En muchas ocasiones oímos a personas que atribuyen su nivel económico a su “mentalidad de rico”. Este ambiguo concepto se suele identificar con variables de personalidad, como la perseverancia, la fuerza de voluntad o la autosuficiencia, y con la capacidad intelectual.
No obstante, y aunque hay estudios psicológicos que confirman que la personalidad y la inteligencia tienen un cierto peso en el éxito profesional, lo cierto es la filosofía de la “mentalidad de rico” es falaz porque el nivel de ingresos depende en mayor medida de factores externos que escapan al control del individuo.
¿Cómo se mide la inteligencia?
La forma más habitual de medir las capacidades cognitivas es utilizando test de inteligencia, que valoran el rendimiento de la persona que contesta la prueba en habilidades globales como el razonamiento verbal o el abstracto.
Los tests de inteligencia miden frecuentemente el “cociente intelectual” (CI). El CI se calcula comparando las puntuaciones de una persona con las que han obtenido previamente otras de su edad; si la puntuación es 100 el sujeto tendrá un CI medio, mientras que cuanto más se aleje de este número mayor será su distancia con la media.
Las conocidas pruebas que consisten en escoger qué figura de entre cuatro opciones es la más adecuada para completar una serie son buenos ejemplos de tests de CI.
Los tests de aptitudes son otro modo de medir la inteligencia, si bien incluyen más aspectos. Estas pruebas miden distintas habilidades como el razonamiento, el cálculo, las aptitudes verbales o las mecánicas. A diferencia de los tests de CI, los de aptitudes no miden sólo habilidades intelectuales y se utilizan fundamentalmente en la orientación laboral y en la selección de personal.
¿Cómo influye la inteligencia en el nivel económico?
Un CI bajo se relaciona con menores capacidades, especialmente a nivel verbal y en relación al razonamiento abstracto. Esto puede dificultar el acceso de las personas con diversidad funcional intelectual a ciertas actividades y profesiones.
El cociente intelectual tiene una influencia directa escasa en el estatus profesional, y por tanto en los ingresos; no obstante, la inteligencia repercute en el nivel formativo y éste en el profesional, de modo que se produce una influencia indirecta relevante.
La literatura científica plantea que, si bien una inteligencia muy baja dificulta que se alcance un estatus económico elevado, tener un CI alto sólo explica en un 1 o 2% el nivel de ingresos. Los tests de aptitudes predicen la riqueza mejor que los de CI, puesto que se relacionan con habilidades más concretas y relevantes para determinados roles profesionales.
Además, aunque la inteligencia explicase el éxito económico de las personas, el CI es en buena parte heredado de los padres y madres. Es decir, no tiene demasiado que ver con la fuerza de voluntad, y a partir de la pubertad los resultados en test de inteligencia aplicadas a una persona se vuelven muy predecibles.
En cualquier caso, si hablamos de la influencia de la psicología en el nivel económico, la personalidad parece tener un papel más relevante que la inteligencia.
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Los 5 grandes factores de personalidad
El modelo de personalidad más popular en la actualidad es el que conocemos como “modelo de los cinco grandes factores” o “modelo OCEAN”, por las siglas en inglés de las variables de personalidad que lo componen.
Según el modelo, estos cinco grandes factores de personalidad se manifiestan en cada persona en un punto de un continuo con dos polos: Extraversión-Introversión, Neuroticismo-Estabilidad emocional, Responsabilidad-Negligencia, Amabilidad-Antagonismo y Apertura a la experiencia-Convencionalismo.
Cada uno de estos factores comprende una serie de subfactores de personalidad. Por ejemplo, el factor Responsabilidad incluye la necesidad de logro y la autodisciplina, y la timidez y la impulsividad se engloban en el Neuroticismo.
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Personalidad y riqueza
La influencia de la personalidad en el nivel económico se ha analizado utilizando el modelo de los cinco grandes factores. Un estudio de Borghans y sus colaboradores afirma que el factor Responsabilidad es el que explica en mayor medida el éxito financiero.
El constructo “Responsabilidad” incluye la perserverancia, la autodisciplina y la laboriosidad, entre otras características. El equipo de Borghans afirma que, tal y como sucede con el CI, estas variables aumentan el rendimiento académico y posteriormente el laboral. Otros factores de personalidad también son importantes. La apertura a la experiencia aumenta el desempeño, mientras que un exceso de introversión o de neuroticismo puede empeorarlo en gran medida.
A diferencia del CI, estos atributos de personalidad son más modificables, por lo que las personas que promueven el desarrollo de una “mentalidad de rico” (como sucede en algunas páginas y negocios de Internet) suelen darles más peso. Asimismo es menos probable que nos hagamos ricos si nuestras habilidades sociales son pobres.
Por otra parte, la investigación científica también da más importancia a la personalidad que a la inteligencia. Aun así, a nivel global otras variables no modificables tienen un rol mucho más relevante que las psicológicas.
El nivel de ingresos se hereda
Los dos factores que más influyen en el nivel económico de cualquier persona son su país de nacimiento y el nivel de ingresos de sus padres. Según estudios, estas variables explican aproximadamente un 80% del estatus económico, mientras que difícilmente se podría atribuir más de un 5% a las variables psicológicas.
El nivel económico de los padres influye de muchas maneras en el de los hijos. Quizá el efecto más claro sea la mejora en el acceso a oportunidades de formación académica, especialmente en países donde no existe una educación pública igualitaria.
Estas diferencias resultan especialmente notables en sociedades en que la movilidad socioeconómica es muy reducida, como aquellas que se organizan mediante un sistema de castas.
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La concentración del dinero explica las desigualdades
Según el economista Thomas Piketty, conocido por sus análisis históricos de la evolución de la economía en diversos países, en las sociedades en que la herencia es poco importante el trabajo tiene un peso mucho mayor en el enriquecimiento.
Por el contrario, cuanto más se concentran los patrimonios en un número reducido de personas más difícil resulta hacerse rico mediante el propio esfuerzo. El estancamiento de la población que tiene lugar actualmente en la mayor parte del mundo incrementa aún más esta acumulación de la riqueza.
Además, tener ahorros y propiedades resulta por norma mucho más rentable que obtener dinero a partir del trabajo, especialmente si se empieza “de cero”, como sucede con las personas de clase obrera.
De este modo, la tendencia económica actual en todo el mundo promueve que la riqueza dependa más del nivel económico de los padres que del esfuerzo. Por supuesto, las variables de personalidad y la inteligencia también contribuyen a la movilidad socioeconómica, pero tienen un peso muy inferior, más cercano al de la suerte.
Las explicaciones que atribuyen la riqueza sólo al esfuerzo y a la capacidad desestiman variables no modificables más importantes como nuestra familia. Aunque el esfuerzo o la suerte son indispensables para hacerse rico, no hay que olvidar que la mejor forma de ganar dinero es nacer teniéndolo.
Referencias bibliográficas:
- Borghans, L., Golsteyn, B. H. H., Heckman, J. J. & Humphries J. E. (2016). What grades and achievement tests measure. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 113(47), 13354-59.
- Piketty, T. (2014). El capital en el siglo XXI. Barcelona: RBA Libros.