Imagínate que en las recetas de cocina no te pusieran los ingredientes, o que para aprender a bailar un tango te explicaran por escrito “6 tips para bailar un tango”, sin imágenes, ni fotos, ni vídeos ni dibujos. Nada. Podría explicarte la lógica de por qué tienes que usar la sartén y no el horno, pero sin los ingredientes va a ser bastante difícil de todas formas que cocines la receta ¿no?
Pues si eso te parece difícil, te aseguro que todo el mundo puede aprender a hacer una tarta de zanahoria en un par de intentos, y todos pueden memorizar los pasos de un tango repitiéndolos con sus propios pies una y otra vez. Y por el contrario, hay personas que pasan años tratando de superar una depresión o un problema de personalidad. Y sin embargo, mientras un artículo escrito no se plantea ni por asomo enseñarte a bailar, sí creen que en cinco minutos de lectura pueden cambiarte la vida. Pero no. Y aunque nos cueste admitirlo, es el mismo engaño que los libros de autoayuda.
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La importancia del aprendizaje experiencial
Veamos, a andar se aprende andando, a hablar se aprende hablando, a escribir se aprende escribiendo, a nadar se aprende nadando. Partiendo de esa base es poco probable que leyendo un libro puedas superar un problema que arrastras desde buena parte de tu existencia. No quiero ser aguafiestas, pero este tipo de problemas arrastran emociones y conductas. Igual que un libro no va a enseñarte a bailar o a conducir, un libro no va a enseñarte a poner en práctica conductas que ni siquiera están en tu repertorio habitual de conductas. Ningún libro te enseña a enfrentarte al miedo, ni puede hacerlo por ti. Es algo que tienes que hacer tú y no es sencillo, porque de poder elegir, no sentiríamos tristeza, miedo o ansiedad ante determinadas cosas y nuestra vida sería más sencilla. De poder elegir, seguro que ya llevarías la vida que quieres porque ninguna emoción sería un obstáculo.
Los libros de autoayuda te dicen cosas como “haz cosas que te animen”, “busca apoyo en tus seres queridos”, “sé más positivo, mira todo desde el punto de vista que a continuación te explicamos”. Pero esto tiene dos inconvenientes.
La falta de trato individual
En primer lugar, ¿has pensado si las conductas de las que habla el libro van a ayudarte? Quiero decir, si van a ayudarte a ti personalmente. Los tratamientos psicológicos son individuales por una razón: se analiza qué es lo que valora ese paciente y qué es lo que le produce malestar, cómo y por qué. A él y no a otro. Los libros de autoayuda se venden como agua bendita para todo el mundo. Por ejemplo, la conducta de establecer relaciones y crear una mayor red de apoyo: esta idea de hacer gala de nuestro gregarismo que recogen muchos manuales de autoayuda en realidad no va con todo el mundo.
Aunque estudios demuestran que las personas con más relaciones sociales positivas son generalmente más felices, las personas introvertidas no disfrutan especialmente de reunirse con grandes grupos de amigos para hacer cosas juntos, de hecho disfrutan más de un buen libro y de baja estimulación externa. Así que quizá el problema de tu tristeza no radique en que necesites más gente en tu vida o que tengas que relacionarte más con ellos.
¿Y si tienes a la gente adecuada cerca de ti pero no sabes expresarte con ellos en determinadas ocasiones? Para empezar este es un problema distinto que hay quien puede asociar a que no tiene habilidades sociales adecuadas, pero en realidad puede deberse a que experimenta ansiedad en determinados contextos, y entonces el problema es la ansiedad. Pero para eso es necesario analizar en profundidad lo que ocurre y proponer soluciones concretas para ese problema. Relacionarte con gente fuera de tu círculo no es la solución entonces, ni mantener interés en alguien que realmente no te interesa. Más no es mejor. Ni para ser feliz, ni para relacionarte mejor, ni para tener menos ansiedad, ni para nada. Y a veces lo que falta no es el qué, sino el cómo. Los libros de autoayuda suelen ser bastante generales para tratar determinadas dificultades y por ende insuficientes.
La falta de aprendizaje basado en experiencias
En segundo lugar, estas limitaciones conllevan aprendizajes actitudinales que un libro no proporciona. Ninguna lectura puede enseñarte adecuadamente un aprendizaje de conductas, o de emociones y actitudes. El conocimiento que transmiten las lecturas es semántico y por tanto pueden producir aprendizaje a nivel cognitivo. Es como que un libro te enseñe a conducir: es un aprendizaje procedimental, tienes que practicar para aprender a conducir, ningún libro es suficiente.
Esto quiere decir que los textos de autoayuda y los tips te enseñan una nueva perspectiva teórica y te permiten almacenar conocimiento sobre aquello que podría llevarte a la felicidad, pero no los integras en tu patrón conductual. Es como si un profesor con mucha labia te explicase historia. Vale, puede que lo recuerdes fenomenal, pero no deja de ser conocimiento semántico (de datos y hechos objetivos y ajenos a ti, porque ningún libro de autoayuda está personalizado).
Lo que de verdad produce un cambio, un aprendizaje, es la experiencia personal, tu memoria autobiográfica, ya que está dotada de una fuerte carga emocional, tanto lo bueno como lo malo. Y es que tanto tus virtudes como tus defectos vienen de ahí, eso quiere decir que la oportunidades ambientales (situaciones, personas…) con las que te cruces y lo que tú hagas en cada situación a la que te enfrentes, tienen mayor repercusión e influencia en tu personalidad y en tus cambios personales y actitudinales de lo que ningún libro de autoayuda tendrá jamás.
Ahora piensa que cada día pasas más o menos por las mismas situaciones, te relacionas más o menos con la misma gente y actúas ante tu ambiente de la misma manera más o menos que ayer o anteayer. Einstein decía “si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo” y esto encubre la terrorífica realidad de que tú eres un agente activo de tu propio cambio personal, no un agente pasivo, es tu conducta la única que importa para obtener el premio: ser más sociable, ser más feliz… Bueno, tu conducta y las oportunidades ambientales, es un 50/50, pero tú no puedes controlar el ambiente, solo la manera en la que tú respondes. Pensar distinto no es sinónimo de actuar distinto, porque entre los pensamientos y los actos existe una barrera: las emociones.
Es decir, yo puedo ser consciente de que tengo que estudiar para aprobar (conozco la conducta que he de llevar a cabo), pero la emoción de aburrimiento, apatía o desmotivación me impiden llevar a cabo esa conducta. Puedo saber que para conseguir un trabajo tengo que realizar una entrevista laboral con el jefe, pero hablar con el jefe me produce ansiedad y miedo, y decido no hacerlo. Un libro de autoayuda te dice “habla con tu jefe” o te dice “habla con desconocidos para ser más sociable” o “sal de la cama para superar antes la depresión”, pero no te dice cómo superar las barreras emocionales para hacer lo que tú ya sabías de antemano que tenías que hacer. Y hablo de superarlas realmente, no hablo de un discurso motivador que se desvanece de tu cabeza al día siguiente. Si ese discurso fuera efectivo, no volverías a necesitar un libro de autoayuda. Pero es que para superarlos tienes que hacer cosas. Y ese “hacer” cuesta muchísimo.
No hay recetas mágicas de autoayuda
Es mucho más sencillo leer un libro, ¿verdad? Qué tentadora la esperanza de que sin mucho esfuerzo tu vida y tú vais a cambiar para siempre. Y así inmediatamente, al empezar a leer, adquieres mayor control sobre tu propia vida. Ya estás haciendo algo por y para ti mismo, y eso te hace sentir mejor, pero no te cambia, no te hace más sociable ni más feliz a largo plazo, y por eso lees otro y otro y otro… Porque momentáneamente es un refuerzo negativo que disminuye tu malestar y te proporciona cierta sensación de control (la ilusión de control, una ilusión cognitiva habitual derivada de un sesgo de optimismo). Es, en definitiva, un placebo.
Las personas más sociables y felices no leen esos libros ni artículos, pero es que nunca han necesitado leerlos, porque a ser más feliz y más sociables se aprende con la experiencia. No hay una correlación entre ser sociable o feliz y la cantidad de libros de autoayuda que se leen. Es algo que uno construye relacionándose, viviendo experiencias y tratando de actuar respecto a sus valores personales y a la vida que quiere llevar. Y cambiando su conducta cuando no está obteniendo los resultados deseados.
Progresar requiere esfuerzo
Hay otra realidad que tampoco va a gustarte: cambiar duele, reestructurar tu representaciones mentales sobre el mundo, sobre ti mismo, sobre la sociedad, duele. Existen terapias de reestructuración dirigidas a reconstruir la concepción del Yo y de las relaciones con los demás que modifican en profundidad el sentido de muchos conocimientos y conductas, arriesgando nuestra identidad cognitiva. Cambiar estas representaciones por otras más efectivas para uno mismo es muy costoso, exigente e incluso es motivo de ansiedad.
El malestar que sentimos y que nos mueve a modificar nuestras ideas y nuestra conducta es parte de ese aprendizaje: significa descubrir y replantearnos nuestras representaciones al ver violadas las expectativas implícitas que teníamos sobre el mundo. Y es complicado en el mundo social y psicológico. Por ejemplo, modificar la idea de que la tierra es plana por la nueva representación de que es redonda, fue difícil unos siglos atrás (de hecho es difícil con muchas ideas semánticas sobre teorías del mundo: ¿es la homeopatía efectiva? ¿La evolución de las especies es real? Mucha gente te dará una respuesta y algunos te darán otra independientemente de lo que digan los datos, y son sus representaciones, su interpretación del mundo).
Sin embargo, mucho más difícil es aceptar otro tipo de ideas como por ejemplo que tu pareja te es infiel y debes dejarla, que realmente no estás a gusto con las personas de tu alrededor y es por ello que no tienes una comunicación adecuada con ellos, que tus amigos no son de verdad porque en el fondo tenéis valores distintos, o que el camino que has elegido profesionalmente se ha estancado y deberías dedicarte a otra cosa… Todas estas ideas duelen y todas ellas esconden problemas de fondo que pueden afectar a la felicidad o a las habilidades sociales, problemas indirectos que son los que verdaderamente habrían de tratarse más que “cómo ser una persona más sociable” o “cómo ser más positivo”.
Para más inri, es frecuente que cuando detectemos estas inconsistencias que nos producen malestar entre el mundo social y las representaciones personales, estas están tan reforzadas y consolidadas con los procesos de aprendizaje implícito que resultan muy difíciles de modificar. El cambio es aún más costoso.
En conclusión
Cambiar no es fácil. Creer que cambiar es sencillo es una idea fácil de vender dado que es lo que muchos desearían, pero aceptar dicho eslogan publicitario también tiene un coste: la culpa. Después de leer algún libro de autoayuda cabe que te preguntes “si es tan fácil, ¿por qué yo no lo estoy consiguiendo?”
La culpa también es una trampa fácil, pues no es un escritor el que te vende esta idea, ni muchos, ni todos los psicólogos, ni los “coach”; es la sociedad: desde aquellos que venden aventuras, espíritu libre y juventud cuando venden perfumes y coches (“si compras esto, serás más guay”), los que defienden que el mundo es una meritocracia y que solo has de esforzarte para conseguir lo que deseas sin ponerse en tus pies (como la psicología positiva), hasta incluso las personas que se autoengañan bajo el pretexto de no tener problemas ni limitaciones, ni en su vida social ni en nada porque hacen tal cosa y te aconsejan sin tener en cuenta quién eres tú, es decir, sin empatizar con tus emociones ni circunstancias.
Y ahí están, las emociones de cada uno, los miedos y la ansiedad jugando un papel crucial que todos deciden ignorar. Transmitir aprendizaje es más que explicar tu versión de los hechos, por mucho apoyo científico y empírico que tenga. Puedo explicarte que para arrancar un coche tienes que introducir la llave, girarla, quitar el freno de mano y demás, y son hechos objetivos y reales, pero hasta que no seas tú quien introduzca la llave y hasta que no lo hagas unas cuantas veces en realidad no vas a saber arrancar un coche. Y del mismo modo, tampoco arrancar tu felicidad.
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