El Ingreso de los hijos al Trayecto Escolar. Afectos y desafíos de padres y madres

Comenzar la escuela es un reto no solo para los niños y niñas, sino también para sus padres.

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Con el ingreso de los hijos a la vida escolar surgen, en la vivencia de madres y padres, nuevas experiencias sociales y afectivas que se expresan a través de nuevos desafíos en sus funciones parentales. Muchas veces son vividos con alegría y emoción por el inicio de la nueva etapa familiar y otras veces, aparecen sentimientos de angustia, frustración y desorientación que impactan en la organización familiar, en la vida personal y de pareja.

Resulta de importancia conocer las particularidades de este particular cambio en el ciclo vital de cada familia, de manera de comprender las características de las nuevas dinámicas y encontrar así nuevas herramientas para la construcción de vínculos con los hijos.

La Escuela y sus Implicancias en la Familia

La institución educativa se presenta como un nuevo entorno que provee a niños y niñas el encuentro con otros pares y adultos. Estos vínculos se constituyen de manera diferente a los familiares lo que imprime roles y dinámicas específicas. A la vez, todas estas nuevas experiencias e intercambios sociales, se dan en el marco de los procesos pedagógicos y del logro de los aprendizajes que la escuela propone, procesos que son vividos por cada persona en forma individual.

Si bien cada institución ofrece determinadas propuestas educativas, los logros en el aprendizaje se construyen a través de un proceso que es particular y con tiempos distintos para cada estudiante, respetando así la idea que no todos los sujetos aprenden de la misma manera (Meirieu, 2001). Adicionalmente, los saberes escolares, a diferencia de otros que se construyen a lo largo de la vida, son de carácter obligatorio y formal, y tienen la particularidad de no poder ser cubiertos por la familia, por lo que necesariamente surgen en la vida de cada niño, otros adultos facilitadores y significativos, roles ocupados habitualmente por los docentes referentes.

Al mismo tiempo, la presencia de otros niños y niñas de la edad con algunos intereses en común e intercambio de nuevas experiencias, permite la ampliación de la trama social de los hijos. De esta manera, cada niño irá estableciendo en forma personal y no siempre consciente, procesos de comparación entre aquellas pautas adquiridas a partir de los vínculos familiares y aquellas vivencias escolares que cobran significado a partir de la intervención de las figuras docentes.

La escuela, que se constituye para el niño como institución de transición entre la familia y la sociedad, es portadora de sus propios enunciados y sus certezas como representante de las demandas sociales. Algunas de estas estarán en coincidencia con las expectativas de padres y madres y otras, implicarán una necesidad de acordar y construir nuevos posicionamientos en la educación y formación de los hijos.

Desde el lugar de madres y padres muchas veces esto implica nuevos desafíos en el ejercicio de sus funciones parentales y nuevas vivencias afectivas con motivo de los logros de los saberes que la escuela propone y a la ampliación de la trama social de los hijos. Procesos ambos relacionados con la participación efectiva de estudiantes y familias en una institución educativa.

De esta manera, aparecen la necesidad de nuevas formas de puesta de límites, de contención y de escucha. Adicionalmente, los hijos requieren de nuevas maneras de acompañamiento en cuanto a las tareas escolares, actividades extraprogramáticas, fomento de nuevos vínculos de amistad, sin dejar de lado las implicancias que esto conlleva en la necesidad de reorganización de rutinas familiares.

Toda esta nueva realidad, suele sentirse como una puesta en jaque de ciertos enunciados establecidos hasta ese momento en el grupo familiar. Enunciados de certezas familiares referidos a normativas, formas de relacionarse con el otro, hábitos de higiene, hábitos de alimentación, etc., que ahora, con la ampliación de la trama vincular social, se ponen en contraste con otros enunciados de certezas que otras familias construyeron en el interior de sus vínculos.

Los procesos de cambio generan desorganización, pero también representan una oportunidad de reajustes, actualización y nuevas comprensiones acerca de las nuevas situaciones. La escolaridad de los hijos no sólo es una etapa de crecimiento para ellos como estudiantes, sino también representa una oportunidad ajustar y desarrollar nuevos estilos de crianza y fortalecimiento de las funciones de padres y madres en el cuidado y educación de sus hijos.

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El Desarrollo de las Funciones Parentales

La familia es la primera institución a la que pertenecemos. Aprendemos allí nuestros primeros modos de interactuar con otros y con el mundo, también nuestros gustos y preferencias y es el origen de muchas de los aspectos que luego valoramos en la vida adulta.

La escuela por su parte, es la primera institución no familiar que marca el inicio de lo que se conoce como camino hacia la exogamia y que exige por tanto, la adecuación de algunos de sus modos de relacionarse con los demás y con el entorno.

Sucede lo mismo en el caso de las funciones parentales. En muchas oportunidades invade un sentimiento abrumador de dificultad, sin embargo muchas no se trata de no poder sino de la necesidad de ejercer de manera diferente esos mismos roles. Estos cambios tendrán que ver con el desarrollo siempre gradual y paulatino de competencias de escucha más activa, de acompañamiento a los hijos ofreciendo poco a poco espacios de autonomía y del establecimiento más diferenciado respecto de momentos de juego y ocio en relación a momentos de estudio y momentos escolares conforme el niño avanza en el trayecto académico.

Por otro lado, mas allá de las características familiares, sostener un mínimo de rutina diaria ayuda no solo a la organización familiar sino que provee a los hijos de un entorno en el que pueden anticipar acciones y conductas, factor esencial durante el crecimiento ya que equivale a seguridad y la posibilidad de equivocarse en un ambiente seguro. En conclusión, no se trata de abandonar lo establecido y logrado en las tempranas etapas de la vida, sino actualizarlas a los nuevos hitos que el ciclo de la vida y el ciclo familiar van incorporando.

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Psicóloga

Aventura

Natalia Ferrucci es Licenciada en Psicología y Magister en Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina y la Universidad del Salvador. Se especializa en espacios terapéuticos con niños, adolescentes y adultos en dispositivos flexibles que incluyen terapia online.

Realiza terapia de “parenting”, es decir, acompañamiento a padres y madres para el desarrollo de nuevas estrategias de crianza. Esta modalidad es un espacio terapéutico para reflexionar acerca de las propias funciones parentales y enfrentar así posibles situaciones de cambio y desafíos actuales.

Ofrece un espacio personal con contención y escucha como características de su abordaje profesional. Cada individuo es un ser singular constituido por su historia, sus circunstancias y su deseo con posibilidades permanentes de mejora.

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