo: presencia del jefe.
  • Consecuente: no recibir una reprimenda.

Si Pedro se vuelve a quejar estando delante del jefe lo más probable es que él le regañe por sus comentarios e, incluso, podría hasta despedirle. Como resultado de todo esto Pedro deja de quejarse estando su jefe cerca, lo cual implica efectivamente que se ha reducido la posibilidad de que Pedro realice la conducta en cuestión, quejarse, estando su jefe delante, quien actúa como estímulo discriminativo.

Como hemos comentado el estímulo discriminativo no implica una consecuencia, sino que es la señal de que esa consecuencia va a suceder de realizarse la conducta. Esto es, la presencia del jefe no significa que Pedro vaya a ser regañado o despedido sí o sí, sino que le sirve de señal de advertencia para que no se comporte de una forma que a su jefe no le guste y le acarree una reprimenda o la pérdida del puesto de trabajo.

Por otro lado, si Pedro está fuera del trabajo con sus compañeros en un bar y sabe que a ellos no les cae bien tampoco su jefe tenemos otra situación distinta. Aquí Pedro se sentirá más libre y no tendrá reparo alguno en quejarse tanto de su trabajo como de su jefe. Se queja y se vuelve a quejar y sus compañeros le apoyan, reforzando todavía más su conducta y haciendo que Pedro siga quejándose hasta desahogarse. Aquí el estímulo discriminativo son los compañeros.

  • Respuesta operante: quejarse
  • Estímulo discriminativo: presencia de los compañeros.
  • Consecuente: recibir apoyo.

En otras palabras, si Pedro se queja de su jefe delante de sus compañeros estando fuera del trabajo tendrá como consecuencia de ello recibir su apoyo y, por lo tanto, esta conducta se verá reforzada.

Otros ejemplos

Hay infinidad de ejemplos que nos sirven para comprender más a fondo la idea del estímulo discriminativo.

Por ejemplo, imaginémonos que salimos a la calle y vemos que el cielo está nublado (ED1) y sentimos un poco de frío (ED2). Debido a esto decidimos volver a entrar en casa, cogemos un paraguas (RO1) y nos ponemos la chaqueta (RO2), así en caso de que llueva no nos mojaremos (C1) y no tendremos frío (C2). Es decir, que el cielo esté nublado y haga frío incrementa las posibilidades de que cojamos un paraguas y nos abriguemos y, como consecuente de ello, evitamos tener frío y mojarnos.

Otro caso es la típica escena de una madre llevando a su hijo a un psicólogo porque en la escuela se han quejado de que se porta muy mal. Ella le dice al profesional que en casa se porta bien, que no hace absolutamente nada malo, pero que en la escuela dicen que la lía y mucho. Lo que en realidad sucede es que el niño, si se porta mal en casa ante la presencia de su madre (ED) ella lo va a castigar muy severamente (C), y por ello opta por portarse bien en su hogar (RO).

Relación con el estímulo delta

En análisis funcional existe otro concepto que se relaciona con el estímulo discriminativo, pero en un sentido que se podría decir como contrario: el estímulo delta. Este tipo de estímulo nos informa de la no disponibilidad de un consecuente ante una conducta determinada, ni positivo ni negativo.

Relacionándolo con el caso de Pedro, si él se encuentra solo en el baño y sabe que nadie lo va a escuchar se queja en voz alta de su jefe. En este caso nadie lo regaña por sus quejas, pero tampoco lo apoya, no recibe absolutamente nada como consecuencia de sus críticas.

Así pues, podemos ver la diferencia entre el estímulo discriminativo y el delta. En el caso del discriminativo sí hay una consecuencia que influye sobre la conducta del sujeto, incrementándola o reduciéndola en función de si recibe un premio o un castigo por cometerla. En cambio, en el estímulo delta no hay consecuente alguno, directamente sirviendo como señal de que tanto si se hace la conducta como si no no va a haber de ninguna manera un premio o un castigo por ello.

La unión de ambos tipos de estímulos lo podemos ver en un clásico experimento con ratas. Imaginémonos que tenemos a uno de estos animalillos en una jaula donde hay dos luces: una verde y otra roja. Cuando la luz verde se enciende (ED), en caso de que la rata pulse una palanca (RO), se le dispensará un trozo de pienso (C). Así pues, cuando el animal asocie pulsar la palanca estando la luz verde encendida con recibir comida, es bastante probable que pulse la palanca cada vez que esa luz se encienda.

Pero, ¿y qué pasa cuando la luz roja se enciende? En este caso el animal no recibe comida, tanto si pulsa la palanca como si no. Es decir, la luz roja encendida actúa como estímulo delta, señal de que nada va a suceder después de presentarse tal estímulo, por mucho que el animal pulse una y otra vez la palanca. Así, a medida que la luz roja se encienda otras tantas veces, el animal irá asociando que no le sirve de nada pulsar la palanca en ese caso, extinguiéndose esa conducta con el paso del tiempo porque no hay ni refuerzo positivo ni negativo.

Referencias bibliográficas:

  • Domjan, M. (2010). Principios básicos de aprendizaje y conducta. Madrid: Thomson.
  • Labrador, F. J. (2008). Técnicas de modificación de conducta. Madrid: Pirámide.

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Postgrado de Actualización de Psicopatología Clínica en la UB.

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