La vida familiar puede ser una gran fuente de conflictos que, en caso de no ser debidamente gestionados, pueden convertirse en una bola que se hace más grande con el tiempo.
Los motivos de esta tendencia a la intensificación de ciertos conflictos tiene que ver con muchos factores: el trato diario (que hace complicado tomarse unos días de tregua para empatizar mejor con el otro durante el reencuentro), la importancia de los roles parentales y la gravedad de las negligencias en el cuidado y educación de los hijos e hijas, etc.
Por eso, en ocasiones, muchos pacientes que asisten a terapia muestran un grado alto de enfado y resentimiento contra uno de los progenitores, o ambos. Frases como "odio a mi padre" son relativamente frecuentes en este ámbito.
Posibles motivos del odio al padre y cómo solucionarlo
Ahora bien, ¿qué hacer cuando los conflictos de este tipo cobran mucha intensidad y parecen ser crónicos?
Existen muchas posibles causas que explican el nacimiento de este sentimiento de odio, y por eso aquí me centraré en algunas de las más comunes que tienen que ver con el rol de los padres en las culturas occidentales.
1. Si es por sentimiento de culpabilidad
En algunos casos en la historia familiar se producen hechos traumáticos la culpa de los cuales se atribuye a alguien concreto, a pesar de que hacer esto sea una simplificación. Es una manera de tener un blanco sobre el que descargar la frustración.
La figura del padre, que tradicionalmente ha sido relacionada con el rol de protector de la familia, muchas veces es el blanco de estas recriminaciones. Para solucionar estas situaciones es necesario reestructurar los esquemas de pensamiento y las creencias sobre lo que pasó de manera que se adopte una óptica más realista y con más matices y detalles.
2. Si es por historial de abusos
En algunos casos el resentimiento acumulado contra el padre se debe a un historial de abusos sexuales cometidos por parte de este.
Estos pueden ser recientes o haberse cometido en el pasado remoto, pero en ambos casos la solución debe pasar por la apertura de una vía judicial que permita esclarecer si estos abusos se cometieron realmente o no. Durante el proceso, la persona debe permanecer aislada de la influencia del padre, por el posible daño físico o psicológico que este pueda hacerle, además de para evitar que se pueda dar manipulación basada en el chantaje emocional. Por la constitución física de los varones, la capacidad de los padres a la hora de utilizar la coacción física es mayor, por lo que es necesario tomar medidas de seguridad.
Cualquier posibilidad de posible reconciliación entre el padre y el hijo o hija debe de estar supeditada a una reinserción clara y lo suficientemente probada por parte del primero, a largo plazo.
3. Si es por negligencia parental
La negligencia parental, entendida como el abandono de los hijos y la negativa a realizar las tareas de cuidado y educación que deben ser realizadas por los cuidadores de manera obligatoria, es una forma de maltrato infantil que acostumbra a dejar huellas en el comportamiento de las personas cuando pasan a ser adultas. Entre estas huellas es frecuente el sentimiento de odio.
En estos casos la reconciliación acostumbra a ser difícil, ya que los padres que han desatendido el cuidado de sus hijos y el establecimiento de vínculos afectivos con estos durante su niñez acostumbran a no sentir más apego por ellos cuando son adultos, lo cual hace que la separación sea una estrategia efectiva para no tener que estar pensando recurrentemente en todas aquellas cosas relacionadas con los padres.
En los casos en los que estos últimos se muestren arrepentidos y quieran empezar a tener una relación sana con sus hijos, la ayuda de la asistencia psicoterapéutica acostumbra a ser un requisito.
4. Si es por fallos de comunicación
Los defectos en la comunicación es una fuente de problemas y conflictos no solo entre padres e hijos, también en la relación de todos los miembros de una familia en general. La adopción de roles familiares muy delimitados y la creación de temas tabú puede hacer que en el seno familiar se respire una atmósfera opresiva en la que las personas no pueden expresarse de manera honesta, lo cual suele estar asociado a la aparición de un estado de auto-vigilancia contínua y, por lo tanto, de estrés, que puede ser fuente de explosiones de ira y enfados.
En estos casos también es recomendable asistir a formas de psicoterapia en la que se trabaje a la vez sobre varios de sus miembros, para conseguir de este modo que fluya la comunicación.
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