El lenguaje gestual y corporal es parte de nuestra herencia recibida a través de nuestros antepasados, y por ende también es parte de nuestro subconciente.
Nuestros movimientos musculares hablan por nosotros de forma independiente a la expresión verbal. Si bien es cierto que los gestos y movimientos suelen acompañar a nuestras palabras, en el momento en que el consciente decide mentir esta paridad se disuelve, pues nuestro yo más profundo es incapaz de dar falsas señales, a no ser que esté, además de dando una información falsa, creyéndola cierta.
Desde su nacimiento hasta los tres años, el niño se expresa casi en su totalidad mediante movimientos y gestos en parte innatos y en parte aprendidos por imitación. Con su avance en la capacidad de hablar, la gestualización pasa a un segundo plano; es en este momento cuando el niño adquiere también la capacidad de mentir, como parte de su desarrollo a partir de la imaginación, todo lo cual le conduce a la construcción del juego que le servirá como entrenamiento ante la vida real.
Sin embargo, el lenguaje corporal fue aprendido previamente a la mentira, por lo que los gestos estarán siempre asociados al subconsciente y a la verdad.
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La importancia de mejorar el lenguaje gestual y corporal
Entre un 60 y un 70% de nuestra comunicación se realiza a través del lenguaje corporal: gestos, apariencia, postura, mirada y expresión. Incluso a nivel inconsciente, captamos toda esta información y la transformamos en significado, razón por la cual algunas personas nos parecen más o menos dignas de confianza, en función a la cantidad de incongruencias que hayamos detectado durante la conversación.
No necesariamente captamos toda la información, depende de la atención que estemos prestando. Si conocemos además los mecanismos del lenguaje gestual, podemos interpretarlo a nivel consciente los mensajes como si de un idioma se tratase. Obvia decir que funciona en ambas direcciones, y, si aprendemos a interpretarlos, podemos también aprender a transmitir nuestros pensamientos a través de los gestos de todo nuestro cuerpo, potenciando así la calidad del mensaje emitido y asegurándonos una mayor empatía por parte del receptor.
Estudiar nuestra expresión corporal nos permite observar nuestro aparato psicomotriz y borrar la expresión habitual, en gran medida reglada e incluso autoimpuesta, y nos permite encontrar un lenguaje propio para la comunicación con los demás.
Potenciar la libre expresión del cuerpo nos ayuda, además, a optimizar la inteligencia computacional. Desde los primeros contactos con su madre, el niño, a falta de palabras y símbolos en que apoyarse, imprime sus sensaciones físicas y emocionales en la memoria corporal, que registra y conserva toda esta información en el motor motriz del subconsciente. Mediante la expresión corporal podemos acceder a esta memoria, reconociendo los registros para neutralizarlos y evitar así movimientos automáticos que pueden dar una información errónea e inadecuada en determinadas situaciones.
Potenciando el lenguaje gestual
¿Cómo lo hacemos? Lo idóneo, sin duda, sobre todo por el componente lúdico, es acudir para ello a talleres de clown, teatro, danza… sin embargo, con la ayuda de un simple espejo podemos realizarlo sin dificultad en nuestra casa siguiendo estas simples pautas:
1. Controlando nuestros gestos
El gesto es el movimiento corporal propio de las articulaciones, principalmente de los movimientos corporales realizados con las manos, brazos y cabeza. Antes de movernos, visualizaremos el movimiento con los ojos cerrados y decidiremos si es o no el adecuado para lo que deseamos expresar.
2. Relacionándonos con los objetos
Un tenedor o un bolígrafo pueden tomarse de muchas maneras diferentes… observémonos, ensayemos el movimiento, convirtamos en nuestros los objetos.
3. Aprendiendo a relacionarnos con otros cuerpos
Reaccionar de forma controlada y consciente a lo que nos provocan el resto de expresiones a nuestro alrededor resulta muy útil en este sentido.
4. Relacionándonos con el espacio
Consiste en observar las dimensiones del espacio, los sonidos que hay a nuestro alrededor, los aromas, las sensaciones que nos produce el entorno. Esto hará que nos desplacemos por él con mayor seguridad.
5. Aprendiendo a respirar
Realizamos ejercicios de respiración de forma regular hasta que logramos adaptar de modo natural su ritmo al que requiera nuestro cuerpo; de este modo lograrás moverte de forma orgánica e integrada en el entorno.
Ejercitar la expresión libre nos otorga la consciencia de que tenemos una herramienta única y sumamente útil para la comunicación: nuestro cuerpo.