¿Quién fue Gala Placidia? ¿Qué sabemos de esta mujer poderosa y decidida? Hija, hermana y madre de emperadores, Gala Placidia llevó las riendas del Imperio en un momento de agudísima crisis económica, política y social. Eran los inicios del siglo V, y el Imperio de Occidente tenía ya los días contados.
¿Cuál fue el papel de Gala Placidia en todo el proceso? En este artículo os invitamos a viajar por la apasionante biografía de esta importantísima mujer de la Roma tardía, y de la cual todavía existe mucho de leyenda.
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Gala Placidia, una biografía plagada de sombras
Aelia Gala Placidia, pues ese era el nombre completo de la protagonista de este artículo, es uno de esos personajes fascinantes y misteriosos que nos da la historia. Porque las fuentes que nos hablan de Gala Placidia son un tanto oscuras y, a veces, contradictorias. No solo en lo que hace referencia a sus hechos vitales, sino también en cuanto al papel que tuvo en el devenir del Imperio romano.
¿Nació en Oriente o en Occidente?
No se sabe la fecha exacta del nacimiento de Gala Placidia, y tampoco se conoce a ciencia cierta dónde nació. Algunos historiadores se inclinan por Constantinopla; esta hipótesis sería, a priori, la más lógica, ya que hacía muchos años que la capital fundada por Constantino era la ciudad más importante de Europa y el epicentro del poder romano. Sin embargo, otras fuentes apuntan a Milán como la ciudad que vio nacer a Gala Placidia, donde se supone que estarían sus padres en el momento del parto.
Hija y hermana de emperadores
Y ¿quiénes eran sus padres? Nada menos que el emperador Teodosio I el Grande y su segunda esposa Gala. Teodosio I será uno de los emperadores cruciales de la historia de Roma, pues será suyo el edicto que, en el año 380, establecerá el cristianismo como única religión oficial del Imperio. Con él, el mundo pagano de la Antigua Roma, al menos el oficial, muere para siempre.
La infancia dorada de la pequeña Gala Placidia, transcurrida en Constantinopla, se trunca inesperadamente en 395, con la muerte de su padre el emperador. La muerte del gran Teodosio representa un antes y un después en la historia de Roma, pues, tras su fallecimiento, el Imperio queda dividido, definitivamente, en dos mitades: para su hijo Honorio será Occidente; para Arcadio, Oriente. A partir de entonces, el Imperio romano ya nunca más volverá a estar unido.
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Una mujer en un mundo de hombres
Como hemos comentado anteriormente, las fuentes históricas no se ponen de acuerdo con la valoración del legado de Gala Placidia. Por regla general, los historiadores contemporáneos a la emperatriz o, al menos, inmediatamente posteriores a su muerte, la describen como una mujer muy capacitada para el gobierno, además de inteligente y sensata.
Así, Pablo Orosio, célebre historiador y teólogo del siglo V, la describe como “mujer ciertamente de agudo ingenio y suficientemente honrada gracias a su espíritu religioso”. Orosio recalca, a su vez, la gran influencia que tuvo Gala Placidia en las decisiones de gobierno de su primer marido, el rey godo Ataúlfo. Sin embargo, no es menos evidente que Orosio hace esta semblanza de la emperatriz en virtud de su condición de cristiana. Dada la suspicacia, por no decir rechazo, que despertaban en la Antigua Roma las mujeres fuertes y decididas, podemos pensar que, de haber sido Gala Placidia una simple reina “bárbara” y, por tanto, pagana o arriana, el historiador no la hubiera descrito de una forma tan complaciente.
En la centuria siguiente, ya con Justiniano al mando del Imperio romano de Oriente (Occidente ya había caído en manos de los pueblos invasores), la figura de Gala Placidia vuelve a oscurecerse. En esa época se la considera como a una de las responsables del debilitamiento del Imperio romano y, por tanto, de su caída. Esta acusación es, por supuesto, tan exagerada como carente de sentido, puesto que en la caída del Imperio romano de Occidente confluyeron multitud de factores. Sin embargo, y tal y como señala Pablo Fuentes Hidalgo en su libro Gala Placidia: una soberana del Imperio cristiano, el emperador necesitaba justificar sus intentos de recuperar, mediante mano militar, el ya extinto Imperio de Occidente. Así, acusar a Gala Placidia de su perdición era una maniobra propagandística muy acertada, en este sentido.
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La invasión de los visigodos
Cuando los visigodos saquean Roma, en agosto de 410, Gala Placidia se encuentra en la ciudad. Había sido trasladada allí después de la muerte de su padre, desde Constantinopla. En la Ciudad Eterna se había convertido en mujer, al cuidado de su prima Serena, que estaba casada con Estilicón, un importante magister militum. El tal Estilicón era el encargado de educar a Honorio, hermano de Gala y futuro emperador de Occidente, que había viajado con ella desde Constantinopla.
Pero los desórdenes no se hacen esperar. La inestabilidad política que vive el Imperio de Occidente hace que, en 408, los visigodos penetren en el norte de Italia y avancen peligrosamente hacia Roma. Los desastres militares provocan la caída de Estilicón, al parecer, instigada por la propia Gala Placidia. La joven (pues en aquel tiempo debía contar con unos 20 años) no se contenta con el derrocamiento y muerte del magister militum, sino que también acusa a su prima Serena de traición, por lo que el Senado la condena a muerte. Estos hechos nos dibujan a una Gala Placidia no solo fuerte y decidida, sino también carente de escrúpulos, y a quien no le tiembla la mano a la hora de condenar.
¿Dónde está, entonces, la verdad? ¿En los que sostienen que Gala Placidia fue solo un peón más en la gran partida política de Roma, o en los que dicen que ella sostuvo siempre las riendas de su propio destino? Probablemente, y como siempre, la verdad esté en un punto intermedio.
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El rapto de Gala Placidia
Sea como fuere, en agosto de 410 los visigodos están a las puertas de Roma y saquean la ciudad durante siete largos y tortuosos días. Lo único que, al parecer, permanece incólume son las iglesias. Así lo ha exigido Alarico I, el caudillo de los invasores, que se ha convertido recientemente al arrianismo, una de las principales herejías de la religión cristiana. Durante el saqueo, los visigodos se llevan innumerables tesoros; y no solo materiales, ya que, cuando por fin abandonan Roma, entre sus tropas viaja Gala Placidia, convertida en rehén para usarla como moneda de cambio en futuras negociaciones.
Hacia la tierra prometida
Tras el inmenso saqueo, los visigodos parten hacia el sur de Italia. Pero en otoño de 410 el rey Alarico cae víctima de unas fiebres que, según algunos autores, no serían otra cosa que malaria. El primer gran rey de los visigodos fue enterrado en el lecho del río Busento; según cuenta la leyenda, el curso del río fue desviado para poder abrir el sepulcro del monarca.
Desorientados, privados ya del guía a quien habían seguido durante tanto tiempo, los visigodos dudan acerca de cuál es el siguiente paso para seguir. Cuando Ataúlfo, el cuñado de Alarico, es elegido nuevo rey, el joven no duda en sacar a su pueblo de la forma más rápida posible de Italia. Los romanos están tras ellos; deben procurarse un lugar seguro donde establecerse. Así las cosas, Ataúlfo olvida los sueños conquistadores de su predecesor y establece un pacto con el emperador Honorio, el hermano de Gala Placidia: los visigodos se asentarán en el sur de las Galias a cambio de prestar ayuda militar al Imperio. Desde entonces, Ataúlfo y los suyos pasan a ser foederati (federados) del Imperio romano. Los visigodos tenían, por fin, una tierra donde establecerse de forma definitiva. Ese fue el germen del primer reino visigodo: el reino de Toulouse. Pero ¿qué pasaba con Gala Placidia, mientras tanto?
Gala Placidia y Ataúlfo, ¿una historia de amor?
El inesperado matrimonio entre la joven princesa romana y el rey visigodo se ha presentado a menudo como una hermosa historia de amor, que fue consolidándose durante el tiempo que Gala Placidia fue rehén de los visigodos. Sin embargo, ¿es esto así?
No existe ninguna prueba que argumente esta versión, a no ser que se cuente la leyenda. Sí que es cierto que no se trataba de un matrimonio estratégico políticamente hablando: la unión de la hermana del emperador con un rey “bárbaro” solo podía entenderse como una afrenta a Roma. Es más; dadas las circunstancias, es muy probable que el matrimonio fuera una especie de venganza por parte de los visigodos, ya que el emperador Honorio no había cumplido su parte del trato. Porque, a pesar de que Ataúlfo había barrido a los enemigos de Roma del sur de las Galias, como establecía el foedus, Honorio no envió la compensación acordada por estos servicios militares.
En 414, la boda se ratificaba en Narbona, en la lujosa villa de un galorromano llamado Ingenio. Ya fuera por venganza, por desobediencia o por amor, lo cierto es que la hermana del emperador se acababa de casar con el rey de un pueblo enemigo de Roma. Y esto era un insulto que Honorio no estaba dispuesto a olvidar.
El fin de la alianza
La ofensiva romana no se hizo esperar. Los ataques de Constancio, magister militum que, por cierto, había aspirado en el pasado a casarse con Gala Placidia, obligan a los visigodos a abandonar la Galia y refugiarse en tierras hispanas. Por un espacio breve de tiempo, Ataúlfo y Gala Placidia establecen su corte en lo que para muchos es la primera capital hispana de los visigodos, Barcino (la actual Barcelona). Allí, la pareja real tiene a su primogénito, al que llaman Teodosio en honor al padre de Gala. ¿Una llamada a la paz, quizá?
La princesa Gala Placidia a cambio de un poco de trigo
A partir de aquí, los sucesos se precipitan. En agosto de 415, algunos miembros de la aristocracia visigoda se rebelan contra Ataúlfo, al que acusan de estar completamente dominado por su esposa. En las cuadras reales de Barcino, el rey es apuñalado por la espalda. Sigerico, el usurpador, es proclamado nuevo rey de los visigodos.
El nuevo monarca no se atreve a matar a Gala Placidia, pues la joven sigue siendo un bien muy preciado de cara a futuras negociaciones con Roma. Sin embargo, somete a la viuda de Ataúlfo a una humillación tras otra; degradada al nivel de esclava, Gala Placidia es obligada a caminar descalza y encadenada junto a los otros esclavos. La joven, todavía sumida en el dolor por la pérdida de su marido y de su hijo (que había muerto a los pocos meses de vida), soporta estoicamente todos los martirios que Sigerico le inflige.
El sufrimiento de Gala Placidia llega a su fin cuando Walia, hermano de Ataúlfo, depone al traidor Sigerico y se proclama nuevo rey de los visigodos. Sin saber muy bien qué hacer con ella, Walia propone a Honorio un trato: su hermana a cambio de trigo. Honorio accede, y en el año 416 Gala Placidia regresa a Roma. En su lugar, deja seiscientos mil modios de trigo romano, que aliviarán durante un tiempo el hambre atroz que sufre el pueblo visigodo.
Un pueblo que ya nunca más será su pueblo. Porque Gala Placidia ha regresado a Roma y, por tanto, vuelve a ser una princesa romana. Su lealtad debe ser y será, a partir de ahora, Roma y solo Roma.
La segunda etapa romana
Veamos qué fue de Gala Placidia en su segunda etapa romana.
El segundo matrimonio
En realidad, su lealtad a Roma nunca decayó. Porque, si seguimos lo que han afirmado algunos historiadores, su influencia sobre Ataúlfo siempre estuvo guiada por una voluntad sincera de concordia entre ambos pueblos y, en verdad, que llamara a su primogénito Teodosio así parece confirmarlo.
Sin embargo, a partir de entonces, como renacida hermana del emperador, se le pedirá que olvide su pasado como reina de los visigodos. Así, Gala Placidia finalmente accede a casarse con Constancio, el magister militum que siempre la pretendió (a ella, o al poder que representaba la joven); esta vez sí que, muy probablemente, en contra de su propia voluntad.
Silvia Casasola y Juan Antonio Cebrián sostienen en el libro El valor es cosa de mujeres (donde recogen interesantes biografías de mujeres de origen hispano) que Gala Placidia supo usar muy bien el amor, o la obsesión, que Constancio sentía hacia ella, y que le amenazaba con el divorcio cuando el magister militum no satisfacía alguno de sus requerimientos.
Honorio eleva a Constancio a la dignidad de augusto en 421 como recompensa por sus favores, lo que a la práctica venía a significar ser nombrado coemperador. Gala Placidia es proclamada también augusta, por lo que se encuentra cada vez más cerca del epicentro del poder. Constancio fallece poco después y, apenas dos años más tarde, el emperador Honorio le sigue sin dejar herederos sobre la tierra. El poder imperial pasa entonces a Valentiniano, el hijo de Gala y Constancio, que todavía es menor de edad. Y aquí llega el gran momento de Gala Placidia.
Las riendas del poder
Gala Placidia gestionó la regencia de su hijo como si fuera ella la auténtica emperatriz, aunque técnicamente fuera solo eso, la regente. Parece ser que sus políticas fueron acertadas; entre otras cosas, mantuvo siempre muy buenas relaciones con Oriente, gobernado entonces por Teodosio II, y respetó las políticas expansionistas de los llamados “barbaros”, quizá en recuerdo a sus años como reina de los visigodos.
Sus aspiraciones políticas no concluyeron con la mayoría de edad de su hijo, puesto que, tras la subida al trono de Valentiniano III, siguió inmiscuyéndose en los asuntos de estado. Mientras, aún le quedó tiempo para proteger a la todavía joven Iglesia y embellecer Rávena, la ciudad más importante del Occidente romano de la época. Allí mandó levantar el famoso mausoleo que lleva su nombre, destinado a albergar los cuerpos de sus seres queridos y el de ella misma, y que es un bellísimo ejemplo de arquitectura de los últimos siglos del Imperio.
La vida de Gala Placidia sigue ofreciendo muchas contradicciones y leyendas; pero lo que es seguro es que es uno de los personajes femeninos más importantes del Imperio romano tardío.
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