Vuelve el invierno, vuelven los virus y reaparecen viejos temores. La aparición reciente del metapneumovirus humano (o HMPV) han generado preocupación en varios países, especialmente tras el aumento de casos en China y otros países como Estados Unidos y México. Y aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha asegurado que las infecciones por este virus están “dentro del rango esperado” y no constituyen una razón de alarma, la memoria social y el daño emocional que generó la pandemia por el COVID-19 sigue viva, justo cuando se cumplen cinco años desde su inicio.
“El aumento de casos de enfermedades respiratorias, como el HMPV, puede despertar un miedo similar al vivido durante la pandemia de COVID-19. Aunque la situación actual es distinta, el temor persiste y afecta la calidad de vida de muchas personas”, explica a Psicología y Mente Arantxa Duque, doctora en neurociencias, directora del grado en psicología y miembro del grupo de investigación Psicología y Calidad de Vida de la Universidad Internacional de Valencia.
Pero ¿que es exactamente el HMPV? “Se trata de un virus respiratorio similar al de la gripe”, cuenta Ángela Domínguez, coordinadora del grupo de trabajo de vacunación de la Sociedad Española de Epidemiología. Aunque fue identificado científicamente en 2001, “ya existía al menos hace 50 años, pero ahora tenemos más medios para identificar distintos virus”. Dominguez argumenta que, probablemente, antes se clasificaba dentro de los virus respiratorios o gripes estacionales.
Los síntomas también son similares a los de otras infecciones respiratorias comunes: tos, fiebre, congestión nasal y dificultad para respirar. “En personas con enfermedades respiratorias preexistentes, como los asmáticos, puede desencadenar complicaciones, pero en general, los síntomas son comparables a los de la gripe”, detalla la doctora.
El miedo persistente al contagio, un tipo de fobia
Las explicaciones pueden tranquilizar a unos, pero despertar serias dudas en otros. «Es exactamente lo mismo que se decía al principio del covid: que era un virus de una familia ya conocida y que era como una gripe, un poco más fuerte, y mira como terminamos», desconfía Albert, un padre de familia que sufre de trastorno de ansiedad por enfermedad.
Como a él, la pandemia marcó un antes y un después en la percepción del riesgo de infecciones para muchas personas. El contexto dio, incluso, lugar a un fenómeno conocido como coronafobia: un miedo “prolongado” a contraer este virus, cuenta Duque. “Puede manifestarse en síntomas como ansiedad, ataques de pánico, obsesión por la higiene y conductas de aislamiento”, detalla. “Una fobia se caracteriza por un temor fuerte e irracional hacia algo que representa poco o ningún peligro real”, cuenta esta neurocientífica, que apunta que esta sensación puede intensificar-se con los brotes virales i la incertidumbre que generan.
A diferencia de la crisis sanitaria global por el COVID-19, el impacto del HMPV ha sido significativamente más limitado. “El impacto psicológico de cualquier brote depende en gran medida de su magnitud. En el caso del HMPV, afecta principalmente a grupos específicos y la sociedad cuenta con mejores herramientas y protocolos para manejar la situación sin caer en pánico”, asegura Duque.
Para manejar el miedo asociado a estos brotes virales propone apuntar alto. A nivel colectivo la experta “pediría a las instituciones claridad y honestidad en sus mensajes" y, de manera individual, “es crucial limitar la exposición a noticias alarmistas y centrarse en fuentes confiables de información”. Además, aconseja también practicar la “higiene mental”, es decir, técnicas de relajación, como la meditación y la respiración profunda, que sirvan como entreno para futuras situaciones de ansiedad. Y recuerda: “Si los síntomas de ansiedad o miedo se vuelven incontrolables, es importante buscar apoyo profesional”.
Cabe recordar que un estudio internacional, publicado durante la pandemia en la prestigiosa revista The Lancet, aseguró que los casos de trastornos emocionales, como la ansiedad y la depresión, aumentaron un 28% y un 26% respectivamente durante la crisis del COVID-19. En términos absolutos, esto significó 53 millones de trastornos depresivos y 76 millones de diagnósticos de ansiedad adicionales en 2020, en comparación con los niveles esperados. Los países más afectados por el virus también presentaron una mayor carga de enfermedad mental.
Según la OMS, 15% de la población llega a sufrir a lo largo de su vida algún trastorno de ansiedad, “Nos puede afectar a todos, una persona con antecedentes o vulnerable está más expuesto pero también se puede dar en alguien que no cuente con factores de riesgo previos pero se encuentre en situación de poca red social”. Por eso, concluye Duque, es importante fomentar la solidaridad social y evitar la estigmatización.


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