Las ilusiones ópticas engañan a nuestro sistema de percepción visual, haciéndonos creer que vemos una realidad que no es lo que parece.
La ilusión de Müller-Lyer es una de las ilusiones ópticas más conocidas y estudiadas, y ha servido para que los científicos pongan a prueba numerosas hipótesis sobre el funcionamiento de la percepción humana.
En este artículo te explicamos qué es la ilusión de Müller-Lyer y cuáles son las principales teorías que tratan de explicar su funcionamiento.
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¿Qué es la ilusión de Müller-Lyer?
La ilusión de Müller-Lyer es una de las ilusiones ópticas geométricas más conocidas que consiste en un conjunto de líneas que terminan en puntas de flecha. La orientación de las puntas de cada flecha determina el modo en que percibimos con precisión la longitud de las líneas.
Como ocurre con la mayoría de las ilusiones visuales y perceptivas, la de Müller-Lyer ha servido para que los neurocientíficos puedan estudiar el funcionamiento del cerebro y el sistema visual, así como el modo en que percibimos e interpretamos las imágenes y los estímulos visuales.
Esta ilusión óptica recibe el nombre en honor al psiquiatra y sociólogo alemán, Franz Carl Müller-Lyer, quien publicó hasta 15 versiones de esta ilusión en una conocida revista alemana, a finales del siglo XIX.
Una de las versiones más conocidas es la que consta de de dos líneas paralelas: una de ellas termina en flechas que apuntan hacia adentro; y la otra, termina con flechas que apuntan hacia afuera. Al observar las dos líneas, la que contiene las flechas apuntando hacia adentro se percibe significativamente más larga que la otra.
En otras versiones alternativas de la ilusión de Müller-Lyer, cada flecha se coloca en el extremo de una sola línea, y el observador tiende a percibir el punto medio de la línea, solo para asegurarse de que las flechas permanecen constantemente a un lado de la misma.
Explicación de este fenómeno de la percepción
Aunque todavía no se conoce exactamente qué es lo que causa la ilusión de Müller-Lyer, diversos autores han aportado diferentes teorías, siendo la más popular la teoría de la perspectiva.
En el mundo tridimensional, a menudo tendemos a usar ángulos para estimar la profundidad y la distancia. Nuestro cerebro está acostumbrado a percibir estos ángulos como esquinas más cercanas o lejanas, a mayor o menor distancia; y esta información también la utiliza para hacer juicios sobre el tamaño.
Al percibir las flechas en la ilusión de Müller-Lyer, el cerebro las interpreta como esquinas lejanas y cercanas, anulando la información de la retina que nos dice que ambas líneas tienen la misma longitud.
Esta explicación fue respaldada por un estudio que comparó la respuesta a esta ilusión óptica en niños de Estados Unidos, y en niños de Zambia que provenían de ámbitos urbanos y rurales. Los estadounidenses, más expuestos a estructuras rectangulares, fueron más susceptibles a la ilusión óptica; seguidos de los niños zambianos de zonas urbanas; y, por último, de los niños zambianos de zonas rurales (menos expuestos a ese tipo de estructuras por vivir en entornos naturales).
Con todo, al parecer la ilusión de Müller-Lyer también persiste cuando las flechas se reemplazan por círculos, que no tienen ninguna relación con la perspectiva o la teoría de los ángulos y las esquinas, lo que parece poner en cuestión la teoría de la perspectiva.
Otra de las teorías que han tratado de explicar esta ilusión perceptiva es la teoría de los movimientos oculares sacádicos (movimientos rápidos del ojo al desplazarse para extraer la información visual), que establece que percibimos una línea más larga porque necesitamos más movimientos sacádicos para ver una línea con flechas que apuntan hacia adentro, en comparación con la línea con flechas que apuntan hacia afuera.
No obstante, esta última explicación parece que no tiene demasiado fundamento, ya que la ilusión parece persistir cuando no hay ningún movimiento ocular sacádico.
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¿Qué ocurre en nuestro cerebro en las ilusiones ópticas?
Hace ya tiempo que sabemos que nuestro cerebro no percibe la realidad tal cual es, sino que tiende a interpretarla a su manera, rellenando los huecos que faltan y generando hipótesis y patrones que permitan dar coherencia y significado a lo que vemos. Nuestro cerebro recurre a atajos cognitivos y perceptivos para ahorrarse tiempo y recursos.
Las ilusiones ópticas, como la ilusión de Müller-Lyer, generan dudas en nuestro sistema perceptivo, y al no encontrar un patrón conocido y congruente, el cerebro decide reinterpretar lo que ve (en este caso, las flechas y las líneas) a través de su almacén de experiencias previas y estadísticas; y después de haber extraído la información disponible, llega a una conclusión: las líneas con las flechas hacia afuera son más largas. Una conclusión errónea, pero coherente.
Por un lado, desde un punto de vista fisiológico, las ilusiones ópticas (las más frecuentes, por delante de las auditivas, las táctiles y las gustativas-olfativas) pueden explicarse como un fenómeno de refracción de la luz, como cuando metemos un lápiz en un vaso de agua y éste, aparentemente, se tuerce.
Estas ilusiones también pueden explicarse como un efecto de perspectiva, en el que se fuerza al observador a emplear un determinado punto de vista preestablecido, como ocurre con las anamorfosis, dibujos deformados que recuperan su imagen sin deformaciones al mirarse desde un determinado ángulo o espejo cilíndrico. De un modo parecido, ciertos contrastes entre colores y matices, en combinación con el movimiento de los ojos, pueden generar ilusiones de falsa sensación de movimiento.
Por otro lado, desde el punto de vista de la psicología de la percepción (o la psicología de la Gestalt), se ha tratado de explicar que percibimos la información que nos llega del exterior, no como datos aislados, sino como paquetes de diferentes elementos en contextos significativos, de acuerdo con algunas reglas de coherencia interpretativa. Por ejemplo, tendemos a agrupar los elementos que son similares, y también solemos interpretar varios elementos moviéndose en la misma dirección como un único elemento.
En definitiva, lo que hemos aprendido a lo largo de los años, gracias al trabajo de investigadores y neurocientíficos con ilusiones ópticas como la de Müller-Lyer, es a desconfiar de lo que ven nuestros ojos, ya que muchas veces nuestro cerebro nos engaña, percibiendo lo que es real pero no existe. Parafraseando al psicólogo francés, Alfred Binet: “La experiencia y el razonamiento nos prueban que en toda percepción hay trabajo”.
Referencias bibliográficas:
- Bach, M., & Poloschek, C. M. (2006). Optical illusions. Adv Clin Neurosci Rehabil, 6(2), 20-21.
- Festinger, L., White, C. W., & Allyn, M. R. (1968). Eye movements and decrement in the Müller-Lyer illusion. Perception & psychophysics, 3(5), 376-382.
- Merleau-Ponty. 2002. Fenomenología de la percepción . Routledge.