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Por qué buena parte de quienes difunden teorías conspirativas no creen en ellas

Aunque parezca una paradoja, algunos de quienes difunden teorías de la conspiración no se las creen.

Por qué buena parte de quienes difunden teorías conspirativas no creen en ellas

Las teorías conspirativas han encontrado un terreno fértil en Internet, expandiéndose a través de las redes sociales y llegando a millones de personas. Aunque la mayoría de los estudios se han centrado en comprender por qué ciertos individuos creen más que otros en estas teorías, investigaciones recientes han revelado que muchos de quienes las comparten ni siquiera creen en ellas.

Estos “conspiracionistas oportunistas” difunden teorías falsas por diversas razones que van desde la búsqueda de atención hasta la intención de provocar caos, ganar dinero o influir en la opinión pública. Algunos actúan para radicalizar a otros o para manipular el debate social, mientras que otros simplemente buscan entretenerse o ganar popularidad.

Esta propagación deliberada de desinformación no es inofensiva; contribuye a aumentar la desconfianza y a debilitar la cohesión social, afectando a personas y comunidades. En este artículo, exploraremos los distintos tipos de conspiracionistas y las consecuencias sociales que pueden tener sus acciones.

Tipos de difusores de teorías conspirativas

Para comprender en profundidad el peligro de las teorías conspirativas y de difundirlas cuando ni siquiera se las cree, pasemos a ver algunas de las características principales de aquellas personas encargadas de difundir este tipo de falsos contenidos. Esta es la clasificación de quienes difunden teorías conspirativas según la investigadora H. Colleen Sinclair, e incluye a las personas que dan alas a ideas que saben que son mentira:

1. Conspiracionistas persuasivos: los extremistas

Algunos de los más activos en la difusión de teorías conspirativas son los extremistas, quienes las utilizan estratégicamente para atraer a nuevos seguidores y potencialmente radicalizarlos. Estos “conspiracionistas persuasivos” ven en las teorías conspirativas una herramienta poderosa para captar la atención y abrir una “puerta de entrada” a sus ideologías. Con frecuencia, emplean teorías de alto impacto, a veces sobre eventos actuales, para sembrar la duda, generar miedo o incluso fomentar la desconfianza en instituciones y figuras representativas oficiales.

Por ejemplo, ciertos grupos extremistas utilizan lo que se conoce como “conspiraciones de entrada” o “gateway conspiracies”. Este tipo de teorías se plantean como ideas relativamente inocentes o creíbles, que pueden abrir un espacio de conversación inicial con alguien y, gradualmente, llevarlo a aceptar ideas más extremas. El mecanismo es simple pero efectivo: si una persona comienza a cuestionar una información oficial, podría estar más dispuesta a escuchar otras teorías que, progresivamente se vuelven más radicales y menos creíbles.

La manipulación de las teorías conspirativas se ha convertido, en estos casos, en una táctica de reclutamiento para los extremistas. Al captar la atención de personas vulnerables o inconformes, estos grupos logran que algunas personas terminen involucrándose en sus comunidades, convencidas de que existe una causa común o una amenaza mayor. Para los conspiracionistas persuasivos, las teorías conspirativas no son un fin en sí mismo, sino un medio eficaz para atraer seguidores y potencialmente, para convertirlos en agentes activos de sus casas.

2. Conspiracionistas combativos: los desinformantes

Los conspiracionistas combativos son aquellos que difunden teorías conspirativas con un objetivo deliberado de desinformación y conflicto social. Muchas veces, estos individuos o grupos están respaldados por gobiernos o entidades que buscan debilitar la cohesión en otras naciones y manipular la opinión pública. La estrategia de desinformación más conocida es la de “falsedades en casada” o “fire hose of falsehoods”, en la que se difunden mentiras de manera masiva y continua, sin que necesariamente todas se sostengan en pruebas sólidas. Este método busca que, entre tantas mentiras, algunas resuenen en el público y siembren dudas o tensiones.

Un ejemplo clásico es la campaña de desinformación de la Unión Soviética en los años 80, que difundió la teoría de que el virus del SIDA había sido fabricado por el gobierno estadounidense. Aunque después se demostró que se trataba de una estrategia para desprestigiar a Estados Unidos, la teoría ganó tracción en la opinión pública y fomentó desconfianza hacia las instituciones científicas y políticas.

De forma similar, en la actualidad, gobiernos como los de Rusia y China han sido acusados de usar teorías conspirativas para influir en temas de política internacional, como el origen del COVID-19 o la interferencia de elecciones extranjeras.

Este tipo de conspiracionistas, a diferencia de aquellos que creen en las teorías que difunden, saben que están mintiendo. Su propósito no es descubrir “verdades ocultas”, sino manipular la información para dividir, polarizar y debilitar a sociedades enteras, aumentando la inestabilidad y el conflicto social en beneficio propio.

3. Conspiracionistas caóticos: los trolls

Los conspiracionistas del caos son aquellos que difunden teorías conspirativas principalmente para provocar reacciones y desatar conflictos en el espacio digital. Estos individuos, a menudo conocidos como trolls, no están necesariamente interesados en la veracidad de las teorías que comparten; más bien, buscan la agitación y el caos. Su motivación suele basarse en lo que los psicólogos llaman “necesidad de caos”, como la búsqueda de atención negativa o el placer de desestabilizar a otros.

Los trolls suelen compartir contenido falso o distorsionado con el propósito de manipular la conversación pública, desencadenar enfrentamientos en redes sociales, y a veces, hasta perjudicar a individuos específicos.

Un ejemplo de esto fue, cuando tras el intento de asesinato de Donald Trump, surgió una teoría conspirativa falsa que implicaba como sospechoso a un bloguero deportivo italiano. A través de esta acusación, el troll buscaba acosar y crear controversia alrededor de una noticia ya de por sí controvertida.

Este tipo de conspiracionistas es particularmente peligroso porque actúa de manera indiscriminada y sin un objetivo político o económico claro. Su único propósito es causar conflicto, y en este proceso, contribuyen a la difusión de desinformación y a la polarización de la sociedad.

4. Conspiracionistas comerciales: los buscadores de lucro

Los conspiracionistas comerciales son aquellos que difunden teorías conspirativas con fines de lucro, aprovechando la popularidad de ciertos temas para ganar dinero, influencia o reconocimiento. Este tipo de conspiracionistas puede utilizar temas sensibles y atraer a audiencias vulnerables a sus mensajes, con la intención de promocionar productos, servicios o ideología. Muchas veces, quienes propagan estas teorías tienen un interés económico directo en perpetuar la desinformación que difunden.

Un claro ejemplo es el de algunos promotores de teorías antivacunas, que venden suplementos “naturales” o terapias alternativas presentándolas como la única solución segura frente a las vacunas. Se ha encontrado que la mayoría de los difusores de estas teorías en redes sociales estaban vinculados a negocios que generaban ingresos a partir de esta retórica.

Además del beneficio financiero, estas personas también buscan reconocimiento, seguidores y poder de influencia. Incluso plataformas de redes sociales tienen una actitud ambivalente ante estas teorías, ya que generan altos niveles de interacción. Este tipo de conspiraciones ven en la desinformación una oportunidad rentable para su propio beneficio.

5. Conspiracionistas comunes: los que buscan atención

Los conspiracionistas comunes son personas que, sin necesariamente creer del todo en las teorías que comparten, buscan llamar la atención o participar en temas de conversación populares. Este tipo de usuario suele compartir teorías con mensajes como “¿será cierto?” o “parece tener algo de verdad”, lo que indica que ni ellos mismos están convencidos de la veracidad de la información. Aun así, eligen difundirla para integrarse en debates actuales o captar la atención de sus contactos en redes sociales.

En muchos casos, estas personas ni siquiera leen más allá del titular antes de compartir una publicación, lo que revela que su principal motivación es estar al tanto de temas de tendencia, atraer “me gusta” o “compartidos”, o simplemente ser parte de una conversación sin verificar la información. Algunos incluso admiten que comparten teorías “por si acaso” fueran ciertas, una postura que da pie a la propagación de rumores y desinformación.

Consecuencias de compartir teorías sin creer en ellas

La difusión de teorías conspirativas, aunque muchas veces comienza como una estrategia de manipulación o entrenamiento, tiene efectos reales y perjudiciales en la sociedad. Al compartir contenido falso, los conspiracionistas - tanto los sinceros como los oportunistas - ayudan a erosionar la confianza pública en instituciones clave como los sistemas de salud, los medios de comunicación y los gobiernos. Esto afecta directamente la cohesión social, promoviendo la desconfianza y el escepticismo en momentos donde la colaboración y la información verificada son esenciales, como en situaciones de crisis sanitaria o emergencias.

Además, la constante exposición a teorías conspirativas influye en el bienestar psicológico de las personas, generan estados de ansiedad, miedo e incertidumbre. Las investigaciones muestran que quieren creen en estas teorías tienen mayor riesgo de experimentar angustia emocional y aislamiento social, ya que la desconfianza generalizada tiende a alejarles de sus seres queridos y a deteriorar sus relaciones personales.

Por otro lado, la desinformación también puede incitar a la violencia y la radicalización. Las teorías conspirativas actúan como “puertas de entrada” hacia ideologías extremistas, motivando acciones peligrosas. Un ejemplo reciente es el asalto al Capitolio en EEUU en 2021, donde muchas personas se movilizaron basadas en la falsa creencia de fraude electoral.

Precaución ante todo

Concluyendo, la difusión de teorías conspirativas por parte de personas que no creen realmente en ellas, ya sea por lucro, atención o manipulación, representa una amenaza significativa para la sociedad. Estas acciones fomentan la desconfianza en instituciones clave, perjudican el bienestar emocional de las personas y pueden incluso incitar a la violencia. Además, este fenómeno muestra la necesidad urgente de promover el pensamiento crítico y de verificar la información antes de compartirla, para reducir el alcance de la desinformación. Ser conscientes de las motivaciones detrás de estos mensajes es un primer paso importante hacia una sociedad mejor informada y resiliente.

Al citar, reconoces el trabajo original, evitas problemas de plagio y permites a tus lectores acceder a las fuentes originales para obtener más información o verificar datos. Asegúrate siempre de dar crédito a los autores y de citar de forma adecuada.

Javi Soriano. (2024, noviembre 8). Por qué buena parte de quienes difunden teorías conspirativas no creen en ellas. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/social/parte-de-quienes-difunden-teorias-conspirativas-no-creen-en-ellas

Psicólogo

Javi Soriano es graduado en Psicología por la Universidad de Valencia y está acabando un Máster en Investigación Psicosocial. Le interesa todo lo que tiene que ver con las personas y la sociedad, pero le encanta leer y escribir sobre temas relacionados con el género, la sexualidad y las minorías. Es una persona muy curiosa a la que le encantan los debates y aprender de los demás.

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