¿Te han dicho que tus reacciones de ira atemorizan a los demás?
"Siento que pierdo el control" es una de las explicaciones que damos cuando tenemos problemas de ira. Golpes, gritos y ofensas se presentan como reacciones ante las frustraciones que trae la vida, afectando a las áreas principales del día a día: la sentimental, la social, el área familiar, y ni qué decir del área laboral.
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Comprendiendo la ira
La ira es una emoción; cuando ésta pasa llega la culpa, pero en la mayoría de los casos la culpa y la fuerza de voluntad no son suficientes motivadores para cambiar la situación que nos duele emocionalmente.
La impulsividad es el camino que va desde que sentimos la emoción de la ira hasta que se da la reacción con agresividad. No nos da tiempo a tener más datos antes de interpretar el momento: somos víctimas de la necesidad de desahogar la molestia emocional y física.
Por un lado, la interpretación que hacemos de los hechos es negativa, llevándonos a algunas emociones incómodas. Se produce una activación física con alteración en la respiración, aumento en las palpitaciones, segregación sanguínea inmediata a nuestras extremidades, y por ende calor y sudoración. Estas incomodidades emocionales y corporales se regulan al explotar la ira. Así que la impulsividad es necesaria para las reacciones inmediatas a la ira.
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La importancia de atender a las emociones
Pero, en cuanto a las emociones incómodas... ¿Cuál es la emoción que en realidad sentimos? Identificar las emociones personales es un camino que conlleva entrenamiento. El ser conscientes de nuestras emociones no es algo habitual en nuestra cultura, al contrario, sabemos y practicamos más la evitación emocional que el ser consciente de ellas, y aún más aquellas incómodas como la tristeza, el miedo...
Sin embargo, la realidad es que sentimos variedad de emociones y en algunas ocasiones especiales estas llegan todas al mismo tiempo y no alcanzamos a descifrarlas. Entonces escuchamos la típica pregunta: ¿Cómo te sientes? Con la típica respuesta: "No lo sé, con mucha ira".
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Aprendiendo a aprender de la ira
Las emociones son reacciones físicas y psicológicas ante estímulos específicos, y tienen la función de identificar cada situación para permitirnos la adaptación y supervivencia y ante un momento peligroso. ¿Qué mejor que reaccionar con la emoción que más se adapta al momento, que más resultados obtiene, la más aceptada y aprobada por el entorno? Si, ¡La ira! Esta es la emoción por excelencia usada para obtener resultados inmediatos.
¿Quién no corre a la voz de un grito, quién no actúa al ver a alguien con ira? En la mayoría de las veces la reacción del receptor es inmediata, se suelen obtener respuestas al instante. ¿Pero la nuestra es la mejor forma de comportarnos? Vemos cómo muchos adultos acuden a terapias para el manejo de la ira y para aprender una comunicación asertiva, ya que los problemas interpersonales no tardan en llegar (y en ocasiones con consecuencias irreparables).
Muchas veces nos mostramos con la emoción equivocada, la emoción que por excelencia nos ha funcionado para solucionar problemas, para ser escuchados, atendidos, para que las personas dejen de actuar o actúen como queremos. Sin embargo, esta situación nos puede traer confusiones, problemas interpersonales, y en muchas ocasiones ansiedad, ya que no habría una coherencia entre lo que sentimos y cómo reaccionamos.
El identificar si lo que en realidad sentimos ("es tristeza y no ira, dolor y no ira, miedo y no ira...") es un aprendizaje por medio de entrenamiento con introspección personal hasta lograr la consciencia emocional.
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Aprendiendo a gestionar la ira
Hoy en día se usan varias técnicas para lograr una buena identificación de las emociones; entre ellas está el Mindfulness y la validación emocional. Esta última se debería usar desde la infancia para que se nos permita llorar, estar tristes o tener miedo en la temprana edad y no tener dificultades con las emociones más adelante.
El modelamiento es la mejor forma de aprendizaje. Así como reaccionaban nuestras figuras paternas, usualmente es la manera en la que reaccionamos emocionalmente ante estímulos de frustración. Nos enseñaron que la ira nos hace vernos fuertes y valientes, que los hombres no lloran ni tienen miedo, que los hijos debe temer a sus padres para que sean obedientes y firmes.
Tendemos a repetir estas conductas; sin embargo, somos seres racionales y podemos elegir ser diferentes a nuestra crianza.
Por medio de un tratamiento psicológico podemos aprender a no necesitar refuerzos inmediatos, más bien a obtener un buen resultado a mediano y largo plazo para disfrutar de unas dinámicas familiares, sentimentales, laborales y sociales más sanas.
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