Eliana (nombre ficticio) siente como si la hubieran aplastado con un peso invisible. Está cansada, y ese cansancio no es solo físico, también lo lleva en la cabeza y en el corazón.
En el último mes ha acompañado a su amiga en una ruptura dolorosa, ha escuchado la crisis laboral de su hermana y, además, cuida de su papá enfermo. Todo esto mientras intenta sostener su propia vida, aunque siente que cada vez se desarma más.
Nada de esto es algo nuevo, porque pareciera que siempre hay una situación que la deja drenada. Ella valora mucho su empatía, pero también sabe que a veces le juega en contra.
Entonces, ¿qué hacer cuando cuidar de los demás te deja sin energía?
Qué significa vivir con fatiga por empatía
En palabras simples, la fatiga por empatía es ese agotamiento que aparece cuando pasas demasiado tiempo absorbiendo los problemas de otras personas. Esto le puede pasar a cualquiera: madres, padres, amigos, parejas, maestros, personas que trabajan en salud o simplemente quienes siempre son el hombro donde otros lloran.
Al principio sientes que ayudas, pero con el tiempo tu energía se va al piso, te cuesta conectar y hasta reaccionas de manera cortante cuando otros te buscan para desahogarse o cuando tienes que cuidar de los demás por alguna razón.
Y no, no es que dejes de querer, sino que tu mente activa un “apagado” para protegerse.
¿Por qué se genera este desgaste?
Como puedes imaginar, esto no surge de la nada. Hay varias razones que lo alimentan:
- Estar siempre rodeado de dolor o tensión, en casa, en el trabajo o incluso en lo que ves en las noticias.
- No poner límites y sentir que nunca puedes decir que no.
- Exigirte demasiado y pensar que siempre tienes que estar disponible.
- Viejas heridas personales, que se reactivan cuando escuchas los problemas de otros. La suma de todo esto termina explotando y generando efectos negativos tanto en la mente como en el cuerpo.
Cómo se refleja la fatiga por empatía en la vida diaria
La fatiga por empatía se nota en la forma en que sientes y en cómo responde tu cuerpo. Por ejemplo, aunque no hay una regla general, es posible que esto pase:
- Te irritas con facilidad o cambias de ánimo de un momento a otro.
- Te cuesta enfocarte y hasta lo más simple parece pesadísimo.
- Sientes que tanto pensar o sentir te paraliza y no sabes qué hacer con todo eso.
- Dolores de cabeza, tensión en los músculos y sueño interrumpido.
- Esa sensación de vacío o de estar apagado o apagada emocionalmente.
- Ganas de aislarte, porque hablar con alguien se siente como un esfuerzo enorme. Especialmente de esas personas que demandan tu energía.
Si esta situación no se atiende, puede afectar las relaciones más importantes y, además, desgastar la salud.
El lugar del autocuidado
Cuando todo gira en torno a sostener a los demás, lo primero que se descuida es uno mismo, por eso el autocuidado tan importante. Pero, ojo, cuidarte no significa actuar con frialdad o egoísmo, significa entender que si tu energía se acaba, tampoco puedes ser apoyo real para otros.
El autocuidado implica reconocer que tu bienestar también necesita atención: descansar sin sentir culpa, poner límites claros, alimentarte bien, moverte, pedir ayuda cuando sea necesario y darte momentos de silencio. Esta es una forma de mantener tu mente y tu cuerpo en equilibrio.
Reservar un espacio propio es lo que mantiene viva tu empatía y te permite seguir acompañando sin perderte en el camino.
Ideas prácticas para recuperar la energía
Si lo que has leído hasta ahora tienen sentido para ti o sientes que te reflejas en esta situación, aquí te dejamos algunas ideas para hacerle frente:
1. Reconoce lo que te pasa
Ponerle nombre ya quita peso. Saber que existe algo llamado “fatiga por empatía” hace que entiendas que es una reacción natural ante esa acción de involucrarte demasiado con el cuidado de otros y olvidar tu propio bienestar.
2. Empieza a decir “no” sin sentirte mal
Sabiendo que es posible que te estés dejando a un lado, es momento de empezar a practicar los límites. No puedes estar en todo, por lo que decir que no libera presión y abre espacio para tus propias necesidades.
3. Baja el consumo de noticias
No siempre se trata de una situación o una persona que te rodea, a veces la fatiga por empatía puede empezarse a sentir al involucrarse con los problemas del mundo de forma desmedida. La sobreexposición a desgracias y conflictos te desgasta aunque no lo notes, así que elige cuándo y cuánto informarte.
4. Date permiso para sentir lo tuyo
No todo es escuchar a otros. Dedica momentos para revisar cómo estás tú: escribir, hablarlo con alguien o incluso buscar apoyo profesional si lo sientes necesario.
5. Calma tu cuerpo con técnicas sencillas
Tu sistema nervioso también pide descanso. Respira profundo, haz estiramientos, camina, medita o prueba ejercicios como el STOP: detenerte, observar tu cuerpo, abrir el corazón y pausar.
6. Vuelve a lo que disfrutas
Retomar un hobby o actividad que te dé alegría recarga más de lo que parece. No lo veas como un lujo o como algo que harás solo con el tiempo que te sobra; empieza a considerarlo como una necesidad.
7. Practica el desapego compasivo
Acompaña sin absorber. Pregúntate si lo que sientes es tuyo o es del otro. Ese filtro te ayuda a estar presente sin quedarte sin energía.
8. Equilibra la forma de conectar
Habla con personas de confianza, pero no dejes que todas las conversaciones giren en torno a problemas. También necesitas espacios de risa y temas livianos.
9. Respeta tu descanso
Dormir de verdad importa. Fíjate en tu rutina nocturna: horarios estables, menos pantallas y un ambiente que invite al descanso.

Avance Psicólogos
Avance Psicólogos
Centro de Psicología en Madrid
¿Qué puedes llevarte de todo esto?
Queremos que tengas en cuenta que la empatía es un recurso hermoso, pero que no puede sostenerse si vives en un constante agotamiento.
En realidad, la fatiga por empatía aparece como un recordatorio de que tu energía también importa. Escuchar esa señal es un regalo.
Cuando tú estás en equilibrio, tu manera de acompañar a otros es más genuina y sana. No lo olvides.


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