La sexualidad humana ha sido a lo largo de la historia un tema tabú para la sociedad, siendo socialmente censurada y reprimida su expresión.
La represión de la líbido y la ignorancia respecto al proceso y las diferentes fases de la respuesta sexual ha provocado la aparición y el no tratamiento de diversos problemas que han impedido el pleno disfrute del deseo y las relaciones libidinosas. Uno de estos problemas es el trastorno conocido como vaginismo.
Vaginismo: una disfunción sexual
El vaginismo es una disfunción sexual femenina, siendo este tipo de disfunción aquel grupo de trastornos producidos por una alteración de los procesos propios de la respuesta sexual humana o la presencia de sensaciones de dolor durante el acto.
Este tipo de trastornos puede ser adquirido a partir de un momento vital concreto o estar presente a lo largo de toda la vida, y sus causas pueden ser psicológicas o una combinación entre variables orgánicas y psíquicas. Además, pueden darse tanto a nivel general como ante la presencia de unas circunstancias concretas.
Síntomas principales
El principal síntoma de este trastorno es la presencia de contracciones involuntarias de manera persistente y recurrente en el tiempo en la musculatura vaginal, y en especial del músculo pubocoxígeo, que se contrae y cierra la entrada a ésta.
De éste modo la entrada a la vagina no resulta accesible, con lo que puede impedirse o simplemente dificultarse (pues lo que se impide es la penetración) la realización de prácticas sexuales. Además de en el mantenimiento de relaciones sexuales, el vaginismo puede afectar incluso a nivel médico, dificultándose en gran medida la exploración ginecológica.
La gravedad del cuadro de vaginismo puede ser muy variable, pudiendo desde ser una contracción leve que puede no provocar grandes dificultades hasta producir espasmos generalizados y hacer completamente imposible la inserción de ningún elemento dentro la vagina. Según el caso, incluso el pensamiento de introducir algún objeto o ser penetrada puede provocar la contracción muscular propia del vaginismo. El intento de penetración en este estado provoca un dolor profundo.
El hecho de sufrir vaginismo no implica que la mujer que lo padece no se excite o disfrute de la idea de tener relaciones, no siendo infrecuente que se en casos en que la mujer en cuestión tenga un nivel de excitación suficiente y estar disfrutando de la interacción sexual. Así, se impide la penetración, pero otras actividades de índole sexual siguen siendo viables.
El vaginismo tiende a ser crónico a menos que se trate, pudiendo con el tiempo puede llegar a causar verdadera aversión al sexo y a que la paciente rehuya la intimidad y la posibilidad de mantener relaciones.
Posibles causas del vaginismo
El vaginismo es una disfunción sexual que puede provenir de diferentes causas. En algunos casos puede derivarse de una condición médica, como por ejemplo ante infecciones, cirugía o en algunos casos incluso durante la menopausia.
Sin embargo, resulta mucho más frecuente que su origen sea debido a circunstancias psicológicas y psicosociales, estando generalmente vinculado a experiencias de miedo y culpabilidad.
1. Educación represiva
El hecho de haber recibido una educación rígida y restrictiva en lo referente a la sexualidad influye en que puedan aparecer ideas de culpabilidad, duda y miedo ante la realización del acto sexual, cosa que puede provocar la contracción de los músculos vaginales.
2. Experiencias traumáticas
No es infrecuente que mujeres con vaginismo hayan sufrido experiencias traumáticas severas vinculadas a la sexualidad. Personas que a lo largo de su infancia han sufrido abusos sexuales o visto como eran cometidos, personas provenientes de familias con situaciones de violencia de género o violencia intrafamiliar o mujeres que a lo largo de su vida han sufrido una violación tienen mayor probabilidad de sufrir disfunciones sexuales como el vaginismo debido al miedo, dolor y ansiedad vinculadas a la experiencia traumática y asociadas a la realización del acto sexual.
3. Ansiedad, culpabilidad y dudas
Al igual que ocurre con los trastornos de erección en el hombre, el miedo, culpa y ansiedad ante la posibilidad de no ser capaz de acometer el acto puede provocar que a nivel somático se produzcan los síntomas del vaginismo.
Tratamientos y posibles soluciones
El vaginismo puede ser tratado con una gran variedad de terapias. Algunas mujeres acuden a consulta con la idea de realizarse una cirugía, pero este método no presenta gran utilidad a menos que sus causas sean orgánicas, dado que no trata el problema en sí y sus causas subyacentes pudiendo incluso en algunos casos empeorar la situación.
En lugar de ello, se suelen emplear los siguientes tratamientos, generalmente de forma combinada.
1. Educación sexual
Teniendo en cuenta que en muchos de los casos de vaginismo las personas que lo sufren han vivido experiencias traumáticas o han tenido una educación muy represiva con la sexualidad femenina, la psicoeducación y explicación de los procesos considerados normales dentro de las relaciones sexuales es una herramienta útil a tener en cuenta y aplicar. La comprensión y explicación de su situación y de los tratamientos a aplicar también puede resultar un gran alivio para las mujeres con este problema.
2. Técnicas de exposición a estímulos
Uno de los problemas que provoca y mantiene el trastorno, al igual que en una gran mayoría del resto de disfunciones sexuales es la ansiedad, el miedo y la inseguridad que provoca la ocurrencia de un fenómeno temido, como en este caso es la penetración o la entrada de algo dentro de la vagina. La manera más eficaz de superar esta ansiedad es la exposición sistemática a la situación temida. Dicha exposición ha de hacerse de manera gradual, empleándose para ello técnicas como desensibilización sistemática. El objetivo es reconocer y superar el miedo paso a paso, hasta lograr que la realización del acto no resulte aversivo ni ansiógeno.
Como hemos dicho el proceso ha de ser gradual, pudiendo empezar por la propia autoobservación visual y continuando con la exploración táctil de la zona genital, posteriormente se puede proceder al uso de dilatadores, las manos del o de la cónyuge y así hasta llegar a la realización del acto sexual.
3. Entrenamiento muscular
Uno de los tratamientos más común en el vaginismo es la realización de técnicas de control de los músculos pélvicos, aprendiendo a contraerlos y relajarlos, aumentando el tono muscular y el control de la zona pélvica. De este modo además la paciente puede tener una mayor sensación de control y emprender la actividad sexual con mayor seguridad.
El entrenamiento del músculo pubocoxígeo en los ejercicios de Kegel suelen ser el procedimiento más común.
4. Uso de dilatadores vaginales
Otro mecanismo que permite hacer frente al vaginismo es el uso de dilatadores vaginales. El uso de estos instrumentos, aplicados de una forma graduada, permite ir disminuyendo el miedo y la ansiedad ante la penetración, a la vez que se fortalece la musculatura pélvica.
5. Involucrando a la pareja
El vaginismo es un trastorno que puede resultar una verdadera fuente de sufrimiento tanto psicológico como físico a quienes lo padecen, limitando la intimidad con la pareja y a la larga la autoestima y autoconcepto de la mujer. Es por ello que es necesario que la persona con quien se mantengan las relaciones, si se trata de una pareja establecida, sea consciente del problema y reciba algún tipo de asesoramiento de cómo afrontar la situación y ayudar a su ser querido.
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