Erik Erikson fue el padre de la teoría del desarrollo psicosocial, que postulaba que cada etapa humana entraña una serie de obstáculos y conflictos que la persona debe gestionar con éxito para poder desarrollarse de forma satisfactoria. En su trabajo tuvo mucho que ver su experiencia como docente en la Escuela Hietzing, donde coincidió con grandes personalidades, entre ellas Anna Freud.
En esta biografía de Erik Erikson te contamos la trayectoria de este psicólogo y sus aportaciones al campo de la educación y el desarrollo infantil.
Breve biografía de Erik Erikson
El origen de Erik Homburger Erikson, psicólogo germano-estadounidense famoso por sus contribuciones a la psicología del desarrollo (y, especialmente a la crisis de identidad de la adolescencia), es tan incierto como curioso.
De hecho, Erikson ni siquiera era su apellido real, y lo cierto es que, por mucho que él inquirió a su madre quién era su padre, ella nunca quiso contárselo.
Orígenes conflictivos e inciertos
Karla Abrahamsen, una judía perteneciente a una familia adinerada de la ciudad de Copenhague, se había casado con un tal Valdemar Salomonsen, pero este no fue el padre biológico del pequeño Erik. Pocos días después de la boda, Salomonsen partió hacia América, y Karla no lo volvió a ver. Rehizo su vida y se quedó embarazada, aunque nunca desveló el nombre del padre de su hijo.
Escandalizados por la conducta “inmoral” de su hija, la familia de Karla la envió a Frankfurt, donde nació Erik. Durante algunos años, Karla crió a su hijo como madre soltera, porque, a pesar de que seguía casada con el tal Valdemar, este nunca regresó de ultramar. Tampoco volvió a saber nada del padre biológico de su hijo.
Más tarde, y una vez enterada de que su marido había muerto, Karla se casó con el pediatra que había atendido a Erik durante la enfermedad que le sobrevino con tres años, el doctor Theodor Homberger, y la nueva familia se mudó al sur de Alemania; concretamente, a Karlsruhe. Theodor ejerció de padre para el pequeño Erik, y este no supo la verdad hasta que cumplió los ocho años. A pesar de todo, ante las preguntas insistentes del niño sobre su padre biológico, Karla guardaba silencio.
La relación de Erik con su madre siempre fue bastante buena, pues compartía con ella una cierta sensibilidad y el amor por el arte y la filosofía. Del padre, el doctor Homberger, poco sabemos, puesto que Erik casi nunca lo menciona en sus textos. Podemos deducir que la relación con este nuevo padre (al fin y al cabo, el único que Erik había conocido) no fue especialmente buena.
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La bohemia juventud de Erik Erikson
Los primeros años del joven Erik se caracterizaron por una cierta rebeldía; siguiendo su profundo deseo de ser artista, el muchacho recorrió Europa viviendo prácticamente como un indigente (dicen que dormía en la calle y bajo los puentes y sobrevivía con la pensión furtiva que le enviaba su madre a espaldas de Homberger). A estas alturas, las relaciones entre el padre adoptivo y el joven Erik se habían deteriorado bastante, puesto que el primero no entendía la irresponsabilidad que mostraba su hijo hacia la vida.
Tras un año de bohemia por Europa, Erik regresa a Alemania y se inscribe en una escuela de arte de Múnich. Sin embargo, los muros de una escuela no parecían sentarle bien a nuestro artista, puesto que más tarde lo encontramos vagando de nuevo, en esta ocasión por las calles de Florencia. Es en esta época cuando Erik se cuestiona profundamente su futuro como artista, y las conclusiones a las que llega le hacen caer en una depresión.
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Un giro inesperado
Peter Blos era un antiguo compañero de Erik, con el que había compartido estudios en el Gymnasium, lugar donde nuestro personaje se imbuyó de arte y cultura clásica. Consciente de las importantes nociones de arte e historia que tenía Erik, Blos le invitó a formar parte del plan de estudios de la escuela que acababa de crear junto con Dorothy Burlingham y Anna Freud, la hija del insigne psicoanalista. Es probable que este ofrecimiento sacara a Erik de la depresión en la que se encontraba inmerso: no sería artista, pero al menos enseñaría arte.
El experimento educativo, fundado en 1927, se llamó Escuela Hietzing, y puso en práctica las ideas psicoanalíticas de Anna Freud en niños. Erik Erikson fue el profesor de las asignaturas humanísticas de la escuela, pero poco a poco su contacto con Anna y el resto de la familia Freud hizo que sus intereses viraran hacia el psicoanálisis y, especialmente, en la conducta infantil.
Su interés hacia la psicología y el psicoanálisis le llevaron a obtener un certificado en educación Montessori y uno de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. El antiguo aspirante a artista había encontrado, finalmente, su verdadera vocación.
En 1929, Erik conoce en un baile de máscaras a Joan Serson, una joven canadiense que se encontraba en Viena cursando sus estudios. El flechazo fue instantáneo y los dos jóvenes pronto se mudaron a vivir juntos. Sin embargo, cuando Joan descubrió que estaba embarazada, Erik se negó a casarse con ella. Finalmente, probablemente por la presión que ejercía en su psique el trauma de no conocer a su padre biológico, consintió en contraer matrimonio y dar su apellido al niño que Joan esperaba.
Su traslado a América
Los años en que la pareja dio clases en la Escuela Hietzing fueron felices. Pero en 1932 una sombra negra empezó a extenderse por Alemania. Se intuía la llegada de los nazis y Erik temía por la seguridad de su familia. Por ello, al año siguiente, justo después de que el partido nazi alcanzara el poder, Erik, Joan y sus dos hijos partieron hacia Estados Unidos y se instalaron en Boston.
En América, Erik se ganó la vida ejerciendo de psicoanalista infantil, además de como docente en la Escuela de Medicina de Harvard. En esos años conoció a las antropólogas Ruth Benedict y Margaret Mead, así como a los psicólogos Henry Murray y Kurt Lewin, cuyas teorías influyeron en su obra.
El desarrollo psicosocial según Erikson
Erikson es especialmente conocido por su teoría del desarrollo psicosocial, formulada en los años 50, en que el psicólogo establece que cada periodo del desarrollo humano presenta una serie de obstáculos y desafíos. Si la persona consigue resolver con éxito cada etapa (denominada por Erikson “crisis de identidad”), su desarrollo vital será satisfactorio.
Según Erikson, estos periodos serían ocho, que podemos resumir de la siguiente manera:
- Periodo de la confianza versus la desconfianza: desde el nacimiento hasta aproximadamente año y medio. En esta etapa el bebé aprende en quién puede confiar y en quién no, lo que determinará las futuras relaciones con sus progenitores y con su entorno.
- Periodo de autonomía versus vergüenza y duda: desde los 18 meses hasta, aproximadamente, los tres años de vida. En esta etapa el niño es consciente de su cuerpo y comienza a entender qué es la autonomía.
- Periodo de iniciativa versus culpa: desde los tres a los cinco años. Los niños empiezan a jugar y a relacionarse con otros, y deberán armonizar su deseo de iniciativa y la necesidad de cooperación.
- Periodo de laboriosidad versus inferioridad: desde los cinco años hasta los trece. El niño-adolescente ya usa conceptos abstractos y es capaz de efectuar acciones que requieren una mayor complejidad.
- Periodo de exploración de la identidad versus difusión de la misma: desde los trece hasta los veintiuno. Se explora la identidad sexual y los jóvenes empiezan a formarse en la persona en la que se quieren convertir.
- Periodo de intimidad versus aislamiento: De los veintiuno hasta los cuarenta años. En esta etapa la persona desea encontrar compañía en la que pueda confiar y que le aporte seguridad.
- Periodo de generatividad versus estancamiento: desde los cuarenta a los sesenta años. Es la etapa en la que se dedica tiempo y esfuerzo al vínculo que hemos establecido (familia, trabajo, vocación, etc.).
- Periodo de integridad del ego versus desesperación: desde los sesenta en adelante. Es la última etapa de la vida, en la que la persona dirige la mirada al pasado y hace balance. Si se han superado correctamente las anteriores etapas vitales, este balance será positivo.
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