La toxina botulínica, más conocida como “botox”, es una sustancia ampliamente utilizada en medicina estética, pero también en otros campos de la salud como la oftalmología o la pediatría.
En este artículo conoceremos en qué consiste, cuáles son sus efectos y las principales aplicaciones que tiene esta sustancia. También veremos cómo, además de producir beneficios, también puede acabar generando una adicción en personas obsesionadas con su físico o con miedo a envejecer.
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Toxina botulínica: ¿qué es y cómo actúa?
La toxina botulínica, conocida comúnmente como “botox”, es una sustancia muy utilizada en medicina estética. A nivel químico, se trata de una neurotoxina elaborada por una bacteria llamada Clostridium botulinum.
Lo que hace esta sustancia es bloquear la liberación de acetilcolina (un neurotransmisor necesario para producir la contracción muscular), lo que se traduce en una parálisis muscular temporal. Es decir, tiene la función de paralizar o disminuir la función del músculo (o músculos) sobre el que se aplica.
¿Para qué se utiliza?
Su uso estético se aprobó en el año 2002. Actualmente, se considera un tratamiento cosmético muy poco invasivo, y el más solicitado a nivel mundial. Además, la toxina botulínica es considerada una sustancia segura si es administrada correctamente y por un profesional.
Además de estar muy presente en el campo de la medicina estética, también ayuda a resolver otros problemas de salud, como por ejemplo la espasticidad infantil.
Veamos cómo la toxina botulínica tiene diversos usos y aplicaciones. Algunas de ellas son:
1. Corregir o suavizar arrugas
Principalmente, se utiliza en el rostro para corregir arrugas dinámicas o estáticas (de expresión). Las arrugas dinámicas son las que se originan por la propia actividad muscular, y las estáticas o de expresión son aquellas causadas por el envejecimiento natural de la piel.
Pero, exactamente, ¿dónde se aplica la toxina botulínica en el rostro? Principalmente se aplica en la mitad superior de la cara. Generalmente, las zonas más frecuentes de aplicación son dos: las patas de gallo y el entrecejo.
2. Problemas oftalmológicos
La toxina botulínica no solo se emplea para fines estéticos, sino que también se utiliza en patologías de tipo funcional. En el campo de la oftalmología, se utiliza para tratar exoftalmos, y blefaroespasmos.
2.1. Exoftalmo
Un exoftalmo es la proyección o salida del globo ocular hacia afuera; son los conocidos “ojos saltones”. Puede implicar un ojo o los dos, según la causa que lo ocasione.
2.2. Blefaroespasmos
Se trata de una contracción espasmódica del músculo que se encuentra alrededor de los ojos (músculo orbicular), involuntaria y repetitiva. Esta contracción provoca distonías, que son posturas y movimientos raros o anormales.
3. Espasticidad infantil
La toxina botulínica también permite tratar ciertas enfermedades neurológicas que cursan con una hiperactividad muscular, como por ejemplo la espasticidad infantil. Ésta aparece especialmente en la parálisis cerebral infantil, y consiste en un trastorno del movimiento, asociado al sistema nervioso, que hace que algunos músculos se tensen y se contraigan.
Aquí lo que hace la toxina botulínica es disminuir la hiperactividad y el tono muscular, permitiendo el crecimiento longitudinal del músculo, lo que ayuda a evitar las contracturas fijas propias de la espasticidad.
4. Estrabismo
El estrabismo es la desviación de la línea visual normal de uno de los ojos (o de los dos), haciendo que los ejes visuales no tengan la misma dirección (es lo que se conoce comúnmente como ser “bizco”).
La toxina botulínica también se puede aplicar al estrabismo. ¿Cómo actúa? Ejerciendo un efecto paralizante en las terminaciones nerviosas colinérgicas, que bloquean la salida de acetilcolina, haciendo que el músculo se relaje.
Efecto farmacológico
Pero, concretamente, ¿cómo y dónde actúa la toxina botulínica? A nivel farmacológico, lo que hace es actuar a nivel de la unión neuromuscular; en esta zona de transición o “unión” entre el músculo y el nervio periférico, se produce la liberación de acetilcolina.
La toxina botulínica bloquea la liberación de acetilcolina en la zona inyectada, traduciéndose en una parálisis de los músculos temporal.
El efecto que produce no conlleva ninguna lesión física en las estructuras nerviosas, por eso se dice que es una sustancia bastante segura.
Adicción al botox
Pero la toxina botulínica también tiene la “otra cara de la moneda”. Y es que, especialmente en el campo de la medicina estética, muchas personas se vuelven adictas a ella.
Las personas que presentan una adicción al botox se acaban enganchando a sus efectos, acudiendo de forma reiterada a la cirugía estética para evitar envejecer a toda costa. Es por ello que se debe ser prudente y tener en cuenta los posibles efectos perjudiciales de hacer un mal uso de ella, ya que, como todo, nada en exceso es bueno.
Así, aunque es cierto que la toxina botulínica en sí es una sustancia segura y poco invasiva, las adicciones siempre serán perjudiciales, y una adicción al botox muchas veces va ligado a algún otro trastorno psicológico, como por ejemplo la dismorfofobia o trastorno dismórfico corporal. Este es un trastorno somatomorfo caracterizado por la preocupación excesiva ante un defecto real o imaginado, percibido en alguna parte de cuerpo.
Referencias bibliográficas:
- IMO. Instituto de Microcirugía Ocular. (2018). Toxina botulínica.
- Moguel-Ancheita, S. (2000). Tratamiento del estrabismo con toxina botulínica. Revista mexicana de pediatría, 67(4): 166-171.
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