Todos en algún momento de nuestra vida hemos podido estar acomplejados por algún defecto físico o agobiados por alguna parte de nuestro cuerpo que no apreciamos. Pero… ¿qué ocurre cuando un pequeño complejo se convierte en pura obsesión?
La dismorfofobia es el nombre de lo que se conoce como trastorno dismórfico corporal, que está encuadrado dentro de los trastornos somatomorfos. Literalmente, es la fobia o rechazo exagerado hacia una parte del propio cuerpo.
Dismorfofobia: ¿en qué consiste exactamente?
Estamos hablando de una problemática de distorsión de la imagen corporal, por tanto, los síntomas están relacionados con la obsesión hacia una parte concreta del aspecto físico del sujeto.
La persona que lo padece, siente una constante y excesiva preocupación algún defecto físico, ya sea real o imaginado. Si tal defecto físico existe en la realidad, los niveles de ansiedad experimentada son desorbitados, ya que lo perciben de un modo exagerado, pudiendo llegar a tener problemas emocionales importantes o aislamiento social. Es importante señalar que no nos referimos a un problema de autoimagen relacionado con trastornos de conducta alimentaria (como en la anorexia) o de identidad sexual (que cursa con rechazo hacia el propio cuerpo, concretamente, los genitales).
Causas e inicios de este trastorno psicológico
Este tipo de problemas suelen comenzar en la adolescencia, donde se dan los mayores cambios físicos y corporales, e ir disminuyendo con la edad, aunque en ocasiones puede persistir en la edad adulta.
Se ha estudiado que la dismorfofobia aparece en igual medida en hombres que en mujeres, aunque pudiera pensarse que la presión por el físico exige más al género femenino. Según la etiología, la obsesión por una parte del cuerpo, es más común entre jóvenes de clase alta, con pocos o ningún defecto físico, pero que magnifican y hacen el centro de su vida. La tendencia a una personalidad ansiosa, la baja autoestima o haber sido víctima de algún tipo de acoso o burla en la infancia, puede predisponer a padecer este tipo de problemática.
Las "partes malditas" del cuerpo
Según diversos estudios en la materia, las zonas típicas que son objeto de mayor obsesión son: defectos en la piel (manchas, acné o arrugas en la cara), dientes, pecho, cicatrices, asimetría facial, labios, nariz, abdomen, orejas, barbilla y, en los hombres, además, los genitales.
La sensación de angustia por la obsesión puede llevar a las personas que lo padecen a verdaderos desequilibrios emocionales relacionados con la depresión, ataques de ansiedad, baja autoestima y aislamiento social al pensar que todo el mundo ve del mismo modo su “defecto”.
Los sentimientos de vergüenza o inadecuación social, les acompañan constantemente, así como las comparaciones con el físico de otras personas. Es muy frecuente que asociada a esta obsesión, venga una compulsión para intentar reducir la ansiedad. En este sentido, la persona puede caer en un verdadero ritual de cuidado estético, abuso de maquillaje, cremas, o tipo de ropa concreta para camuflarse o desviar la atención. Algunos afectados comprueban compulsivamente su imagen en espejos, mientras que otros, los evitan a toda costa.
La cultura del Photoshop y la cirugía estética como solución
Los modelos de referencia actual trasladados desde los medios de comunicación, en muchas ocasiones trasladan unos estándares de belleza inalcanzables, que calan en personas más vulnerables al tener una percepción errónea de la belleza real y una percepción distorsionada o exagerada de sus defectos físicos imperceptibles o imaginarios.
Esta obsesión por el físico afecta a todo tipo de personas, acentuándose además si tienen una imagen pública o viven de ella y tienen un alto estatus. Últimamente hemos podido ver cómo en algunos famosos o personalidades, los tratamientos de cirugía estética han tenido como fruto unos cambios físicos que poco tienen que ver con el rostro de origen. En la mayoría de las ocasiones, la opinión pública valora que la cirugía no sólo no era necesaria, sino que los resultados no han sido buenos. Solo tendremos que recordar los rostros de algunas famosas, después de sus últimos “retoques”, no sólo porque no hay signos del envejecimiento natural, sino porque han perdido sus rasgos físicos más característicos. Y es que la cirugía plástica mayor y menor está siendo el método de las famosas para aplacar la ansiedad y fomentar la obsesión por el perfeccionismo físico.
El problema no está en la superficie
El problema es que los cambios físicos o mejoras que se producen a nivel corporal gracias a la magia de la cirugía, consiguen reducir la ansiedad momentáneamente y a corto plazo, pero al poco tiempo la obsesión vuelve a aparecer.
El refuerzo con la cirugía es casi inmediato pero no se mantiene porque el problema se sostiene por distorsión corporal, insatisfacción corporal, baja autoestima… de modo que al poco, se sienten insatisfechos y vuelven a recurrir de nuevo a la intervención.
¿Cómo ayudar a estas personas?
Si no hay trastornos mayores asociados, es muy importante ayudar a estas personas a hacer un ajuste realista de su propia imagen así como un profundo trabajo en autoestima. Parte la ansiedad por el físico se mantiene porque la persona no valora otras áreas de su vida, y hacen de ese defecto un todo.
Por otro lado, será esencial exponerse a disfrutar de las relaciones sociales independientemente de su propia valoración. La aceptación racional de los propios defectos pero también de los propios recursos personales son la clave para reorientar a los sufridores de este tipo de problemas.
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