La fobia a los perros, también conocida como cinofobia, es un tipo de fobia específica en la que la persona sufre una reacción de ansiedad excesivamente intensa ante los perros (o ante la imagen de un perro real o imaginario).
Para realizar el diagnóstico de fobia será necesario que aparezca una disfuncionalidad en el paciente, es decir, que se vea afectada su vida cotidiana. En el caso de la cinofobia, el estímulo temido es un animal muy común en nuestra sociedad, siendo muy fácil que el paciente se lo encuentre y no pueda evitarlo de ninguna manera. Por esta razón será necesario realizar una intervención psicoterapéutica.
En este artículo veremos qué es la fobia a los perros y cuáles son las técnicas que se han visto más eficaces para su tratamiento.
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¿Qué es la fobia a los perros?
La fobia a los perros, o cinofobia, es un tipo de fobia específica, un miedo desproporcionado por una posible amenaza futura, que genera en el individuo que la sufre la necesidad de evitar tal situación (o si la soporta, lo hace con mucho malestar). Dentro de las fobias tenemos distintos tipos el Manual Diagnóstico de la Asociación de Psicología Americana (DSM) habla de tres tipos característicos: la agorafobia, la fobia social y la fobia específica.
Así pues, la fobia específica es la que se define como un miedo desproporcionado, muy intenso, hacia un objeto o situación específica, que puede estar sucediendo, presentándose en ese momento, en el presente o puede darse en el futuro, haciéndose en este caso una anticipación. La respuesta de ansiedad o miedo que se produce es inmediata y pueden presentarse ataques de pánico, caracterizados principalmente por un aumento de activación fisiológica.
La fobia específica se considera el trastorno de ansiedad con mayor prevalencia en la población general, aunque también es la que menos problemas e incapacidades genera, ya que en muchas ocasiones los estímulos que se temen o son improbables que se los encuentre o el sujeto los evita. De este modo pocas veces se cumple el criterio de alteración en la funcionalidad de la vida de la persona, necesario para diagnosticar. Normalmente, la gravedad de este trastorno es media o baja. Otro criterio que se debe cumplir para poder clasificarlo como trastorno es que la duración de este sea de 6 o más meses.
Existen muchos tipos de fobias específicas, tantas como objetos o situaciones posibles en el mundo. Estas a su vez se clasifican en cuatro grupos distintos según si la ansiedad se produce ante algún tipo de animal, ante la visión de sangre, inyecciones o heridas, ante situaciones o ante un entorno natural o ambiental. Las fobias de cada grupo tendrán tendencia a iniciarse en distintas edades, siendo también más característica en un sexo o en otro.
En referencia a la fobia a los animales, denominada también zoofobias, que es la categoría donde se clasifica el miedo a cualquier tipo de animal, suele presentarse por primera vez en la niñez. Es decir, tiene su inicio en edades tempranas y es más prevalente en el sexo femenino, en otras palabras, hay mayor número de mujeres que presentan esta patología respecto a los hombres.
De este modo, la fobia a los perros se definirá como un miedo o ansiedad desproporcionada a los perros, consolidándose normalmente durante la infancia, y que puede deber a un acontecimiento traumático que vivió el sujeto afectado con un perro. Añadir también que puede haber variaciones según cuál sea la causa de la cinofobia, por ejemplo, se puede tener miedo a todos los perros en general, independientemente de cómo sean sus características o se puede temer unos perros en específico, según el tamaño, color o raza.
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¿Cómo se trata la fobia a los perros en terapia?
La probabilidad de encontrarnos con el estímulo generador de este tipo de fobia, es decir, con un perro, sí que es alta en la sociedad en la que vivimos. Del mismo modo será difícil prever cuándo nos podemos encontrar con uno, dificultando así que los podamos evitar. Es por estas razones que si tenemos miedo desproporcionado a los perros, cinofobia, se verá alterada nuestra funcionalidad, repercutiendo en nuestra vida cotidiana y por tanto con alta probabilidad necesitemos tratamiento específico.
Como toda fobia la cinofobia presenta una predisposición genética para su desarrollo, esto quiere decir, que si los padres tienen una fobia a animales será más probable que los hijos también la tengan. Aunque no es la única causa, también afectarán las vivencias que haya tenido el sujeto, por ejemplo, si ha experimentado una mala experiencia con un perro o si ha sido testigo de una situación desagradable para otra persona.
Así pues, dadas las características de este tipo de fobia, el hecho de que el estímulo sea concreto y que sea posible conocer la causa, el procedimiento de intervención que realizaremos será similar al que se aplica para el tratamiento de las fobias específicas en general.
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1. Tratamieto por exposición
El tratamiento que se ha observar más eficaz para la mayoría de fobias específicas es la exposición en vivo al estímulo fóbico. En este caso concreto se realizará un exposición al estímulo, ya que mediante esta técnica se da la oportunidad de visualizar el animal temido en una situación controlada y segura y así poder romper la asociación entre perro y miedo o ansiedad que genera, es decir, revertir el condicionamiento clásico que se había generado por la vivencia traumática vivida por el paciente.
Explicado de manera más detallada, la exposición en vivo consiste en presentar, en este caso, el estímulo del perro de forma más o menos gradual (siguiendo una curva de intensidad o dificultad ascendente) y mantener su presencia con la finalidad de que el sujeto se pueda enfrentar a él, y así conseguir que la ansiedad y miedo que aparecen ante los perros vaya disminuyendo y acabe desapareciendo. Ya que este tipo de técnica genera una elevada ansiedad para que no sea insoportable para el sujeto y la pueda afrontar mejor, se recomienda que durante las primeras sesiones de exposición se limite el movimiento del perro, para que el paciente se sienta un poco más seguro.
Este procedimiento se puede realizar en distintas sesiones, aunque también se ha planteado y se han obtenido buenos resultados tratar solo con una sesión de hasta 3 horas. Para hacer esta intervención es fundamental que el sujeto solo tenga una fobia monosintomática, es decir, solo a un estímulo, que el sujeto esté motivado y que tener la fobia no cause beneficios o que la desaparición de esta no genere consecuencias negativas.
Asimismo, como ya apuntamos, el exponerse de forma directa al estímulo temido produce gran ansiedad y puede generar gran rechazo en el sujeto. Por esta razón se han probado otras técnicas similares que también están obteniendo resultados positivos. Estas estrategias consisten en hacer una exposición mediante realidad virtual o aumentada, que se refiere a utilizar un simulador para crear la sensación en el individuo que tiene delante a un perro.
Pese a generar resultados favorables, siendo mejor aceptada por los individuos y permitiendo mayor control de la situación, esta no es equivalente y no sustituye por completo a la exposición en vivo y deberemos terminar siempre presentando el estímulo directamente.
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2. Psicoeducación
Aunque como ya hemos dicho la exposición en vivo es el tratamiento con mayor eficacia para este trastorno, también se han utilizado otras estrategias. Junto al exponerse al estímulo también se recomienda realizar una fase de psicoeducación. Esta consiste en dar información del estímulo temido, en este caso los perros, para así poder corregir y modificar creencias erróneas, no realistas, que tenga el paciente.
Del mismo modo, también puede ser beneficioso y necesario enseñarle y entrenarle en habilidades para saber cómo afrontar o manejarse mejor con el animal; por ejemplo, cuál es la mejor manera de acercarse o tocar un perro.
3. Modelado participante
También se ha visto que aplicar la técnica del modelado participante combinada con la exposición en vivo puede obtener resultados positivos, y se recomienda cuando es necesario enseñar habilidades de manejo al paciente.
El modelado participante se caracteriza por ser un proceso donde un modelo, normalmente el terapeuta, realiza y sirve de guía al paciente para saber cómo actuar de la mejor manera ante la situación temida. Sobre todo la introducción de esta técnica se ha visto beneficiosa para conseguir mejores resultados en las intervenciones realizadas a niños.
4. Terapia cognitivo-conductual
En referencia a otras técnicas utilizadas y que también han mostrado cierto grado de eficacia son las empleadas en la terapias cognitivo-conductuales, introduciendo así estrategias como el manejo de la ansiedad, que se puede realizar por ejemplo mediante la relajación o la utilización de técnicas más cognitivas como la reestructuración cognitiva, que consiste en la modificación de creencias irreales.
Centro Psicológico Cepsim
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Por último, apuntar que la utilización de psicofármacos no se considera eficaz para tratar las fobias específicas, solo en algunos casos particulares se puede llegar a utilizar como complemento en las primeras sesiones de exposición, pero nunca será la primera opción de tratamiento, tomándolo solo durante un corto periodo de tiempo para luego retirarlo.