¿Por qué nos gustan las películas de terror?

El miedo no parece una emoción muy agradable. Entonces, ¿por qué vemos films de terror?

Otro año más en unos pocos días vuelve a ser Halloween. Una celebración que no es propia de nuestro país, pero poco a poco va ganando terreno, puede que por ser una fecha señalada para el terror.

A lo largo de esta semana, los canales de televisión comenzarán a emitir películas y especiales de terror, y la misma noche del 31 podremos ver a gente disfrazada rondando las calles.

Cine de miedo: el desconcertante gusto por el horror

Si algo es claro es que a un gran sector de la población nos gustan las películas de terror. Pero, ¿por qué llegan a gustar las películas de terror? Las sensaciones asociadas al miedo no acostumbran a estar asociadas al placer, sino más bien al contrario: el miedo es producido por una respuesta fisiológica que aparece cuando las posibilidades de ver nuestra vida amenazada por algún peligro son relativamente altas y, por lo tanto, aprendemos a evitarlo. Sin embargo, en el cine la gente invierte dinero y tiempo en ser expuesta a situaciones que producen terror. ¿Por qué ocurre esto?

Muchos pueden llegar a pensar que es debido a una falta de empatía o a un sadismo propio de la persona que es políticamente incorrecto y que, una vez al año, puede salir a la luz. Sin embargo, hay teorías que van más allá de esta visión.

La teorías de Zillman sobre nuestra preferencia por las películas terroríficas y sádicas

Para dar algunas respuesta se pueden aplicar las teorías de Zillman (1991a; 1991b; 1996), que hablan sobre por qué razón nos atraen los personajes dramáticos. Si alguna vez has pensado cómo un género que se dedica a la exposición del sufrimiento ajeno puede llegar a gustar, puede que la siguiente explicación satisfaga tu curiosidad.

Teoría Disposicional: la importancia de los personajes "buenos" y "malos"

Toda narración ficticia incluye una trama y unos personajes. El objetivo de los guionistas con estos dos elementos es, por un lado articular la trama para inducir un placer estético en el espectador, un “argumento que enganche”. Para ello, por otro lado, es necesario trabajar los personajes, para que el espectador pueda ponerse en su lugar y vivir sus aventuras en primera piel. Por tanto, a diferencia de lo que se puede llegar a pensar, es un proceso de empatía.

Sin embargo, en toda historia surgen protagonistas y antagonistas; y no empatizamos de la misma forma con unos y con otros. Es más, el mismo contexto de hechos que envuelve al protagonista es poco deseable para el espectador, es decir, a nadie le gustaría verdaderamente vivir las mismas situaciones que suceden en una película de terror.

Empatía y compasión hacia los personajes con los que nos identificamos

La teoría disposicional explica que tras las primeras escenas de ver a los personajes en pantalla, hacemos valoraciones morales muy rápidas de “quién es el bueno” y "quién es el malo”. De esta forma, adjudicamos los papeles a la trama y organizamos las expectativas de qué sucederá. Tenemos claro que a los personajes valorados positivamente, comenzarán a sucederles desgracias, generando así compasión hacia ellos y ganando empatía e identificación. De esta forma, ejercemos de “observadores morales” a lo largo del film, valorando si los “hechos son buenos o malos” y si ocurren a “personas buenas o malas”; creando lo llamado disposiciones afectivas.

Deseamos lo mejor a los personajes buenos... y viceversa

Cuando se desarrolla una disposición afectiva positiva hacia un personaje, se desea que le ocurran cosas buenas y se teme ante la previsión de que puedan ocurrirle malas. Ahora bien, también tiene una contrapartida, ya que si la disposición afectiva generada es negativa, se espera que esos actos negativos que desarrolla el personaje, tengan sus consecuencias. Es decir, en tanto que valoramos positivamente, esperamos que a ese personaje le vaya bien, mientras que si es negativamente, que le vaya mal; un principio de justicia.

En este sentido, la atracción hacia estos filmes viene dada por su resolución. A lo largo de los minutos se van generando expectativas de “cómo debería finalizar la historia de cada personaje”, de modo que al verse resuelta, nos produce placer. El final de las películas logra satisfacer la angustia generada por las expectativas, cumpliendo ese final que esperábamos.

Algunos ejemplos: Scream, Carrie y La última casa a la izquierda

Como ejemplos, estos dos procesos de disposición afectiva y negativa se explotan en las películas de terror. En “Scream” se mantiene la misma protagonista a lo largo de las secuelas, manteniendo la empatía y una disposición afectiva positiva hacia ella y la expectativa de que sobreviva.

Otro caso es el de “Carrie”, en el que desarrollamos tal compasión que no juzgamos como injusta la escena final. Y también hay casos del proceso contrario, como en “La última casa la izquierda”, donde producimos una gran disposición negativa hacia los villanos y deseamos sus desgracias; un sentimiento de venganza que se complace.

Teoría de la transferencia de la activación: explicando el placer por el miedo

Sin embargo, la teoría de la disposición no explica por qué nos gusta sentir malestar teniendo unas expectativas contrarias a la valoración del personaje. Si queremos que a esa chica tan buena le sucedan cosas buenas, ¿por qué disfrutamos cuando le suceden malas? Muchas investigaciones desvelan un principio de inversión hedónica en la valoración de personajes dramáticos: cuanto más sufrimiento se provoca en el espectador, mejor es su valoración de la película.

Cuanto peor lo pasa el protagonista, más disfrutamos

Ello se debe a un proceso de base fisiológica que se explica mediante la teoría de la transferencia de la activación. Dicha teoría expone que a medida que ocurren sucesos contrarios a nuestras expectativas, se va generando malestar empático y, a su vez una reacción fisiológica consecuente. Esta reacción va acrecentando a medida que se acumulan los problemas para el protagonista, al mismo tiempo que se sigue manteniendo la esperanza de nuestras expectativas iniciales.

De esta forma, las dificultades que aparecen en el camino del héroe van aumentando el malestar que sentimos, y el miedo a que no tenga un final feliz. Sin embargo, nuestra esperanza en ello sigue en pie. De este modo vamos reaccionando ante la angustia de la contrariedad de ambos caminos: deseamos que sucedan cosas buenas al mismo tiempo que sólo ocurren malas. Cuando se llega al final y las expectativas se cumplen, a pesar de que es una experiencia emocional positiva, aún mantenemos la activación fisiológica producida por las desgracias, ya que no es inmediata su eliminación. Es así como estos “residuos de excitación” se mantienen durante el desenlace, aumentando el placer del final.

La tensión tiene algo de adictivo

Digamos que poco a poco, aunque tengamos la esperanza de que acabe bien, nos vamos acostumbrando a que ocurran desgracias, de forma que al tener el final feliz, esa expectativa cumplida, la disfrutamos más, porque estábamos más predispuestos para lo contrario. Es un proceso de habituación hacia las desgracias que nos sensibiliza hacia los éxitos. A mayor intensidad de residuos de excitación anteriores al desenlace, mayor placer nos provoca. Es decir, cuanta más tensión aparece en los momentos previos al final, más disfrutamos con éste.

¿Cómo son las películas de terror y por qué consiguen engancharnos?

En este sentido, se explica cómo se articulan las películas de terror. Al principio hay una presentación de los personajes, y las primeras víctimas no interfieren en gran medida en el transcurso de los hechos. Son un gran número las películas en las que el protagonista descubre los cadáveres de sus compañeros al final, en medio de la persecución y consiguiendo el clímax de tensión. Por tanto, la tensión se gestiona de forma progresiva, aumentando gradualmente antes del final.

Características de los films de terror

No obstante, las anteriores dos teorías son elaboradas por Zillman para explicar, especialmente, los dramas, no las películas de terror. Sin embargo, ambos géneros son cercanos en su narrativa, ya que ambos presentan personajes que les suceden desgracias. Aun así, hay rasgos propios de los films de terror que incrementan los efectos de las anteriores teorías.

  • Número de protagonistas. La mayoría de películas de horror nos presentan a un grupo de personajes. En el inicio, cualquiera de ellos puede ser el protagonista, así que nuestra activación empática se reparte entre todos. A medida que el número disminuye, nuestra empatía aumenta hacia los que aún quedan, incrementando así progresivamente la identificación empática de forma paralela a la tensión fisiológica. Es decir, al principio empatizamos menos, pero a medida que van desapareciendo personajes, aumenta nuestra empatía por los que quedan intensificando el efecto de la teoría disposicional.

  • Narrativa de terror. El ver una película de terror ya nos pone en duda su final. Bien muchas de ellas tienen un final feliz, pero otras tantas un final trágico. Por tanto, a la tensión por las expectativas se le suma la incertidumbre. El no saber si tendrá un final feliz, aumenta la tensión y su activación fisiológica, así como el placer tras el final. Jugar con la incertidumbre del final es un rasgo de la saga de “Saw”, en la que se mantiene la expectación sobre qué hace cada protagonista y cómo repercutirá en el final.

  • Personajes estereotípicos. Muchos de los argumentos del género recurren a incluir personajes estereotipados. La “rubia tonta”, el “afroamericano gracioso”, el “cachas prepotente” son algunos de ellos. Si el film utiliza mucho estos estereotipos, es posible que empaticemos menos con ellos. Es más, si a esto se le suma un perfil de villano bien elaborado, es posible que empaticemos en mayor medida con el antagonista y que nos guste que sobreviva al final. Así se explican las grandes secuelas, como “Viernes 13”, en las que el villano tiene una complejidad mayor que los protagonistas y la historia se centra en él.

  • Ambientación. A diferencia de los films dramáticos, la ambientación en las películas de terror predispone a la activación fisiológica. El sonido, imagen, o contexto en sí mismo, son aspectos tan importantes como el argumento, ya que sirven para incrementar los efectos que produce por sí misma la trama. Es más, son elementos que también influyen en las expectativas, ya que, si es una noche de tormenta y se van las luces, seguro que algo va a suceder.

  • Complejidad de asesinatos. Siendo una película de terror, seguramente algún personaje vaya a fallecer. Con esa predisposición, los espectadores esperamos ver escenas de muerte que nos sorprendan. Más bien que nos produzcan la activación fisiológica que nos deberían provocar, ya que las que puedan haber ocurrido anteriormente, así como las visionadas en otros films, nos producen una habituación; nos acostumbremos a ver morir. Éste bien puede ser un inconveniente, ya que hace a la audiencia más exigente, peor también determina cómo, a lo largo de la trama, cada víctima desarrolla un mayor sufrimiento; o bien de forma distinta a la anterior, para que no nos acostumbremos. Varios son los ejemplos, como en “Pesadilla en Elm Street”, en la que al ver aparecer a Freddy Krüeger ya nos asustamos por no saber qué sucederá. La saga "Saw" o la célebre "Seven" son también buenos ejemplos de ello.

Resumiendo

Por tanto, aunque pareciera que es por falta de empatía, los procesos que llevan a la pasión por el terror son todo lo contrario.

Se intenta facilitar el proceso de empatización, plantear un seguido de desgracias y jugar con las expectativas del desenlace que forma el espectador. Siento con ello desilusionar a algunos lectores, ya que no tenéis un sádico oculto cómo pensabais. O, almenos, no todos. Feliz Halloween para quienes lo disfruten.

  • Zillman, D. (1991a). Television viewing and psychological arousal. In J. Bryant D. Zillman (Eds.), Responding to the screen: Reception and reaction process (pp. 103–133). Hillsadale, NJ: Lawrence Erlbaum Associates
  • Zillmann, D. (1991b). Empathy: Effect from bearing witness to the emotions of others. In J. Bryant and D. Zillmann (Eds.), Responding to the screen: Reception and reaction processes (pp. 135–168). Hillsdale, N.J.: Lawrence Erlbaum Associates.
  • Zillmann, D. (1996). The psychology of suspense in dramatic exposition. In P. Vorderer, W. J. Wulff, & M. Friedrichsen (Eds.), Suspense: conceptualizations, theoretical analyses, and empirical explorations (pp 199–231). Mahwah, NJ: Lawrence Erlbaum Associates

Psicólogo social

Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona. Psicólogo social. Especialidad en Psicología de los Grupos. Actualmente cursando posgrado de Autoliderazgo y Conducción de Grupos en la Universitat de Barcelona.

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