La tensión para algunos usuarios de Twitter (ahora X) se empezó a notar con la llegada de Elon Musk y culminó con la nueva victoria de Donald Trump en Estados Unidos. La sensación de crispación y rabia en los debates predominantes en las redes sociales ha hecho que en los últimos meses millones de usuarios salten de esta red a otras, como Bluesky, buscando la calma o, por lo menos, un espacio de foro social menos tensado.
Parece evidente que las opiniones en las redes sociales se han polarizado, pero porqué se han vuelto las redes tan hostiles? ¿Es un reflejo de la sociedad o el odio se ha convertido en una pura estrategia política y de negocio?
“El pájaro está liberado”. Este fue el primer tuit de Elon Musk tras la compra de la red social el 27 de octubre del 2022. El mensaje marcaba el inicio de una nueva era para la plataforma y la polémica estaba servida. La compañía del pajarito pasaba a manos del multimillonario que dejaba claro su objetivo: redefinir la plataforma a su manera. Musk aseguró haber comprado la red social “por el bien de la humanidad y la democracia”. Sin embargo, hace solo unos días, el empresario invitaba a Alice Weidel, líder del partido ultra-derechista alemán AfD, a participar en un debate amistoso retransmitido por la red. La conversación abordó temas con un claro perfil como la política energética y las asociaciones neo-nazis vinculadas a su partido, una charla que la Comisión Europea ya ha advertido que podría ser incluso ilegal.
Esta invitación distaba mucho de lo que Twitter había llegado a ser en sus inicios: una herramienta de movilización social, más que de división. Hibai Arbide, periodista, abogado y activista explica que empezó a utilizar la red en julio del 2008 y recuerda cómo la plataforma jugó un papel crucial en movimientos como Syntagma, Tahrir, el 15M o Occupy Wall Street. “Tuvimos la percepción de que las redes no solo eran un medio de comunicación, sino un espacio habitable desde el que podíamos luchar por un mundo mejor”, relata.
Jordi Mir, profesor de filosofía moral y política en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona explica que aunque hubo un momento en que las redes sociales se veían como lugares de reivindicación democrática, ahora “han evolucionado hacia espacios donde se libra una batalla por imponer opiniones dominantes”. Según Mir, la plataforma no es simplemente un lugar de conversación, sino un terreno de lucha simbólica. “Existe la percepción de que si eres capaz de ganar la opinión dominante en Twitter, ahora X, eres capaz de ganar la opinión dominante en la sociedad”.
Elon Musk, considerado el hombre más rico del mundo según la lista Forbes, pagó 44.000 millones de dólares para hacerse con la compañía. Apenas tres meses después, despidió al 80% de la plantilla -el magnate declaró en una entrevista con la BBC que redujo su personal de aproximadamente 7.500 empleados a 1.500- y restauró cuentas que habían sido prohibidas por promover discursos de odio o desinformación. Los cambios no se quedaron ahí. Musk implantó la suscripción de pago y modificó el algoritmo.
"Ahora X fomenta publicaciones polémicas porque generan más interacción y, por consecuencia, mayores ingresos publicitarios", explica Albert Cuesta, periodista, analista y traductor de tecnología. Arbide añade que, de este modo, las cuentas de pago han ocupado un espacio central en la conversación generalmente con “contenido no muy fiable y muy a menudo copiado -comenta- amplificando discursos sexistas y xenófobos”, hecho que según el periodista y abogado ha convertido X “en un espacio inhabitable” para muchas personas.
La fuga hacia un «refugio» dispara a Bluesky
La reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos el noviembre pasado provocó que más de un millón de estadounidenses se unieran, casi de golpe, a Bluesky, según los datos de esta misma plataforma. En total, la red ha crecido en más de 13 millones de nuevos usuarios solo en los últimos meses de 2024 y actualmente ya cuenta con más de 27 millones de usuarios registrados.
“El motivo es la percepción de que X es una plataforma crispada y radicalizada. Y en Bluesky esto todavía pasa”, señala Cuesta, que destaca que el algoritmo de esta segunda plataforma no utiliza “de momento” algoritmos que fomenten más unos mensajes que otros. Para Mir, Musk compró la red con una clara intención de cambiarla y eso explica que muchas personas hayan buscado una alternativa. Medios como The Guardian ya han descrito a Bluesky como un “refugio”.
Arbide, con miles de seguidores, es uno de los muchos usuarios que optó por el cambio. “En Bluesky No hay bots intentando monetizar, y los seguidores tienen acceso completo al contenido, algo que no ocurre en X sin pagar el tick azul".
Como él, numerosos e influentes cargos políticos y personalidades hicieron lo mismo. Es el caso de la congresista demócrata de EEUU Alexandria Ocasio-Cortez, que aseguró haber sufrido acoso; el alcalde de Londres, Sadiq Khan, que mantiene su perfil pero ha denunciado amenazas o artistas e intelectuales como Elton John o Stephen King: “La atmósfera se ha vuelto demasiado tóxica”, escribió el genio del terror a sus casi 8 millones de seguidores, antes de marcharse a Instagram.
El fenómeno hater se ha hecho tan evidente que la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), en España, ha lanzado una herramienta para analizar y objetivar las expresiones de odio en medios informativos digitales en los discursos hispanohablantes. El proyecto Hatemedia consta con una base de datos -la más amplia hasta la fecha- con 7.200 términos asociados al odio y un monitor que clasifica estos mensajes con un 90% de precisión.
Según Julio Montero, codirector del proyecto, más de la mitad de los mensajes analizados contienen algún tipo de odio, siendo X la red social con mayor incidencia. “Hasta ahora los modelos de detección estaban centrados en identificar si existe o no odio, pero no entraban a analizar los tipos de odio específicos contra determinados colectivos vulnerables ni tampoco la intensidad, como sí hace el monitor de Hatemedia”, explica Montero.
El estudio también revela que el 35% de los mensajes hostiles tienen un carácter político o ideológico, un 30% son de odio generalizado, un odio indefinido que apunta a todo y a nada en especial. Otro 35% abarca cuestiones sexuales, misóginas y xenófobas.
El perfil del hater
"Analizando a los haters, nos hemos dado cuenta de que hay granjas de odiadores que cobran por entrar en discusiones y generar comentarios negativos", explica Montero. “Estas dinámicas activan frustraciones y los mensajes suelen ser puramente reactivos, sin argumentos, utilizando el insulto como respuesta argumentativa”, detalla. Para el psicólogo clínico Juan Carlos Arancibia “el hater no es feliz, vive pendiente de aquello que odia, muestra actitudes poco asertivas y empáticas”. Montero va más allá y subraya que las sociedades estan aceptando actitudes hostiles también fuera de las redes: “Estamos aceptando la exclusión del otro y colocando el nivel de tolerancia cada vez más bajo", apunta.
Diversos estudios ya alertan del impacto que esto puede tener en la salud mental. Un informe del Centro de Salud Cuantitativa del Hospital General de Massachusetts (2024) descubrió que el uso frecuente de plataformas de foro social, como X Facebook o TikTok, incrementan los niveles de irritabilidad en quienes publican varias veces al día. Aunque la investigación no establece una relación causal, sí evidencia que el 16,2% de los usuarios más activos experimentan mayor enojo, especialmente los de X y TikTok.
En esta misma línea, Save the Children desgrana en un estudio sobre adolescentes españoles (2024) que el 60% de los jóvenes accede a la información principalmente a través de redes sociales, pero muchos tienen dificultades para identificar noticias falsas, lo que facilita la propagación de discursos de odio. “El adolescente tiene más tendencia a buscar la aceptación social de un grupo que le apruebe. Por eso, el anonimato en el que se basan muchos discursos de odio suele ser el caldo de cultivo de conflictos”, añade el psicólogo Juan Carlos Arancibia. UNICEF también ha lanzado ya guías para que los padres puedan abordar esta cuestión y proteger la salud mental de sus hijos. La polémica ha llegado incluso a la ONU, que señala que este fenómeno puede incluso poner en peligro la paz y la cohesión social.
Las posibles soluciones : regulación y cultura
Los expertos consultados por Psicología y Mente coinciden en el hecho que la solución pasa por la regulación y la formación. “La IA por sí sola no sirve. Abogo por una formación mínima en redes y fomentar la cultura de la racionalidad”, sentencia Montero. “Manifiesto un deseo -añade el experto en tecnología Albert Cuesta-, que los ciudadanos aprovechen la ocasión para recuperar el control de su presencia digital, mediante un retorno a los blogs o bien adoptando plataformas sociales abiertas y descentralizadas cómo Mastodon. Y a continuación resume: “Spoiler: esto no pasará», concluye.