Durante años se ha pensado que al llegar a la mediana edad las personas atraviesan una especie de crisis existencial en la que se cuestionan aspectos de su identidad, sienten niveles altos de estrés, les agobia la monotonía e incluso, en algunos casos, pueden llegar a la depresión.
De hecho, la ciencia demostró en repetidas ocasiones que este patrón —conocido comúnmente como “la crisis de los 40”— se producía realmente y que en la mediana edad había un descenso de satisfacción con la vida que en la vejez remontaba.
Sin embargo, estudios recientes señalan que esta realidad está cambiando y que la etapa vital más triste ya no es la mediana edad, sino que es la juventud. ¿Qué ha producido este cambio? A lo largo de este artículo exponemos los resultados del estudio para dar respuesta a esta pregunta.
El “bache de la felicidad” y la “crisis de los 40”
Profesionales de diferentes ámbitos observaron durante décadas que el bienestar subjetivo expresado por las personas seguía, de forma persistente, un patrón en forma de U. Es decir, en la juventud las personas tendían a sentirse satisfechas, pero en la mediana edad se producía un pico de malestar emocional que remitía de nuevo con el paso del tiempo.
El hecho de que entre los 40 y los 50 años se produjera este pico de malestar emocional tan pronunciado se producía de forma tan consistente que llegó a constatarse en estudios y a considerarse un patrón universal dentro del ciclo vital y el desarrollo humano. La explicación más habitual para este hecho era que en este momento vital era cuando las personas cargaban con mayores presiones y responsabilidades.
Los datos que se han recopilado en las últimas décadas señalaban que este patrón se producía a nivel mundial. Hasta ahora, se había observado que desde la infancia hasta la mediana edad el bienestar subjetivo iba disminuyendo y que a partir de este punto, de cara a la vejez, se recuperaba. Paralelamente se encontró que los niveles de malestar e infelicidad iban aumentando.
Un cambio histórico en la salud mental
Recientemente ha sido publicado un nuevo estudio en la revista PLOS One en el que se ha observado un cambio considerable en la tendencia existente hasta el momento. Los investigadores señalan que el pico de malestar emocional ya no está en la mediana edad, sino que ahora se encuentra en la juventud.
Para obtener estos resultados, el equipo de científicos analizó datos de diferentes momentos temporales. Por un lado se analizaron datos de adultos estadounidenses, mediante encuestas nacionales de salud, correspondientes al intervalo de tiempo entre 1993 y 2024. Por otro lado, también obtuvieron datos de unas 40 000 personas de Reino Unido entre los años 2009 y 2023.
Por último, analizaron datos de casi 2 millones de personas de 44 países diferentes, que pertenecen a un estudio de salud mental conocido como Global Minds. La información empleada para el estudio corresponde a los años comprendidos entre 2020 y 2025.
Los resultados fueron sorprendentes: en todos los casos la juventud era la población que cargaba con más malestar emocional y psicológico. El hecho de que la juventud esté peor que nunca supone que las personas tienen que hacer frente a momentos de profundas crisis psicológicas precisamente en los momentos en los que deben invertir energía en construir sus proyectos de vida.
Además, es importante tener en cuenta que estos resultados no hablan de un descenso del malestar en la mediana edad, sino que hablan de un empeoramiento grave de la salud mental y emocional de la juventud. En otras palabras, la “U” que anteriormente se veía en los gráficos, ahora se desdibuja porque la juventud refiere niveles de malestar mayores que los de la mediana edad.
¿Por qué están peor los jóvenes?
Aunque el estudio no se centra específicamente en buscar las causas de estos cambios, los investigadores sí exploran diferentes hipótesis que podrían ayudar a explicar los motivos que producen este fenómeno.
A nivel social, se destaca que las grandes dificultades económicas que se han vivido a nivel mundial en forma de profundas crisis han tenido un fuerte impacto también en el acceso al mundo laboral que perduran en la actualidad. Además, dichas crisis supusieron el estancamiento de los salarios afectando los ingresos en los hogares.
Por otro lado, el aumento del uso de la tecnología y las redes sociales coincide de lleno con el incremento del malestar subjetivo a nivel emocional y psicológico. Las comparaciones sociales y la exposición constante a vidas idealizadas y poco realistas son algunos de los factores que generan malestar y problemáticas emocionales.
Si a todo esto le sumamos el recorte en los servicios sanitarios y la falta de asistencia de calidad en los servicios de salud mental, el panorama se complica para los jóvenes. Debido a la falta de recursos las listas de espera se alargan y las personas no reciben el tratamiento necesario.
Por último, los investigadores mencionan que la pandemia que sufrimos a nivel mundial por el COCID-19 es un factor que parece haber empeorado la salud mental de los jóvenes. Aunque el malestar pueda haberse pronunciado al iniciar la pandemia, no podemos olvidar que los datos muestran que esta situación empezó mucho antes.
¿Qué implicaciones tienen estos resultados a nivel social?
Tal y como indican los investigadores en su publicación, estos datos son realmente importantes puesto que tienen un impacto a nivel social que no puede menospreciarse o minimizarse. El porcentaje de adolescentes y jóvenes estadounidenses que consume antidepresivos ha aumentado significativamente en los últimos años —incluso antes de la pandemia—.
La salud mental está estrechamente relacionada con la salud física. Por ejemplo, problemáticas como la ansiedad y la depresión interfieren en la recuperación física de las personas y pueden llegar incluso a empeorar su estado general de salud.
El declive de la salud mental entre jóvenes ha supuesto un incremento de ingresos hospitalarios en jóvenes. Además, el deterioro de la salud mental está vinculado con el incremento de las tasas de suicido, especialmente entre la población joven.
Por si todo esto fuera poco, la falta de salud mental también está relacionada con el ausentismo escolar y las dificultades académicas. Como consecuencia, el mundo laboral también se ve afectado.


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