Todo el mundo se ha visto inmerso en una situación en donde las emociones y sentimientos han fluido sin control. Ya sea la ira en una discusión, el llanto porque alguien nos ha dicho algo que no nos gustó o la frustración porque las cosas no salen a pedir de boca, lo cierto es que podemos vivir una verdadera inundación emocional.
Nos ahogamos en nuestros propios sentimientos. La llama de la racionalidad se apaga al ser inundada por una tempestuosa marejada emocional. Razón y emoción suelen estar equilibradas, pero cuando esta situación se pierde podemos a llegar a sentirnos muy mal y tomar decisiones desacertadas.
La inundación emocional es una situación que todo el mundo ha sentido en más de una ocasión, algo muy humano pero, también, muy disfuncional de no gestionarse adecuadamente. A continuación descubriremos el por qué y veremos también algunas estrategias para calmarnos cuando se produzca.
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¿Qué es la inundación emocional?
La inundación emocional tiene un nombre que hace buena gala de lo que representa. Es eso precisamente, una inundación, un marea de sensaciones, de emociones mayormente negativas que toman el control sobre nosotros mismos y nos impiden pensar con claridad. Es como si una enorme ola de emociones intensas nos arrastrara sin poder escapar, como el nadador que se ve atrapado por las corrientes y vendavales en su chapuzón playero.
Nuestro cuerpo manifiesta la tensión de forma física. Los músculos se tensan, se eleva la temperatura interna, el estómago se revuelve y se sienten otras muchas más sensaciones orgánicas. Pero, naturalmente, la naturaleza de esta tensión no es exclusivamente física. Nuestra mente, inundada por las emociones, se aísla de lo que sucede a nuestro alrededor. Los pensamientos negativos se vuelven muy vívidos, su volumen mental aumenta. Nos ensordecen con un ruido que viene de nuestra mente.
Las inundaciones emocionales son experiencias psicoemocionales muy comunes en las interacciones con cualquier persona. Son especialmente frecuentes en medio de una relación de pareja, pero también pueden darse con los amigos y, sobre todo, con la familia, fuente de apoyo emocional pero, a la vez, de conflictos y malentendidos. Cada persona queda atrapada por sus propios pensamientos y emociones como la indignación, la frustración o el enfado. Nuestros sentimientos se vuelven tan intensos que es imposible oír con calma y serenidad lo que nos tienen que decir los demás.
La inundación emocional no es más que otra muestra de cómo nuestras emociones, descontroladas, pueden bloquear por completo nuestra racionalidad. El problema de este fenómeno tan humano es que, si no le ponemos freno al momento de darse y tratamos de recuperar la compostura, puede que decidamos cosas o digamos otras tantas que, en frío, acabaremos lamentando. La inundación emocional afecta nuestra toma de decisiones.
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Causas: ¿Por qué nos sentimos así?
Puede que llegados a este punto uno se pregunte si la inundación emocional es algo patológico. Lo cierto es que se trata de un fenómeno completamente humano y normal, que lo pueden llegar a experimentar incluso las personas más calmadas y racionales del mundo. La razón de ello es simple: por mucho que nos lo creamos, no hay personas racionales y personas emocionales, sino que todos somos una combinación de ambos componentes.
De hecho, son muchas las situaciones en las que hacemos un uso racional de las emociones, además de que se da la relación inversa, en el sentido de que la razón no es del todo independiente de la emocionalidad. La cuestión es que todo tiene un equilibrio, un punto en el que razón y emoción se unen para que tomemos las decisiones más lógicas pero sin despreciar lo que nos dice nuestro corazón.
Además de esto, cabe decir que la inundación emocional puede ser relacionada con nuestro sentido de supervivencia. Se ha hipotetizado que se trata de un reflejo involuntario que se activa cuando el cerebro detecta algún estímulo percibido como amenazante, sea racional o irracional. Nuestras emociones tienen una funcionalidad adaptativa, son producto de la evolución, y nos sirven para hacer frente a las demandas del medio.
Cuando se vive algo que es entendido como una injusticia, mentira o daño, este puede ser el desencadenante de toda la oleada de emociones negativas que dan forma a la inundación emocional. Las emociones como el miedo, la decepción, la tristeza, la ansiedad, la rabia y demás no solo se manifestarán en forma de malestar psicológico para quien las tiene, sino que también inician todo un conjunto de cambios fisiológicos.
El problema de la inundación emocional es que ese equilibrio razón-emoción se pierde, haciendo que por un momento salgan a flor de piel todo tipo de estados emocionales que ciegan nuestro juicio y nos impiden pensar. Es algo a lo que todo ser humano que se haya encontrado en una situación emocionalmente estresante habrá vivido, con lo cual no es patológico por sí solo. Sin embargo, sí que requiere de poner cierto esfuerzo para evitar que la escalada emocional vaya a más y nos perjudique a nivel de salud mental.
La investigación científica apunta que para poder controlar las situaciones de inundación emocional es clave conseguir manejar el nivel de activación de dos áreas muy implicadas durante la ocurrencia de este fenómeno: la amígdala y la actividad prefrontal.
La amígdala es una estructura cerebral que, a parte de otras funciones, tiene un papel importante en la emocionalidad, mientras que el área prefrontal está relacionada con las famosas funciones ejecutivas, como la concentración, la toma de decisiones, memoria de trabajo, planificación… Cuando se sobreactiva la amígdala, se intensifican las emociones y nuestra capacidad racional y de reflexión se ven reducidas.
Por ello, teniendo en cuenta todo esto, lo ideal sería conseguir reducir la actividad de la amígdala e incrementar la de la corteza prefrontal para manejar y evitar estas inundaciones emocionales.
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¿Qué podemos hacer para controlarla?
Como hemos podido ver, la inundación emocional sería ese proceso de desbordamiento emocional en que todo ápice de racionalidad se ve callado por la intensidad escalante de nuestras emociones. Son varias las estrategias a las que podemos recurrir para controlar la inundación emocional.
1. Tomarse un tiempo de descanso
Siguiendo con la metáfora del mar, la inundación emocional puede entenderse como oleaje que nos atrapa, que amenaza con ahogarnos teniendo el agua al cuello. Lo mejor que podemos hacer en estos casos es tratar de nadar hasta la orilla, recobrar el aliento y tranquilizarnos, lejos de esas olas amenazantes del principio.
Para evitar que nuestras emociones nos desborden o, en caso de que ya haya ocurrido, tratar de reducirlas una de las mejores cosas que podemos hacer es tomarnos un descanso alejándonos de la situación emocionalmente tensante. Cada persona requiere de su tiempo, pero a modo de sugerencia con unos 20 minutos ya va bien, suficientes como para recuperar la compostura y la calma.
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2. Respirar profundamente
Un clásico en toda recomendación para calmar nuestras emociones es el de la respiración profunda. No es una cura milagrosa, pero ayuda a evitar que nuestra tensión vaya a más y puede tranquilizarnos en pocos minutos.
La respiración profunda puede reducir nuestra carga tensional, quitarnos estrés y recuperar nuestra concentración y racionalidad.
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3. Dialogar con uno mismo
Tratar de reflexionar es complicado cuando nos ahogamos en una inundación emocional. Por ello, lo adecuado es hacerlo una vez estemos mejor, más tranquilos, disfrutando de calma física y mental. El equilibrio entre nuestras emociones y nuestra razón nos permiten reflexionar sobre nuestros deseos, experiencias y sentimientos de forma lúcida y holística.
Dialogar con nosotros mismos es una buena forma de descubrir qué es aquello que nos ha provocado encontrarnos tan emocionalmente tensos y qué podríamos hacer para evitarlo. Este diálogo lo podemos realizar con una conversación socrática planteándonos preguntas como las siguientes.
¿De dónde viene esta frustración? ¿Estoy siendo realista con lo que lo provoca? ¿Estoy exagerando las cosas?
¿Mis pensamientos son realistas? ¿Qué los justifica? ¿La forma en la que reacciono me sirve para sentirme mejor o peor?
¿Qué es lo que podría hacer para cambiar esta situación?
La mayoría tenemos muchos pensamientos distorsionados sobre la realidad, que son alimentados por nuestras emociones negativas. Es necesario detectarlos y cuestionarlos, racionalizarlos hasta el punto de conseguir quitarles el filtro emocional que los distorsiona o exagera.
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4. Reevaluar las situaciones estresantes
Mediante la reevaluación de las situaciones estresantes podemos inducir a un cambio cognitivo que tiene por objetivo entender qué es lo que nos ha pasado para que, la próxima vez que suceda, podamos llevar a cabo un mayor control emocional. Para conseguirlo es fundamental conocernos mejor y conocer cuáles son los disparadores de nuestra inundación emocional.
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